Lo siguiente es una serie de artículos que configuran una perspectiva absoluta de las cosas. Esa visión es la conclusión de extenuantes meditaciones que me direccionaron a establecer un criterio sólido que englobe toda la experiencia humana sobre el planeta Tierra; o mejor, que explique toda la historia humana y su impacto, su participación en el Orden Natural de las Cosas. El desarrollo de este Dogma partirá de una descripción secuencial (por eso la numeración), de cómo evolucionó la perspectiva en lo que en estas líneas denominaré Ficciones. Abordaré la estructura esencial de los principales discursos que componen el pensamiento humano.
¿Qué es el poder? Es control. El poder es la capacidad de control sobre cualquier cosa o ser. Pero, ¿control sobre qué? Esa pregunta podría expandirse a mejores horizontes, al menos más atractivos para la divagación, con otra: ¿Por qué existe el poder?
En líneas anteriores, he afirmado que la obra del ser humano es ficcional, y que las ficciones, estas narrativas con alto nivel de convencionalidad y legitimadas por las circunstancias, son las que horman la naturaleza para su representación; para ejemplificar, tenemos que las letras, como signo, no existen en la naturaleza, y que el ser humano, a partir de observación, asombro e inquietud, asimiló los sonidos de la naturaleza para plasmarlos en fonemas y en signos lingüísticos, es decir, el ser humano transita la naturaleza a conceptos, lo material a lo imperceptible, lo físico a lo metafísico y que, en la medida que son expandidos, debatidos y aprobados por otros seres humanos, se convierten en lo que denomino ficciones. Cuando el ser humano traza esos signos en piedras, arboles y papel, trasforma la naturaleza, la usa para representar lo que no es propio o esencial o intrínseco de ella. Ahora bien, con eso establecido cabe preguntarse: ¿Por qué hacerlo? Es decir, ¿Cuál es el sentido de exteriorizar lo interno, a parte de huir del aislamiento? ¿por qué usar roca, tinta y madera para montar símbolos, escudos y banderas, ideas que no pertenecen al Orden Natural de las Cosas que es, como lo he insinuado antes, secuencial, fractal, frívolo y definitivo?
Una posible respuesta la podemos encontrar en las figuras rupestres de Lascaux. Los seres humanos de aquella época dibujaron intencionalmente los cuernos de los antílopes y demás bestias de modo invertido, contra-natura. De alguna u otra manera, es posible que estas comunidades creían que al corromper los cuernos de los animales a través de la expresión, podrían dominarlos, mejorando sus probabilidades de cazar y seguir viviendo. Este fenómeno me indica que los seres humanos hemos estado en disputa contra la naturaleza y sus decisiones y ciclos desde hace muchos siglos. Que el asombro inquietante, la divinidad y el lenguaje convenció de una u otra manera al ser humano como ente capaz de derivar la fractalidad de la naturaleza, en la medida que se apropia de ella. Así, el ser humano se ha sentido soberano del universo, amo, dueño y señor de todo en cuanto lo rodea, capaz de maniobrarlo y manipularlo a su merced. En consecuencia, el poder como fenómeno humano emanó de la necesidad histórica de la especie por rebelarse contra la arbitrariedad de la realidad en la medida que la apropia, que la hace suya. ¿No es eso lo que hay detrás del nombre y/o titulo de una finca, una parcela, una casa, un barrio, una ciudad y un país? ¿no es esa idea de imponer mi posición, mi dominio figurado en signos lingüísticos, por encima de la naturaleza en la medida que la apropio con mis manifestaciones lingüísticas, que la hago mía con la lengua, aun por más que la naturaleza no le importa, por cuanto desconoce, cualquiera de esos nombres como toda expresión lingüística humana?
