En la pasada asamblea del 14 de enero en la Universidad Industrial de Santander se debatió si se debía seguir el paro o no, y en una reunión que duró desde las 9:00 a.m. hasta las 4:30 p.m. aproximadamente se tomó la decisión de continuar el paro. Entre gritos y discusiones se vio poco a poco cómo se desmoronaba la unidad que había caracterizado, durante finales del 2018, al movimiento estudiantil en Bucaramanga.
A las ocho de la mañana fue la cita, en la plaza Che de la UIS. Poco después de eso los estudiantes entraron al auditorio solo para que se les dijera que la asamblea tomaría lugar en el coliseo de la universidad en vez de en el Auditorio Mayor Luis. A Calvo.
Las gradas y la gran mayoría de la cancha multideportiva se llenaron de gente, y las dos posiciones frente al curso de acción no se hicieron esperar. Desde todos los ángulos los estudiantes se vieron bombardeados con panfletos que favorecían al paro y otros que estaban en contra de continuar con este mecanismo de presión. El coliseo se llenó de opiniones y de discusiones y el tan solo acordar el orden del día duró más de una hora. Perfecta introducción para lo que sería un día colmado de dicotomía estudiantil.
Aterrizar el paro
Las personas que buscaban el regreso a clase argumentaban que lo que se había ganado era suficiente para garantizar la reanudación del periodo académico 2018-2. Explicaban que les parecía suficiente los 5.8 billones distribuidos entre la base presupuestal, los pagos pasivos, las cooperativas, la inversión universitaria, las regalías y el descuento electoral.
También argumentaban que el paro, que se había iniciado el año pasado, había logrado cambios en la legislación de la reforma estructural al Icetex, la reforma de los artículos 86 y 87 de la ley 30/92, la reforma al sistema general de regalías y las condiciones tributarias profesorales previas a la Ley 1819. Y que estos cambios y reformas eran suficientes para garantizar el final del paro, sin abandonar los mecanismos de presión, las marchas y las asambleas.
Sin embargo, las personas que estaban a favor de continuar el paro no se hicieron esperar y respondieron con lo siguiente a lo anterior mencionado.
La lucha continúa
Primero que todo, el grupo de estudiantes que deseaba continuar el paro esperaba que después de lo pactado hubiera una socialización para que todas las partes estuvieran de acuerdo con lo que se puso sobre la mesa, cosa que este grupo dice que no se realizó. También se argumentó que el acuerdo y una firma no son garantías válidas de que esto se vaya a realizar, como ya ha pasado en este gobierno con los acuerdos de paz.
Otro punto fuerte fue que el acuerdo solo contempla 1 de los 10 puntos del pliego de exigencias UNEES. Aparte lo acordado no plantea solución alguna al problema estructural de las universidades.
Sin dejar a un lado, están las exigencias locales. El movimiento exigía la remoción inmediata de Jaime Camacho Pico y Jerson Meneses, el retiro de las cámaras de seguridad, el aumento de la cobertura para bienestar universitario y la mejora de las condiciones del HUS y las sedes regionales.
Entre gritos y aplausos
Y así finalizó la asamblea, con una votación que algunos compararían con un aplausómetro, a vista de la moderadora se pidió que alzaran la mano los que estaban de acuerdo con retomar las clases y luego los que querían que se continuara con el paro. Estos últimos al ver la mayoría de manos levantadas, sin esperar palabras de la moderadora, se pusieron de pie y aplaudieron y celebraron la victoria del paro en la asamblea del 14 de enero.
Así sin más fueron saliendo del coliseo mientras la moderadora trataba de informarles a gritos que debían seguir reuniéndose y discutiendo en los días a venir. Algunos escucharon pero ya la mayoría había hecho lo que había ido a hacer. Votar para perpetuar la lucha con un estado que probablemente no vaya a continuar dando sino que, con facilidad, se puede inclinar a cerrar el puño y dar incluso menos garantías de las que se estaban dando.