Los dos candidatos más opcionados hoy para la próxima elección presidencial en Colombia en 2022, Sergio Fajardo y Gustavo Petro, a quienes todo separa, solo tienen una cosa en común: una larga trayectoria electoral y una insignificante representación parlamentaria.
Un presidente elegido sin una bancada parlamentaria proporcional a su votación, que es lo que debería suceder normalmente, es una condena anticipada al fracaso. Ese es el principal problema de la política nacional: el divorcio entre la opinión pública que elige al Presidente y el mundo político que elige al Congreso. Y es por tanto el principal problema de nuestra democracia: un régimen presidencial que se ve obligado a legislar por decreto, porque sus iniciativas no tienen eco en el Congreso, que es la historia del gobierno Duque con todo y sus 20 senadores más sus frágiles coaliciones. ¿Qué tal con ninguno?
Lo que hay detrás de esa situación irregular es la desaparición de los partidos políticos como opción de poder nacional, mientras mantienen el monopolio del poder en el Congreso, y como consecuencia su imposibilidad para presentar un candidato viable que vaya a las urnas respaldado por una bancada parlamentaria elegida previamente. El proceso de selección de candidatos a través de estructuras partidistas entre personas capaces y carismáticas, que hayan hecho su carrera dentro de un partido, como sucede en los regímenes parlamentarios y presidencialistas en todo el mundo, desapareció en Colombia. Aquí las candidaturas presidenciales se han vuelto aventuras individuales, contra la política partidista. ¿Quién entiende eso, si al final el poder de hacer las leyes sigue estando en el Congreso? ¿Cómo solucionar un asunto tan espinoso, antes de la próxima elección presidencial?
Si tomamos los resultados de la última elección parlamentaria de mayo de 2018, las cuentas políticas de la lechera serían así: el Centro Democrático tiene dos millones y medio de votos, el Partido Conservador, el Partido Liberal, el Partido de la U y Cambio Radical rondan cada uno por los dos millones; la Alianza Verde 1.300.000, el Polo 700.000; los Decentes, Mira y Colombia Justa y Libre rondan por 500.000 cada uno. En esa elección votaron cerca de 18 millones de personas para una participación de 49 % del censo electoral.
Para la elección presidencial de 2018. La participación aumentó al 54 % y en ambas vueltas votaron cerca de 19,5 millones de personas. En la primera vuelta presidencial Iván Duque sacó 7,6 millones de votos; Gustavo Petro 4,8, Sergio Fajardo 4.6; German Vargas 1.4 y Humberto de La Calle 400.000. Es decir que a Iván Duque lo acompañaron además de su partido, el Partido Conservador y los Cristianos, más votos de opinión; a Germán Vargas y Humberto de la Calle, no los acompañaron ni sus propios partidos; y los dos candidatos más opcionados hoy, Fajardo y Petro fueron un descomunal fenómeno de opinión pública, mucho más importante que sus escasos apoyos partidistas.
Lo cual quiere decir dos cosas: la primera, que la opinión pública es muy importante en la elección presidencial. La segunda, que la fórmula ganadora para la Presidencia de la República sigue siendo una mezcla de apoyos partidistas más opinión pública como quedó demostrado en la primera vuelta presidencial y confirmado luego.
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¿Cómo puede barajarse la próxima elección presidencial con esos datos y esos votos, que son los que hay?
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Varias cosas. La primera, que son las fuerzas de derecha, el Centro Democrático, el Partido Conservador, Cambio Radical, la Bancada de Dios, quienes más pueden sumarle apoyos partidistas a un candidato único de una coalición difícil de armar, cuyo candidato podría no ser del Centro Democrático. Así quedó demostrado con la elección de Iván Duque, lo cual seguiría estando vigente, a no ser que haya un gran rechazo en la opinión a la idea de la continuidad del Uribismo en el poder, como parece estar sucediendo.
Lo segundo, que Gustavo Petro es un candidato esencialmente de opinión y los apoyos parlamentarios que pueda conseguir son muy marginales. Depende enteramente de su discurso para pasar a la segunda vuelta, no tendría mayor apoyo parlamentario previo y una gobernabilidad imposible si ganase.
Lo tercero, que Sergio Fajardo podría esta vez sacar más votos que Gustavo Petro y pasar a la segunda vuelta si la opinión pública lo sigue viendo como su consentido y ve con creciente desconfianza a Petro. Pero no puede correr el riesgo de ir a esa aventura con las mismas fuerzas que la vez pasada no le alcanzaron para pasar. Es, para decirlo de otra manera, el candidato más opcionado para ganar la consulta de una coalición de centro, también difícil de armar, que incluiría eventualmente al Partido Liberal, a parte del Partido de la U, y por supuesto al Partido Verde, más otras fuerzas de opinión como la que representan los hijos de Luis Carlos Galán. Es la carta ganadora del centro político para garantizar el paso a la segunda vuelta (y la Presidencia) además de un respaldo parlamentario importante. Así sería menos penoso el divorcio a la colombiana que estamos viendo entre la Presidencia y el Congreso.
Publicada originalmente el 6 de octubre 2020