De acuerdo con la enciclopedia, “la discriminación positiva o acción afirmativa es la aplicación de políticas o acciones encaminadas a favorecer ciertos grupos minoritarios o que históricamente hayan sufrido discriminación con el principal objetivo de buscar el equilibrio de sus condiciones de vida al general de la población, por ejemplo, creando cuotas de género o identidad sexual en establecimientos educativos o puestos laborales.” La principal desventaja de esta forma de discriminación “es que, aunque busca la equidad puede dar lugar a situaciones de injusticia con personas que no cumplan los requisitos. Y esto también puede agravar la situación de segregación contra estos grupos, en la medida que generan sentimientos de inconformidad hacia los mismos por ser objeto de privilegios.”
En reciente artículo del prestigioso diario New York Times (Agosto 24, 2017) tres periodistas relatan el enorme fracaso de la discriminación positiva (affirmative action) en Estados Unidos. Con estadísticas fiables, los autores del reportaje demuestran que en los 35 años de existencia de estos programas para forzar a las universidades, sin cumplir los requisitos, a admitir cuotas de afrodescendientes y de hispanos, lo único que lograron es que estas dos minorías representen hoy un porcentaje menor de los estudiantes que lo que ocurría en 1982. En pocas palabras, la discriminación positiva no cumplió con sus objetivos.
En América Latina, los programas de discriminación positiva
tampoco han gozado de mayor éxito
En América Latina, los programas de discriminación positiva tampoco han gozado de mayor éxito. Ariel Dulitzki, un connotado académico, sostiene que “para el caso de América Latina y, particularmente en lo que se refiere a la discriminación racial, este tipo de medidas no serían efectivas para mitigar la discriminación, en tanto que la negación generalizada del fenómeno en la región y el argumento según el cual la mayoría de latinoamericanos son mestizos, invisibiliza a los indígenas y negros pues no permiten identificar realmente a estos grupos, ni les permite definirse como tales. En estas condiciones, se hace imposible utilizar mecanismos de acción afirmativa, pues si el objetivo de la política ni siquiera está plenamente identificado –si no es posible establecer quién es indígena o quién es negro pues no se ha dado la posibilidad de definirlos como tales- la medida resulta inocua.”
De la mano de la ‘Discriminación positiva’ está el ‘Relativismo cultural’. El politólogo Álvaro Vargas Llosa afirma: “El relativismo cultural, según el cual no había valores occidentales superiores a los valores de sociedades más atrasadas porque todos los valores tenían una equivalencia moral, inició una larga erosión de ciertos consensos. No tardó en plantearse el debate en términos étnicos y las minorías pasaron a desempeñar un papel clave en el nuevo paradigma multicultural. El paso natural fue legislar en función de la protección de minorías y revisar el sistema educativo para favorecer esta reinterpretación de la república. En el campo político, este cuestionamiento de los valores occidentales tuvo un impacto más lento y gradual, pero a la larga traumático. Se convirtió, bajo la cobertura de la defensa de los derechos de las minorías discriminadas, en una ingeniería social colectivista que glorificaba las identidades colectivas, la redistribución y la igualdad en la llegada antes que la multiplicación de las oportunidades en la partida. El uso de la etnicidad como argumento colectivista para justificar un intervencionismo económico y legal poco integrador y productivo resultó en lo contrario de lo que se pretendía.”
A pesar de miles de miles de millones de pesos,
leyes, decretos y normas otorgándoles subsidios y privilegios
Cauca y Chocó siguen siendo las dos regiones más pobres del país
En Colombia, las políticas de discriminación positiva y de relativismo cultural son y han sido un total fracaso. Estas políticas no solo han agravado la segregación racial de estas minorías, sino que las han sumido en la más abyecta pobreza. Sin entrar en detalles -dado las limitaciones de espacio- sobra hacer referencia a nuestras dos principales minorías: los indígenas y los afrodecendientes, cuyas poblaciones están focalizadas en dos departamentos, el Chocó y el Cauca. Y a pesar de miles de miles de millones de pesos e infinitas leyes, decretos y normas otorgándoles todo tipo de subsidios, prebendas y privilegios, estos dos departamentos siguen siendo, de lejos, las dos regiones más pobres del país. Ya llegó la hora de que el