Ahora bien, percibo que hay algo más insidioso y profundo en todo esto. ¿Qué es lo que logra el ser humano al apropiar la naturaleza? Decisiones. El ser humano intenta apropiar lo ajeno con animo de tomar las decisiones de eso que apropia; esa es, en esencia, la causa del poder: las decisiones. Meditemos un momento en qué es una decisión. En general, podríamos decir que es un proceso mediante el cual se toma un camino en contra de otro, pero esa definición puede ser muy cerrada, y caer en una ambigüedad y dualismo patético. Más bien, podríamos observar a una decisión como el instante de viraje del tiempo sobre el infinito; puesto que, cuando alguien decide algo sobre lo que ha apropiado no solo cambia el algo, sino las circunstancias que lo rodean, y todo lo que cambie las circunstancias cambia la trazabilidad del tiempo, es decir, cambia la línea del desenvolvimiento de los acontecimientos a otro rumbo. En consecuencia, el poder y el tiempo van de la mano, y no se puede entender el uno sin el otro, y el eje que los une son los instantes donde bifurcan las circunstancias. Así, los seres humanos buscan el poder con el animo de tomar decisiones sobre el yo y el otro, sobre lo interno y lo externo, decisiones que, consciente o inconscientemente, cambiaran las circunstancias dentro de las infinitas posibilidades de un instante, para dejar su huella o marca en la linealidad arbitraria del tiempo.
Conforme a todo lo anterior, puedo re-afirmar esta idea ya conocida que toda interacción humana es un ejercicio de control, donde la disputa recae en quien toma las decisiones sobre quien, en sus respectivos modos, tiempos y propositivos, etc. Desde el instante en que la experiencia sensorial da sospechas al consiente de la existencia de un sujeto ajeno, la disputa por las decisiones comienza, y la consecuencia de esa disyuntiva terminará con la memoria. Así, el poder tiene un propósito, una finalidad. El poder es la búsqueda de la memoria, y con ella, de la existencia, del conocimiento, de la ontología. El poder es un medio no un fin, y su fin es el saber, donde lo espera el reconocimiento en otredad, la subsistencia del yo en el otro, la búsqueda por la eternidad y la inmoralidad en la memoria de quienes he impactado con mis decisiones.
Toda interacción humana es la búsqueda del saber por medio del poder, la añoranza de la memoria, de subsistir un poco más en el otro en la medida que decido por él. Todo saber es abstracción, y la abstracción es memoria, toda ontología es información. El poder es la obvia conversión de abstraer datos del cosmos. Pero, si el poder abstrae la data de la naturaleza para maniobrarla en las circunstancias y decidir por los demás, ¿dónde realmente empieza y termina el poder? A ver, ¿dónde se define que alguien tome cierta decisión para impregnar su data en el tiempo y que otro obedezca a esa decisión? Es en un momento del proceso de la decisión, un instante sincronizado entre las partes donde el amo se unge como esclavo y el esclavo como amo: la habituación. El poder fluctúa entre resignaciones y voluntades, entre la persistencia y la renuencia, en forma armoniosa y equilibrada, donde en la medida que más persevera el uno más se resigna el otro. Los seres humanos que toman las decisiones por otros y dejan su marca en la línea del tiempo son quienes prevalecieron en esa voluntad, donde otros se resignaron a ella. Lo triste y cómico del asunto es que tanto unos como otros están destinados a un mismo sitio insobornable y omnipresente: el olvido, el infinito y eterno e inconmensurable olvido. Así, desde una perspectiva nihilista y perezosa de la vida, puedo burlarme de la persistencia de los prepotentes, de los lideres, de los poderosos y los ricos, ellos que omiten la inutilidad de sus ambiciones; es la patética verdad del ego del amo que se resiste ridículamente a aceptar que es tan dependiente del esclavo, como el esclavo lo es de su amo; pues dime, señor poderoso, ¿Quién diablo serían sin tu vasallo? ¿no estás tan preso tu de él como él de ti? ¿no es la diferencia entre unos y otros un mero asunto de terquedad? Dime, sin nadie quien te obedeciera, ¿Quién le recodaría?
En el próximo artículo abordaré el resultado del ejercicio del poder, de la ocurrencia de las decisiones al manipular las circunstancias y cambiar el ritmo del tiempo: la verdad. Estos artículos obviarán los asombros naturales primarios y sus tedios, y desarraigándose hasta donde sea posible del dual moral, nadaremos en las ficciones que definen todo lo humano, todo lo que es demasiado humano ¡Acompáñame hacia el mundo de las ficciones!