Un precio del dólar cercano a $3.100 tiene consecuencias para los colombianos. En los últimos doce meses los bienes de la canasta familiar se incrementaron en 4,46 %, más del doble de la inflación del mismo periodo del año anterior. Los efectos son más profundos y por eso es importante analizar las causas y los responsables de esta situación, en donde a unos colombianos les va mal y otros a les va peor.
La montaña rusa en la que ha fluctuado el tipo de cambio no es una buena señal de la salud económica. La fuerte devaluación actual es síntoma de una economía que pasa sistemáticamente de temperatura baja a fiebre alta. En efecto, el dólar con respecto al peso había caído 40 % entre 2004 y 2014 antes del alza de 56 % en el último año, la más alta en el mundo después de Rusia y Ucrania.
Aunque es evidente que existen factores externos que explican la subida en el precio del dólar, el Gobierno Nacional y el Banco de la República tienen enorme responsabilidad en la orientación económica que le han dado al país desde 1990, porque dejaron al país sin defensas para afrontar la situación actual. La irresponsable apertura de Gaviria llegó acompañada de un auge petrolero por lo hallazgos de Cusiana y Cupiagua, que aumentaron la inversión extranjera en 1050 % entre 1990 y 1997, provocando una caída en el precio del dólar de 35 % y desembocando en la crisis de 1999, a la que siguió un fuerte aumento de la divisa. El auge petrolero y minero de 2003 a 2013 provocó los mismos efectos, que los gobiernos de Uribe y Santos ya conocían y a pesar de ello siguieron actuando de manera equivocada.
A la apertura comercial le sumaron leoninos tratados de libre comercio. El de Estados Unidos lo justificaron diciendo que la industria iba a ganar aunque el agro perdiera. De ahí en adelante para los demás prometieron ganancias en el agro que ya habían arruinado, en sacrificio de la industria que ya no existía. El desastre provocado es inocultable, incluso para ministros que pregonan actitud positiva.
Mientras continúa la crisis, el gobierno de Santos y el Banco de la República se niegan a cambiar la receta para bajar la fiebre, que es síntoma de la infección económica. Le apostaron a un modelo en el que la minería en reemplazo de la producción agrícola e industrial desarrollaría al país, lo que evidentemente no ocurrió, pues dilapidaron las ganancias sin invertir en sectores productivos. Por eso a pesar de que el dólar sube como palma, la producción y las exportaciones caen como coco. Frente a este panorama, la estrategia que tienen es esconder la realidad y trasladar los costos a los colombianos con austeridad insensata y más impuestos.
La única posibilidad de alcanzar el desarrollo y mejorar la calidad de vida de los colombianos, es cambiar el rumbo económico. Para empezar es necesario revisar los tratados de libre comercio, porque estos limitan la autonomía. También se necesita una verdadera política de defensa y estímulo a la producción de alimentos y mercancías, principal fuente de riqueza de las naciones. La Alianza por la Industria Colombiana, liderada por el Grupo Proindustria e integrada por seis partidos y siete gremios de la producción, va en ese camino.
Twitter: @mariovalencia01