“Se va a gastar más de doce horas” me dijo un amigo al celular, entre risas y con cierto tono compasivo, cuando en diciembre le dije que iba en el carro pasando por Villavicencio –estaba viajando de Bogotá a Yopal—, lo que no entendí de ningún modo y lo atribuí más bien a una broma bastante reforzada, sin llegar a suponer que me encontraría con unos de los viajes más insólitos, largos y extenuantes de toda mi vida.
A doscientos metros adelante del Peaje Puente Amarillo –entre Villavicencio y Restrepo—, me encontré con una fila de todo tipo de vehículo estacionado, pero aun así no le di crédito a la temeraria advertencia de mi amigo, sin siquiera sospechar que iniciaba un lento y tortuoso viacrucis de interminables y constantes trancones –incluido por lo menos ocho hasta Cumaral, y así sucesivamente hasta llegar a Aguazul, teniendo un promedio de trancón cada diez minutos— que lo somete a tardar más de seis horas para llegar a Villanueva, y más de doce horas para arribar a Yopal, para concluir con estupor que Covioriente decidió intervenir de una vez todo el corredor vial Villavicencio – Aguazul, dentro del contrato de concesión que suscribió con la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), para los estudios y diseños, construcción, rehabilitación y mejoramiento de la misma.
Un testimonio como simple usuario de esta vía, genera preguntas tan elementales como por qué una parada – para permitir el tráfico vehicular que viene en la dirección contraria y que atraviesa uno de los interminables tramos intervenidos— tiene que durar hasta 45 minutos y mucho más cuando el tráfico que viene aparece veinte o treinta minutos después de la parada, y el recorrido del tramo intervenido no demora más de diez minutos.
Una respuesta de los ciudadanos del sur de Casanare, es que Covioriente no contrataría el suficiente personal para el trabajo de paleteros –personas que se encargan de parar el tráfico en una dirección y autorizar el desplazamiento del que viene en el sentido contrario— y esto se vendría a corroborar porque no se cuentan con paleteros ni en el inicio ni en la terminación de muchos tramos, lo que explica por qué las paradas son tan largas y por qué demora tanto la aparición del tráfico autorizado que viene en la dirección opuesta, en el sentido de que el desplazamiento vehicular en un sentido es más demorado porque recorre varios tramos, cuando al tener paleteros en cada uno de estos los desplazamientos serían más cortos y el tráfico sería mucho más equitativo para los que vienen como para los que van –en beneficio también de quienes se desplazan entre poblaciones cercanas entre sí— sin dejar de mencionar que en algunas partes de las vías muchos paleteros habrían comentado que no se les ha renovado el contrato.
Y lo que es más: algunos ciudadanos aseguran que por ejemplo los domingos no hay motivos para detener el tráfico, porque simplemente en ese día no se está adelantando ningún trabajo, a excepción de lo que hace una u otra volqueta o retroexcavadora en la vía, lo que incluso ha desmotivado a muchas personas a desplazarse a Casanare en plan de negocios o recorrido turístico, lo que fue evidente con la ausencia de foráneos en una época tan clave para la economía como es el mes de diciembre.
A Covioriente nadie le puede desconocer la seriedad y rigurosidad con la que ha asumido la ejecución de esta obra –una de las más importantes para la Región de los Llanos en toda su historia— pero también es cierto que debió concertar –con organismos gubernamentales y no gubernamentales del sur y el resto de Casanare— un plan de contingencia para hacer menos gravosa esa parálisis vial, o establecer distintas alternativas para no ocasionar semejante caos, como no intervenir toda la vía, sino hacerlo de manera gradual y selectiva, que permitiera una movilidad regular y aceptable, con el fin de no afectar los diferentes renglones económicos de esta subregión –y en consecuencia un corredor que compromete el aparato productivo de Arauca, Casanare y Meta, incluidos los productos agropecuarios que salen al centro y el resto del país— lo que genera un “efecto dominó” como el alza de los productos de la canasta familiar, al encarecerse el costo del transporte de carga que viene del centro del país —la misma suerte corren los demás productos y servicios— como es caso de que un pasaje de transporte público de Villanueva a Yopal o Villavicencio, que ha pasado de veinte a cuarenta mil pesos.
Coletilla. Es urgente que los congresistas de Casanare –la senadora Amanda González y los representantes Jairo Cristancho y Cesar Ortiz Zorro— citen al gobierno nacional y convoquen a Covioriente para un debate de control político en las plenarias de Cámara y el Senado, no solo para exponer una simple “parálisis vial” entre Villavicencio y Aguazul, sino además una preocupante crisis socioeconómica que ha ocasionado está en el sur del departamento, que tiene sumergidos en la incertidumbre y la impotencia a sus ciudadanos, que abiertamente expresan que no sienten el respaldo ni el acompañamiento de absolutamente nadie en esta problemática.
Los legisladores casanareños deben tener en cuenta que el debate de control político es una de las funciones constitucionales del Congreso, que permite llevar la problemática de la región al escenario nacional, en donde se indaga y se compromete —como por ejemplo en este caso— al ministro de Transporte y a la Agencia Nacional de Infraestructura para que ajusten los términos del contrato con Covioriente, que permita encontrar alternativas para que se recupere la movilidad en este corredor vial, evitando que más adelante el Gobierno Nacional se vea obligado a declarar un estado de emergencia social y económica en esta subregión de los Llanos —como lo establece el artículo 215 de la Constitución Política— teniendo en cuenta que la terminación de esta obra tardaría por lo menos dos años más.
* Especialista en Gobierno y gestión pública territoriales, Pontificia Universidad Javeriana.