Distintas maneras de pelar el cobre
Opinión

Distintas maneras de pelar el cobre

Por:
marzo 20, 2014
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Cuando los expresidentes se sacan los trapitos al sol, pelan el cobre; cuando los candidatos a la presidencia hacen campaña cimentada en golpes bajos a los contrincantes, pelan el cobre; cuando algún hombre de negro demuestra su genialidad de asesor, haciendo propaganda tan negra como su atuendo, pela el cobre; cuando los ganadores de las elecciones menosprecian a los perdedores, pelan el cobre; y cuando los perdedores, respirando por la herida, hacen quedar al país como un zapato frente al mundo, también lo pelan; cuando directivas de partidos o cuadros de campañas descalifican las encuestas que no les favorecen, pelan el cobre; cuando un vicepresidente en ejercicio se quita de una embajada con el argumento de que “el perro está muy peludo y el clima caliente de Brasilia le podía hacer daño”, está requetepelando el cobre.

Cuando empresarios prenden una vela a Uribe en privado y otra a Santos en público, pelan el cobre; cuando militantes de derechas califican a las izquierdas democráticas de amenazas guerrilleras, pelan el cobre; y cuando militantes de izquierdas califican a las derechas democráticas de amenazas fascistas asimismo lo pelan; cuando conocidos periodistas se trenzan en un mano a mano de insinuaciones insidiosas porque defienden posiciones distintas, pelan el cobre; cuando los ciudadanos no movemos un dedo para que esto cambie, pero acallamos la conciencia criticando a cualquiera que lo mueva, pelamos el cobre; cuando los humoristas hacen humor a costa del dolor de los demás —además de que deberían cambiar de oficio por falta de ingenio—, están pelando el cobre, ¡y de qué manera! (¡Qué mamera!).

Y así podría seguir hasta el año 3000, dejando fuera a quienes, aparte de pelar el cobre, delinquen. (Esos son harina de distinto costal). Porque todos los días, a todas horas y de todas las maneras, habrá alguien pelando el cobre; empezando por usted y yo, los vecinos y los demás. A todos —en mayor o menor grado— nos habrá llegado el turno alguna vez, en los pequeños círculos en los que a diario nos movemos. Nadie está libre de los hechizos que despide este dichoso metal; al igual que Chile, las grandes reservas las llevamos en las entrañas, listas para ser explotadas. Pero es que lo sucedido esta semana… ¿Mezquindad?, ¿bajeza?, ¿canallada?, ¿ninguna de las anteriores?, ¿todas las anteriores? No encuentro la palabra exacta.

Una ola que se formó la noche del domingo en las redes sociales —las cuales, ya lo sabemos, son capaces de llevar a cabo las más generosas cruzadas y los más tenebrosos linchamientos— alcanzó su punto álgido en los primeros días de la semana y, todavía hoy, sigue acusando signos de gran vitalidad: burlas, chistes crueles, comentarios mordaces.

Apenas un rato después de que terminara el lanzamiento de Juan Manuel Presidente, en el estadio de béisbol de Barranquilla, empezaron a circular los mensajes por Facebook, Twitter, Gmail, etcétera: algo, fuera del libreto, había sucedido al candidato Santos. Fotos, videos, efectos zoom, cámara lenta, congelación de imagen y repeticiones, magnificaron un accidente —penoso e incómodo, supongo— que cualquier hombre, bajo determinadas circunstancias, puede llegar a sufrir. Al día siguiente muy temprano, lo recogieron y comentaron varias emisoras. Con la obsesión por la “chiva” y por dárselas de muy irreverentes, algunos comentaristas —otros cortaron el tema por lo sano, hay que celebrarlo— creyeron que se lucían, no solo dándole vueltas al incidente y mofándose del presidente, si no tratando de convertirlo en asunto de Estado para así justificar su morbosidad sin sentido. (Quien crea que la incontinencia urinaria —si la hubiera, que no lo sabemos ni nos importa— afecta el desempeño de un primer mandatario, es porque ignora cuál es el lugar que ocupa el cerebro en el cuerpo humano. Arriba y lejos de la tubería, ubíquenlo en un libro de anatomía). Pelaron el cobre, completico, al tiempo que dejaron muy mal parada su idoneidad profesional. Hay que ponerse en los zapatos del otro, al menos intentarlo, aunque no nos guste ese otro. (Y aunque sea persona anónima que no salga en los medios).

COPETE DE CREMA: No voté ni votaré por Santos, guardo serias reservas frente a los medios que utiliza para conseguir sus fines, creo que no tiene inconveniente en pelar el cobre las veces que su pragmatismo considere necesarias, sospecho que siempre tiene cartas escondidas, no confío ni mú en que lo que dice es lo que piensa; y me parece una tontería que ahora nos invite a llamarlo Juan Manuel, de jueves a domingo, los días que funge de candidato. Sin embargo, por el bien del país, quisiera que le fuera bien; en lo que le queda de este gobierno y en el próximo si es que lo favorecen las urnas y las mermeladas y blablablá. Y, a pesar de que no es santo de mi devoción, me sumo al rechazo de la intromisión indebida que sufrió y admiro el valor con el que decidió enfrentar la vocación carroñera de muchos de sus compatriotas. ¡Salud!

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