Una vez más las mujeres son las principales figuras de los Juegos Olímpicos. Ayer nada más, en las eliminatorias de los 5 mil metros, la atleta Hassan, una etiope que defiende los colores de Holanda, se cayó faltando 800 metros. Increíblemente se levantó, retomó el ritmo y terminó ganando la prueba. Un día después ratificó su poderío ganando oro. Esta es una de las Walkirias que llenaron de gloria el olimpo del deporte. Ahí estuvo Yulimar Rojas, la enorme Yulimar, con toda su buena onda venezolana, rompiendo el record del mundo, está la norteamericana Ledecky, reina absoluta de las piscinas, la niña de 13 años Rayssa Leal, medalla de plata en Skate y la persona más joven en ganar una presea olímpica. Están la voleybolista Wong-Morantes de Estados Unidos, la torre Paola Egonu de Italia, la Mariana nuestra de todos los días, en fin, los juegos es una vaina de mujeres.
Y está Simone Biles, la gimnasta norteamericana que le dijo No a la presión y que decidió bajarse del caballete antes de sufrir un colapso mental. A los 19 años ya había ganado todo lo que una gimnasta podía ganar en Rio 2016. Tuvo la valentía de decir que estaba desgastada mentalmente y que quería descansar un momento antes de que la presión le pasara factura. Con toda la sobradez del caso y casi del machismo el serbio Djokovic casi que desestimó esos temores y afirmó que la presión era un privilegio de los deportistas de élite.
La lengua lo traicionó y como una maldición en pleno partido para ganar bronce -que al final perdió- el hombre dio este penoso espectáculo:
Hasta el propio Nadal criticó la salida en falso del Serbio quien, además, cometió la canallada de no participar en la disputa del bronce de dobles mixtos perjudicando a su compañera. Por estas horas Biles se alista en cambio para volver a competir en gimnasia, si llega ganar una medalla le dará sobradas razones al mundo para gritarle a Djokovic: ¡Deja la cobardía y pelea con la furia que lo hacen las niñas!