Por estos días, en el disperso universo musical no se habla de otra cosa que del más reciente documental sobre la agrupación inglesa titulado 'Get Back', que retrata el último año de existencia de la banda (1969), y disponible desde este fin de semana (al completo) en la plataforma Disney+.
Pero, ¿de qué estamos hablando?, ¿se justifica tanto ruido por un documental entre tantos otros?, ¿trae algo nuevo que no sepamos?, y ¿no existía ya una película que documentara ese periodo final del grupo? La respuesta a todo esto es que estamos hablando de algo que amerita el alboroto, que trae todo nuevo y que supera de lejos lo que se conocía sobre la etapa final del suceso musical popular más importante del siglo XX: los Beatles.
Para los enterados, el grupo se separó oficialmente en abril de 1970. Justo cuando se acababa una década y con ella, un sueño (el hippismo). Un año antes, en 1969, los cuatro de Liverpool habían estado en el estudio componiendo y grabando para sus dos últimos álbumes (Let It Be y Abbey Road).
Sobre ese periodo existe una película de muy mala calidad que se centró en destacar tensiones y disputas de la banda y ayudó a crear el mito más taquillero: que la última etapa del grupo fue un verdadero infierno, lo que hoy (dejando a un lado las tensiones normales de un grupo de cuatro genios creativos) viene a saberse que no es del todo cierto. En todo caso, de este momento quedó un gran archivo grabado que nunca se usó.
Pasados cincuenta años, al director neozelandés Peter Jackson (responsable de la gigantesca trilogía El señor de los anillos) se le encomendó abrir lo que para muchos es el Tutankamón del rock: 60 horas —sí, sesenta— de archivo de imágenes y cerca de 150 horas en cintas de audio de esos días de los Beatles de paso por los estudios de Londres. Una mina de oro que estuvo guardada en un sótano a la espera de ser recuperada.
Por suerte sucedió; fueron cuatro años de restauración, edición y ensamblaje del material por parte de Jackson y su equipo. ¿El resultado? Un trabajo que roza lo arqueológico y se convierte en una experiencia audiovisual que permite 'acompañar' a los ingleses durante 21 días en el estudio; situación en la que bajo presión del calendario deben componer nuevos temas para su siguiente álbum (terminarán componiendo todo Let It Be, parte de Abbey Road y temas que aparecerán en sus proyectos solistas posbeatle). Asimismo deben preparar su vuelta a los escenarios (en 1966 se habían hartado de que en sus conciertos se escucharan más los gritos de sus fans enloquecidos que su propia música). El documental explica qué sucede con estas y otras ideas (algunas que parecen traídas de los cabellos).
Los tres capítulos de la serie —que suman algo menos de 8 horas— podrían ser algo mareante, pero la posibilidad de hacer parte de ese viaje con tal calidad de sonido e imagen restaurados permite al espectador integrarse a los ensayos durante tres semanas mágicas, ver cómo era la relación entre ellos, atestiguar el nacimiento de canciones que hoy son memorables y de cómo la urgencia de creación ante un corto tiempo exprime su genio musical. (Da escalofríos ver el nacimiento, de la nada, de una canción como Get back, que Paul 'descubre' mientras espera a que John llegue al ensayo…).
Luego de años de experiencias lisérgicas y de experimentación sonora (de vanguardia, de música concreta, de psicodelia) que van desde su imbatible Revolver hasta el —para entonces— recién estrenado Yellow Submarine, los Beatles habían decidido volver sus raíces rockeras. En el documental se muestra cómo en el afán por hallar nuevos temas en algún momento abren el baúl de los recuerdos y traen a colación temas que compusieron en sus primeros años, cuando apenas eran un grupo que tocaba ocho horas diarias en un local para borrachos en Hamburgo.
¿Peleas en estas sesiones del documental? Claro, en algún momento Harrison renuncia al grupo, tienen que ir a convencerlo para que vuelva; la relación Lennon-McCartney es un péndulo que va y viene entre el respeto-admiración y la distancia. De las novias de los muchachos por allí presentes, solo la presencia de Yoko incomoda…, Harrison nunca dejará de sentir que su talento compositivo es ninguneado (y que lo que Paul necesita para el grupo es a un 'Eric Clapton'). Pero también somos testigos de mucho talento junto, de iluminaciones y estancamientos, de mucha tomadura de pelo, de momentos intensos y creación espontánea, es decir, de mucho caos creativo desperdigado en horas y horas de música que fue tomando forma definitiva.
En medio de todo esto, (¡y por fin completa!) la famosísima presentación en la terraza del estudio en Londres, ante una vecindad incrédula de volverlos a ver en vivo y una policía británica que trata de recobrar el orden… lo que marcará su última presentación como grupo.
En este viaje audiovisual (que valdría la pena tomárselo con calma, para procesarlo) en algún momento se ve a algún fan recibiendo a los Beatles en el típico atestado aeropuerto de alguna ciudad del mundo. Porta una camiseta que dice: Elvis ha muerto, vivan los Beatles. Y no deja de ser revelador: tantos fenómenos "artísticos" que han muerto y que no podríamos nombrar porque ni nos acordamos, por contra de este enésimo renacimiento de los cuatro chicos de Liverpool...
El filósofo griego Heráclito tenía razón: nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. El eterno retorno de los Beatles nos permite descubrirlos, una vez más, diferentes, como aquella primera vez.