Discurso y contradiscurso de un marco político que se renueva

Discurso y contradiscurso de un marco político que se renueva

Aunque se transformen sus dinámicas, la pretendida apertura para dar cabida a otros sectores puede no ser más que una estrategia

Por: José Ignacio Correa M.
septiembre 05, 2018
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Discurso y contradiscurso de un marco político que se renueva
Foto: Pixabay

El discurso político ha estado signado por estrategias simbólicas que convergen en una misma estructura y que, al articularse en función de los sectores que conforman cada grupo hegemónico, se ubican en posición tal que dan cabida a la irrupción de uno o más discursos contrahegemónicos. De esta manera, el partido de gobierno y sus aliados se constituyen en baluarte desde el cual se diseñan las políticas públicas, se destinan recursos y se ejecutan las primeras. Incluso, como plantean los teóricos, puede darse solo la impresión de ejecutarlas o, en el mejor de los casos, ofrecer paliativos que perpetúan los problemas sociales (Edelman, 2002), mientras sectores antagónicos construyen sus argumentos y programas como alternativas de acción política.

El actual gobierno, desde el momento mismo de la elección, ha construido una estrategia discursiva que apunta a cubrir los flancos del aparato institucional y evitar, de ese modo, potenciales ataques a su accionar. Por su parte, el partido busca copar la arena política con cuestionamientos y propuestas que, partiendo del tradicional devil shift (propensión a resaltar lo negativo del adversario, generar desconfianza en sus acciones y advertir sobre los riesgos de su llegada al poder), llegan a dar la impresión de estar en contradicción (o en oposición) con lo que viene adelantando el ejecutivo.

Una rápida mirada a esas estructuras mentales que dan sentido a nuestra visión de mundo, a las que la ciencia cognitiva denomina marcos, nos obliga a reconocer que esas configuraciones discursivas y esas acciones políticas constituyen un remozado empleo del doblepensar que lleva a “Decir mentiras descaradas creyendo sinceramente en ellas, […] negar la existencia de la realidad objetiva y al mismo tiempo reparar en la realidad que uno niega” (Orwell, 2016, p. 127).  Es decir, nos encontramos en un ámbito en el que —por primera vez, de manera abierta— un grupo hegemónico dice y contradice al mismo tiempo, en un ejercicio retórico que prefigura una manera particular de gobernar y de construir significados políticos y sociales.

Cuando la actual vicepresidenta planteó aquello de que “una cosa es el Centro Democrático y otra el gobierno”, no solo estaba construyendo una tautología sino que, ante todo, daba cuenta temprana de lo que sería el futuro de uno y otro, claramente evidenciado en el aviso de publicidad política pagada en El Tiempo y la arenga del presidente del senado —por una parte—  y la disertación del presidente de la república —por la otra—, discursos todos del 7 de agosto de 2018.

Posteriormente, la postura del presidente del senado y de los senadores del partido de gobierno en relación con la consulta anticorrupción y la inmediata capitalización de los resultados de la misma por parte del presidente Duque constituyen una muestra clara de la eficiencia del doblepensar en la manera de reducir espacio al adversario político. A pesar de lo que puede leerse como una graciosa concesión a los más de 11 millones de votantes que se pronunciaron contra las prácticas corruptas, en una nueva forma de hacer política, es de tener en cuenta que se mantiene firme la frontera entre los actores tradicionales y las nuevas ciudadanías: simplemente, piénsese en la reafirmación del nombramiento del nuevo embajador ante la OEA, a pesar de sus prácticas non sanctas y del rechazo que generó en la opinión pública, en la prensa y entre los académicos e intelectuales.

Dicho de otra manera, aunque se renueven sus dinámicas, el marco político tradicional de la lógica argumental de cosas simples, de que diera cuenta Lakoff (2013), continúa imperando en la acción de gobierno y la pretendida apertura para dar cabida a otros sectores puede no ser más que una estrategia encaminada a impedir la construcción de un discurso contrahegemónico con el que se balancearán los pesos y contrapesos democráticos y, al mismo tiempo, pudiera permitirle a la oposición convertirse en alternativa de poder.

Amanecerá y veremos…

 

Referencias

Edelman, Murray (2002). La construcción del espectáculo político. Ediciones Manantial: Buenos Aires.

Lakoff, George (2013). Puntos de reflexión. Ediciones Península: Barcelona.

Orwell, George (2016). 1984. Bogotá: Penguin Random House.

Sabatier, Paul A. (Ed.) (2007). Theories of the Policy Process. Boulder: Westview Press.

 

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