En el caso colombiano, la diplomacia parece no responder a los retos de la modernidad y la globalización. No tenemos diplomáticos que destaquen por su brillante contribución al mundo del servicio exterior. Lo que ha sobresalido han sido escándalos, como el que protagonizó Angélica María Rico Sánchez, la segunda secretaria de la embajada colombiana en Washington, quien terminó detenida, acusada de violencia física y luego removida de su cargo, o el escándalo de la narco valija.
La literatura sugiere que la cancillería de Colombia y su servicio exterior padecen limitaciones en materia de presupuesto y de recursos humanos. “Estas dificultades y relativa limitación según el tamaño y el presupuesto debilitan el accionar de la Cancillería colombiana” según Coy Granados y Girón Duarte, expertos en la materia.
No obstante, es importante reposicionarnos en el plano internacional si queremos avanzar como nación hacia la modernización. En su estrategia actual de política exterior, el gobierno exporta el símbolo de la paloma blanca como expresión de la paz que se gesta en la nueva Colombia. Este cambio de imagen ante los ojos del mundo supone nuevas oportunidades para consolidar relaciones exteriores que beneficien económica y culturalmente al país, y también para que Colombia se convierta en un exportador del know how que adquirió como país gestor de paz. Lo anterior llevaría a un renacer en el plano internacional que significa la consolidación de un papel relevante en el sistema de Estados.
En vísperas de elecciones presidenciales en Colombia, y en medio de los cambios sociales y políticos que supone la implementación del proceso de paz. Se hace necesario adoptar posturas visionarias de grandes personalidades del mundo diplomático. Un ejemplo de ellos es Tom Fletcher, exembajador británico en Beirut, quien sobrepasó las expectativas de consolidar la relación, no solo entre los dos gobiernos sino también, con el pueblo libanés.
Para materializar el renacimiento colombiano en el concierto de naciones, además de reformas estructurales de la Cancillería colombiana, la estrategia de operación de las embajadas se debe renovar. “Los diplomáticos deberán ser capaces de capturar y mantener la atención, el interés, la relevancia y la influencia. Las embajadas también deben buscar y ofrecer, y defender las posibilidades de quienes pueden contribuir a reconstruir nuestra economía. Un poder moderno efectivo también requiere que el talento, la creatividad y el magnetismo cultural de una nación entren en combate. Ahora requiere una combinación más inteligente de herramientas culturales y económicas” sugiere Fletcher desde su experiencia en Beirut.
El enfoque más efectivo combina el poder duro y el poder blando. El politólogo estadounidense Joseph Nye llama a esto poder inteligente: "una poderosa combinación de defensa, diplomacia y desarrollo... que pone en relieve la necesidad de un ejército fuerte, pero también invierte mucho en alianzas, asociaciones e instituciones de todos los niveles para expandir la influencia”.
Entonces, ¿cómo los Estados nación aprovechan su poder magnético en nuestros días? Según Fletcher, se trata de tres ideas: tener una fuerte historia nacional; saber cómo contarla; y saber cómo y cuándo mezclar las herramientas a la disposición del funcionario. Colombia tiene una fuerte historia nacional, que bien contada y aprovechada la coyuntura, es una estrategia de política exterior que aporte al proceso de reposicionamiento internacional.
Es un momento preciso para ampliar la presencia de nuestras misiones diplomáticas, profesionalizar y reformar nuestro servicio exterior, reestructurar las tareas y el objetivo de las misiones diplomáticas en el extranjero, exportar nuestra cultura y nuestro know how en materia de paz. Esto es solo si queremos dejar de ser la nación de Pablo Escobar, transformar nuestra aspiración de ser vistos como territorio de paz en una convincente realidad y aprovechar los espacios donde se pueda ejercer un papel relevante en el sistema internacional.
Además de nuestros hermosos paisajes, como nación, poseemos un magnetismo alucinante e historias cargadas de sentimiento nacional. Iniciemos como parte de un proceso de reconstrucción del tejido social orgullosamente a contar que, en Colombia, hemos hecho la paz y estamos listos para aportar al sistema internacional. No somos más el ojo el huracán.