De dioses griegos

De dioses griegos

"Como todo regalo, Maradona tenía su lado oscuro. Fuera de la cancha era un ser despreciable, cargado de vicios y defectos, triste muestra de las debilidades humanas"

Por: FABIAN VELEZ PEREZ
noviembre 27, 2020
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De dioses griegos
Foto: Facebook @diegomaradona

"Temed a los griegos y a los regalos que traen" (Virgilio [1] en la Eneida).

Cuando se revisa la mitología grecorromana, encontramos que en ella existían dioses casi para todo; había para cada profesión, para cada situación, para la guerra, para las artes o para el amor. La lista es larga.

Estos dioses estaban dotados de muchas, muchísimas cualidades, pero también de innumerables defectos; eran celosos, iracundos y ambiciosos, desobedecían las órdenes de sus superiores, eran infieles y, sobre todo, eran muy caprichosos y vengativos.

Utilizaban a los seres humanos para satisfacer esas bajas pasiones, ridiculizándose los unos de los otros, pero también para burlarse de aquellos que los idolatraban.

Para esto último, en ocasiones concedían privilegios a ciertos humanos, les otorgaban dones o los colocaban en situaciones aparentemente ventajosas, pero, tal como dice la tradición, hay que tener cuidado con los regalos de los griegos.

La mitología nos llena de ejemplos; los dioses dieron a Midas el don de convertir en oro todo lo que tocara, pero murió de hambre porque hasta la comida se volvía metal precioso a su contacto.

Hoy, con motivo del fallecimiento Diego Armando Maradona, con sorpresa encontramos que se le ha elevado a cimas insospechadas, pese a todos los defectos que arrastraba.

Sí, la figura de Diego Maradona como futbolista, fue un regalo de los dioses. Fue el mejor, el más inteligente, el más rápido, el más hábil, el más carismático, el más comprometido, el más valiente. Ante él, las figuras de hoy palidecen, languidecen, se ven tan pequeñas, que rozan lo insignificante.

Y no solo eso; le devolvió el orgullo a un país, Argentina, la dignidad a una ciudad, Nápoles, donde hizo grande a un equipo chico y aglutinó a toda una región, Latinoamérica, a su alrededor. La prensa se rendía y se rinde, aun después de fallecido, a sus pies, cual Cid Campeador que ganaba batallas después de muerto.

Pero como todo regalo de los dioses, regalo griego, tenía su lado oscuro. Fuera de la cancha era un ser despreciable, cargado de vicios y defectos, deslenguado y grosero, triste muestra de todas las debilidades humanas. Pésimo ejemplo para cualquier sociedad.

Pese a ello, hoy una nación entera lo llora, del otro lado del océano una ciudad promete no olvidarlo y su imagen es más reconocida que la de la mayoría de líderes mundiales. Todos lo alaban y parece ser de pésimo gusto recordar sus defectos.

El sentimiento que despierta su fallecimiento, eclipsa cualquier cuestionamiento a su persona, sus cualidades como futbolista rebasan las múltiples críticas de las que podría, merecidamente, ser objeto.

Aquel día en que su objeto de burla derrotó a los ingleses en un mundial, los dioses del futbol le insuflaron todas las virtudes que un deportista, un futbolista, quisiera tener. Ese día, un Diego Maradona en estado de gracia, en pleno éxtasis, rebasó cualquier límite deportivo e ingresó, con bombos y platillos, en las mentes y corazones de quienes lo vieron jugar. Y si a eso sumamos todos los logros alcanzados en su carrera deportiva, vemos que los dioses hicieron bien su trabajo.

Nos dieron una figura, un héroe al que cualquier pedestal queda pequeño. Pero simultáneamente nos regalaron un espíritu burlón que, aun desde su féretro, hace mofa a todo lo establecido,

Sin embargo, creo que los dioses se equivocaron, porque a pesar de darnos un ídolo con pies de barro, forrado en oro pero relleno de vicios, que no  es paradigma del buen ser humano, si es el ejemplo perfecto de lo que nadie debe ser como persona.

Ese es el verdadero legado de esta figura. No son sus goles, pases o gambetas, sino sus defectos los que nos dan una lección.

Y en ese sentido, lo que pretendió ser un regalo griego de parte de los dioses del futbol, se transformó en una sana advertencia para todos aquellos que, viniendo de bien abajo, se dejan seducir por el éxito y el dinero, dejando prosperar en su interior ese lado oscuro que hoy nadie quiere ver en el ídolo ausente.

Gracias Diego por las alegrías que diste, gracias por hacer que la gente viera que se puede ser grande, así sea a través de un balón, pero sobre todo gracias por mostrarnos lo que nunca debemos hacer con nosotros mismos o nuestros semejantes.

[1] Publio Virgilio Marón a​ (Virgilio, 70 a. C.-Brundisium, 19 a. C.), más conocido por su nomen, Virgilio, fue un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. En la obra de Dante Alighieri, La Divina Comedia, aparece como su guía a través del Infierno y del Purgatorio.

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