El pasado lunes 23 de noviembre se llevó a cabo un encuentro entre académicos y líderes del sector público con miembros de la Academia Diplomática Augusto Ramírez Ocampo del Ministerio de Relaciones Exteriores. El tema que se abordó en ese encuentro fue la diplomacia científica.
Para muchos lo primero es definir el término “diplomacia científica”. Por ello, los académicos comentaron que en el mundo aún no se ha logrado llegar a una definición aceptada por todos. Algunos la definen como el uso de colaboraciones científicas entre las naciones para abordar problemas y construir alianzas internacionales constructivas.
Sin embargo, otros consideran que la diplomacia científica es una serie de prácticas posicionadas en la intersección de diplomacia y ciencia. Por ello tienen la capacidad de abordar retos globales, promover la comprensión de dichos fenómenos y aumentar la influencia y la prosperidad. En el 2010, en la conferencia de la Royal Society y la AAAS, diplomacia científica fue definida en tres conceptos:
1. Ciencia para la diplomacia en donde se usa evidencia científica en las negociaciones entre estados o en escenarios multiestatales,
2. Diplomacia para la ciencia: que busca que los diplomáticos apoyen los intercambios científicos entre naciones.
3. Ciencia en la diplomacia que trata de los/las científicos como actores en los procesos diplomáticos.
En mi tesis doctoral, yo defino diplomacia científica como: un proceso dinámico, acordado y táctico por el cual diplomáticos, científicos, hacedores de política y otros actores interactúan a nivel global para abordar problemáticas comunes que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Pese a que algunos actores ya hablan de un concepto, considero que aún no existe tal pues en el imaginario del común de la gente no hay aún claridad sobre su significado. Esto nos permite opinar sobre tal definición y aportar particularidades desde estas latitudes.
Los ejemplos de diplomacia científica ayudan a comprender su significado. Durante ese encuentro se presentó el ejemplo del ITER en Francia que reúne a Japón, India, China, Rusia, Corea del Sur, todos los países de la Unión Europea y Estados Unidos para crear un Reactor Experimental Termonuclear Internacional que busca una fuente alternativa de la energía que actualmente usa la humanidad a través de fusión nuclear. Es decir, comprender la energía que produce el sol y usar ese conocimiento para generar la energía que necesitamos dejando de consumir energías fósiles.
Un ejemplo más cercano es la colaboración que hicieron investigadores de Estados Unidos y Colombia para mitigar el impacto del virus del Zika. En efecto, una gran colaboración científica se generó entre el Center for Disease Control (CDC) y el Instituto Nacional de Salud (INS), en el que intervinieron como facilitadores la Universidad de Emory y Avanciencia. De acuerdo con las cifras del INS, como resultado de los esfuerzos por controlar el virus, en los años posteriores, se evidenció una disminución de los casos de contagio de zika en Colombia.
Como se pudo ver, el naciente concepto de diplomacia científica no solo involucra a diplomáticos, sino que incluye a científicos y a otros actores como universidades, ONG y academias, entre otros. Pese a ello, la cercanía de estos con los funcionarios de la Cancillería sigue siendo importante. Por ello, animamos a los diplomáticos de carrera y a los científicos a buscar puentes de diálogo para que los primeros conozcan el entorno científico colombiano y los segundos entiendan el mundo de los diplomáticos de carrera con las oportunidades y las limitaciones de su gestión.
Desde la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia (AvanCiencia), haremos seguimiento a estos importantes encuentros entre científicos y diplomáticos para fortalecer en Colombia una sociedad basada en el conocimiento.