Todo estaba oscuro, la euforia del momento se sentía entre los presentes, todo el mundo bailaba y se reía. Había bebido lo que puede beber alguien que jamás probó el aguardiente. Ese mareo que sentía hizo que dos personas me acompañaran al baño y luego me dejaran durmiendo en una de las habitaciones del lugar donde estábamos, me acostaron en un sofá y antes de cerrar los ojos, vi cómo cerraron la puerta café que separaba ese cuarto de la sala donde estaba la fiesta… cuando abrí de nuevo mis ojos, él estaba ahí... Lo único que mi cerebro es capaz de traer al presente es verlo sobre mí, haciendo algo que imaginé, sería diferente para mi vida. Ya saben. Toda esta idea del sexo después del matrimonio, familia e hijos.
“Soy virgen”, le dije en repetidas ocasiones, “soy virgen”
- “Yo sé, yo sé” - me respondía, sin parar.
Yo tenía 18 años.
Cuando desperté estaba en el piso, desnuda y tenía frío, él estaba en el sofá. Me sentía desorientada y me tomó un rato recordar lo sucedido. Me levanté, recogí los aretes que llevaba puestos la noche anterior y salí de allí. Lo que pasó ese día me llenó aún más de dolor.
Estaba lejos de casa, me sentía sucia, me duché con la esperanza de que el agua se llevara ese sabor de perdida, de angustia, que me uniera los pedazos que quedaban de mí.
No fui a la fiscalía, no denuncié, en realidad estaba en shock y no sabía qué hacer, solo sabía que quería salir corriendo y esconderme de todo el mundo, y creo que en el fondo sabía que mi queja no llegaría a ningún lado. Me fui de allí sin una parte de mi vida, sentía que me habían robado algo que jamás pude recuperar. El único fragmento que me quedaba después de que el hijo del pastor de la iglesia donde mi familia asistía abusara de mí cuando yo era apenas una niña.
Recordé estas historias a propósito de la columna publicada en la Revista SOHO, “Mi primera violación”. Cuando leí los apartes no pude evitar pensar ¿cómo alguien que fue violentada dos veces podía escribir algo así? Estaba incrédula e incluso, algo confundida pues, de algún modo, sentí como si hubiese minimizado mi dolor, el de muchas (y muchos).
¿Cómo leer ese artículo sin sentir el dolor de recordar vívidamente un acceso carnal violento? ¿Cómo asumir esas letras cuando una mujer abusada lleva cargando el peso de una violación que sucedió cuando apenas tenía 4 o 5 años? ¿Cómo se es capaz de permitir publicar un artículo en una revista de talla nacional que, a todas luces, puede interpretarse como una bofetada para todas aquellas personas que hemos tenido que pasar, al igual que ella, por una experiencia que marca la vida para siempre? Y sé que no solo hablo por mí al hacerme estas preguntas que tal vez no tengan respuestas.
Cuando pude hablar con mi primera psicóloga (a la cual tengo mucho que agradecer, a ella y a su hija) pude entender que la culpa no era mía, y aun así después de tanto tiempo, sigo sintiendo el mismo dolor que sentí hace años y que siento cada vez que escucho a alguien que fue violado, cada vez que leo alguna noticia sobre el tema y no puedo evitar sentir esa ira y esa impotencia, porque nadie debería pasar por algo así.
Si algún día la autora de ese artículo me lee, (si de verdad una mujer fue capaz de escribir eso) quisiera decirle que: Lo único que da a entender es que, aparte de estar totalmente falta de empatía, el hecho de haber reaccionado de esa manera a sus dos violaciones no hace a las demás víctimas menos fuertes que ella, y el que no haya asumido esos abusos como son (violentos, abusivos, agresivos, incorrectos) no significa que las demás personas debamos permitir que cualquier individuo acceda a nuestros seres como si se trataran de un objeto en préstamo o en venta.
La invito a que se interrogue y se permita hablar con un profesional de la salud mental para que no siga evitando hechos que, claramente marcaron su experiencia de vida, hechos que decidió canalizar evitando hacerle frente a la gravedad y suprimiéndolos al punto de recomendar “disfrutarlos”, como si de un paseo al parque se tratara.
A la revista: ¿“Parte del encanto de la violación es que uno oponga resistencia. ¿Eso excita al victimario”? ¿Dónde quedó el criterio ético del editor y su equipo? ¿Ese es el avance que hemos tenido como sociedad en estos 17 años? (El artículo originalmente fue publicado en 2003)
Sin duda alguna, la revista, el director de la misma en el año 2003 y 2020, así como los respectivos editores, deben hacerse responsables por los daños que pudo producir el artículo “Mi primera violación” en las personas que recibieron el mensaje contenido en esas letras, no se puede ser tan irresponsable de seguir ejerciendo el periodismo cuando se publican contenidos en los medios que hacen apología a la violencia contra la mujer, al maltrato y a la normalización de algo tan serio como lo es el abuso y el acceso carnal violento.
A las víctimas de violación: No están solos ni solas, no está mal buscar ayuda, no es culpa de ustedes y sobretodo, NO es NO y jamás un abuso y una violación debe ser considerado como un acto menor. No se callen, busquen ayuda, todo puede mejorar.