¿Quién iba a pensar que el 2020 llegaría con una sorpresita?
Y llegó cargado de enseñanzas para los docentes, con una “cachetada” de nuevas experiencias, nos despertó y nos puso al frente del cañón, como diría mi jefe (mi coronel Alberto Acosta). Me refiero a cachetada porque nos despertó sorpresivamente, nos hizo movernos, girar la cabeza y estar alerta.
Muchos docentes estamos dispuestos para la investigación, para la novedad, pero esto no nos lo esperábamos. Primero, experiencias con dolor por la pérdida de algunos seres queridos. Así mismo, de un momento a otro el tener que cambiar el escenario, los instrumentos para dar la clase, nuevas herramientas tecnológicas, el buscar una y mil capacitaciones, seminarios y conferencias (que afortunadamente fueron gratis). Leer e investigar fue para todos, parte del diario vivir, incluso para aquellos que se dedicaban a llegar todos los días al colegio, asumir la rutina, tomar el marcador y el borrador, llenar el tablero, organizar las filas y marcar la pauta para que, si darnos cuenta la educación siguiera así por mucho tiempo. Algunos ya habíamos entrado en una nueva forma de enseñanza, utilizando la lúdica como arma poderosa para generar interés en los estudiantes, dejarlos mover, crear pensamiento crítico.
Pero, el COVID-19 logró hacer lo que muchos no habían logrado, tuvimos que dar un giro a la evaluación y a la docencia, en una nueva aula: “el aula virtual”. Estuvimos durante meses, algunos sentados, otros de pie y me atrevo a pensar que otros acostados, no solamente enseñando sino también aprendiendo, mirando, analizando y preguntándonos cómo enseñar a personas que estaban solamente en una pantalla, a unos seres que también sentían un cambio brusco y drástico, que no dio tiempo para nada.
Uno de los componentes de la enseñanza es la evaluación, muchas veces los docentes la vemos como instrumento de poder, la parte final de enseñanza, la herramienta que nos permite inflar los egos. En los salones teníamos niños vigilados y controlados, “para que no se fueran a copiar”. Pero ahora la situación nos puso en “jaque”, estábamos frente a una amenaza. ¿Cómo los controlamos?
Como lo diría (Foucault, 2002), sabiamente: ¿De dónde viene esta extraña práctica y el curioso proyecto de encerrar para corregir, que traen consigo los códigos penales de la época moderna? De un verdadero conjunto de procedimientos para dividir en zonas, controlar, medir, encauzar a los individuos y hacerlos a la vez "dóciles y útiles". Vigilancia, ejercicios, maniobras, calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros, una manera de someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus fuerzas, se ha desarrollado en el curso de los siglos clásicos, en los hospitales, en el ejército, las escuelas, los colegios o los talleres: la disciplina.
Todo esto pasa porque los profesores tenemos miedos, miedos de potenciar el pensamiento crítico, de tener niños que pregunten, que sean analíticos y sobre todo estudiantes que sean autónomos. Es el miedo normal que tendría una mamá o un papá, cuando su hijo adolescente le pregunta "¿cómo utilizo un condón?" y diferentes inquietudes más que nos dejan inmóviles.
Ahora bien, ya no teníamos escapatoria, ya teníamos que asumir este reto, es a lo que estamos acostumbrados los docentes, cuando llegamos a un colegio diferente, y sí que nos pasa, como cuando nos encanta la lúdica y el coordinador académico de un colegio maneja un verbo que no todos manejamos, el verbo “tableriar”. ¿Cómo se conjugaría? Yo tablereo, tú tablereas, él tablerea, y todos los profesores tablereamos.
Todos asumimos el reto, buscamos estrategias y nos adaptamos rápidamente.
La evaluación como parte del proceso de enseñanza-aprendizaje tuvo que ser formativa, dándole una mirada de proceso continuo, y permanente.
“La incorporación a la evaluación de la práctica pedagógica, de enfoques y métodos de evaluación utilizados en diversos campos de la actividad social, como son las relaciones sociales, los procesos de cambio social, la experimentación de nuevo currículo, el análisis de documentos” (Sacristán & Pérez, 1992).
Evaluar sin vigilar fue parte del proceso, no podíamos preguntar como lo veníamos haciendo en las aulas y no podíamos recurrir solamente a la memoria porque las respuestas estaban en internet. ¿Cuál era la salida? Hacer más evaluaciones orales y menos escritas, evaluar todo el tiempo de la pandemia de forma cualitativa, generar pensamiento crítico, y desarrollar competencias en los estudiantes para la autonomía, por medio de experiencias significativas como las que hicimos con gamificación.
Lograr cautivar la atención del estudiante fue nuestro más grande reto, pero también nuestra satisfacción. Conseguir que todos los estudiantes se conectaran, participaran, dieran su punto de vista, argumentaran, jugaran y leyeran en grupo. Todo esto ha sido, este año, nuestro más valioso tesoro de enseñanza.
Lo logramos, no fue fácil, no regalamos el año, permitimos que ellos (nuestros niños) aprendieran, así mismo nosotros, aprendimos valiosas enseñanzas, nos acercamos más como seres humanos y menos como desconocidos —maestro-estudiante—. Reconozco que algunos días lloramos juntos, también reímos, cantamos y soñamos con un mundo mejor, ese mundo que nosotros mismos construiremos de hoy en adelante. Esperamos también que el 2021 venga con desafíos, que nos permitan dar la batalla y demostrar de qué estamos hechos los maestros.
Aprendimos a confiar en nuestros chicos, a planear, desarrollar y aplicar evaluaciones llenas de sentido, más de pensamiento y realidad, más de entrega y menos de copia, más de ver el mundo a través de los aprendizajes y menos de teoría, y más de práctica, menos de repeticiones, que al fin y al cabo nadie entiende.
Rendimos homenaje a esos maestros que se fueron, los que la pandemia se llevó, algunos entregando hasta el último momento de sus vidas, por la responsabilidad de ser maestros, esos que dejaron huella imborrable en la vida de los adolescentes que valoran todo lo que día a día entregamos los docentes.
Bibliografía
Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar. Buenos Aires: Siglo XXl Editores Argentina.
Sacristan, G., & Pérez, A. (1992). Comprender y Transformar la enseñanza. Madrid: Ediciones Morata.