En la Riohacha de los sesenta la estructura social y familiar era muy fuerte. Los jóvenes estudiantes y los deportistas representaban lo más avanzado del medio. El estudiante universitario era el personaje más admirado por su lenguaje distinguido y trato respetuoso. Indiscutiblemente era el modelo social. Se produjeron bachilleres a la altura de los mejores del país y grandes profesionales. El médico era el primero en la escala social con éxito garantizado y respeto comunitario; el abogado en segundo término; el odontólogo en tercero; el ingeniero aún no aparecía como importante en el escenario laboral.
Estaban también quienes se inclinaban por otras cosas y no les gustaba mucho el colegio. Desde temprana edad aprendían en la “escuela de la vida” y enseñaban estas faenas a los más estudiosos. Aprendían a conducir, eran aventajados en el billar, eran habilidosos comerciantes, los primeros que sin temor se lanzaban desde el puente de “el riíto” y desde la “punta del muelle” turístico. En esa época nadie podía imaginar que quince años más tarde algunas de esos aventureros serían los “grandes señores”, con un poder económico inimaginable.
Como consecuencia, se produjeron cambios en la dinámica económica y sociocultural. La súbita prosperidad de algunos "emergentes" invirtió las cosas; poco a poco el negocio de la "marimba" se perfiló como industria y se expandió al departamento y a la costa Caribe. La otrora vanguardia estudiantil fue reemplazada por los "marimberos" quienes se convirtieron en los nuevos modelos sociales y, de paso, hundieron a la Guajira en general y a Riohacha, en particular, en una crisis social, política, cultural, educativa y moral jamás registrada en su historia.
Tal situación sedujo a muchos jóvenes que antes solo pensaban en estudiar y ser profesionales. El argumento era que aquellos ganaban en unos días lo que los profesionales tardarían años en conseguir, por lo que lo académico y profesional se desestimularon socialmente. Se le cogió amor al dinero fácil ocasionando un daño cultural que ha trascendido las generaciones. En plena bonanza y después de ella ya no era importante la academia. El estudiante universitario pasó a ser lo último en la escala social.
La mezcla de carro, botella de whisky, arma y mente con poca escolaridad impuso un estilo de vida, un modelo para los jóvenes de la época. En menos de diez años (1974-1981) todo cambió. En 1988 y en 1992 cuando se realizaron las primeras elecciones populares de alcaldes y gobernadores respectivamente en Colombia, todo giraba en torno al dinero en nuestros pueblos. Algunas de las estructuras usadas para el negocio de la marimba terminaron involucradas en la política. Casas y familias marimberas mutaron a casas y familias políticas.
En ese estilo surgió y continúa la forma como elegimos a alcaldes y gobernadores. Sin política ni partidos, “lideres” ¿o capos? se reúnen y deciden cuánto vale la campaña. No importa de dónde venga la plata; cualquier haragán puede ser el candidato. Es por esto que el poder ha estado desconectado del conocimiento en nuestra marginal guajira. A esos niveles de decisión y poder no han llegado los mejores hijos de nuestra tierra. Ni los más inteligentes, ni los más preparados. ¡Qué tragedia! Por eso estamos, como estamos.
Los gabinetes se arman en parranda con quienes ponen la plata para la campaña. Allí se presentan trifulcas porque todos quieren educación, salud y obras. Caracterizar la clase política que ha ostentado el poder en la Guajira significa hablar de peculados, contratocracia, enriquecimiento ilícito, votos cautivos, fraudes electorales impunes, desidia por los problemas de las comunidades e indiferencia ante lo que le pueda ocurrir al departamento. No es casual que tengamos los peores indicadores de desarrollo humano y los líderes de la politiquería estén presos.