“Su lema Dios y Patria, dos valores fundamentales del ser humano congregan a la Policía Nacional de Colombia, destacando los principios de actuación de la institución. Dios: causa primera de la existencia; amor pleno y total; amor perfecto; justicia plena. Patria: nuestra tierra; la tierra de nuestros ancestros; la tierra de nuestros sueños; la comunidad que es la razón de ser de la Policía”.
El viento gimió entre las calles frías de Bogotá en la noche del 9 de septiembre de 2020. La oscuridad tendió sobre las calles amarillentos gestos de represión por el fuego. Y, por el cielo oscuro y encapotado, lentos nubarrones de terror y rabia por los hechos funestos de quienes a nombre de “Dios y Patria” enlutaron el cielo desde la profundidad de la noche, haciendo un espectro de muerte, y cruzados por el odio cargado de soledad impávida de injusticia, avanzando con singular paso siniestro, acompañado de la tempestad que se había desatado por las balas de quienes juramentaron “amor pleno y total; amor perfecto; justicia plena”.
Apareció el relámpago y su claridad infinita de la neoseguridad democrática, iluminada por instantes por la luz de aquellos uniformes verdes fluorescentes, de la ignominia ideológica falangista, heredada en la Policía de la noche oscura y aciaga de la violencia bipartidista, donde el espectro sanguinario sigue avanzando en procura de su pasado "chulavita".
¿A, nombre de “Dios” se justifica que la Policía Nacional de Colombia haya golpeado, torturado y asesinado al ciudadano Javier Ordóñez?, ¿a nombre de “Dios” se justifica el asesinato de civiles desarmados?, ¿a nombre de “Dios” se justifica que violen a trabajadoras sexuales en los CAI?, ¿a nombre de “Dios” se justifica el asesinato de indígenas?, ¿a nombre de “Dios” se justifica que golpeen a vendedores ambulantes?, ¿a nombre de “Dios” se justifica que asesinen estudiantes?, ¿a nombre de “Dios” se justifica que torturen y violen a miembros de la comunidad diversa?, ¿a nombre de “Dios” se justifica que actúen en contubernio con paramilitares para descuartizar a humildes campesinos?, ¿se justifica que a nombre “Dios” la fuerza pública colombiana adiestre, adoctrine y dote de armamento a civiles en áreas de conflicto para involucrar a la ciudadanía para que ayude a las fuerzas del inmoral gobierno a derrotar a los grupos insurgentes?, ¿se justifica que a nombre de “Dios” la Policía cometa actos de corrupción?
Algunos académicos, historiadores y violentólogos, expertos en seguridad, nos hicieron recordar el papel nefasto que jugó la Policía en la época de la violencia bipartidista (años 40 y 50 del siglo XX): la policía chulavita, llamada así porque estaba conformada por hombres reclutados en marchas y manifestaciones, que luego eran llevados a las zonas de conflicto, principalmente en la zona andina y los llanos Orientales, y que ya instalados en estos lugares (y apoyados por caciques y terratenientes simpatizantes radicales del partido conservador) iniciaron una guerra selectiva, que se realizaba de manera estratégica contra los diferentes grupos gaitanistas a través de hostigamiento, tortura y masacres. Los "chulavitas" eran conocidos como el grupo de ataque del gobierno del conservador Laureano Gómez. A este grupo se le responsabiliza de muertes y persecuciones a los partidarios liberales considerados como radicales o comunistas.
Increíble que la Policía actual vuelva a la usanza de ese periodo de terror, que en la época defendía hasta la muerte los ideales del franquismo español, empotrado en el gobierno conservador de la época. Ahora se repite la misma historia; y a nombre de “Dios y Patria”. Lo anterior me evoca un pasaje mitológico de la Biblia: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Dios es un dios de paz y el espíritu que hace morar en sus hijos es un Espíritu de paz.... para que seáis hijos de vuestro padre que está en los cielos”.
Si estos pacificadores son hijos de "Dios", los llamados a garantizar la libertad y orden de un fascismo criollo, ¿la cosa no debería ser diferente? Cabe decir que se entiende por pacificador “al que pacifica, tranquiliza, aquieta, aplaca, calma, apacigua, sosiega, amansa o serena" y que este concepto "puede aplicarse principalmente a una persona o a un animal”.
Y es así como el ente gubernamental quiere pacificar la "patria" de un gobierno que bebe de las fuentes de un fascismo oscurantista y falangista. En Colombia no queremos que los cuerpos descansen en la noche serena de un régimen fascista. No permitamos que ellos nos sigan hundiendo en el pozo profundo de sus sueños macabros.
Y, sin ver, vemos una Colombia de plena fantasía, de la barbarie y de la voz irracional de la conciencia calla. Si agachamos la cabeza ya no seremos dueños de nuestras imaginaciones, entonces seguiremos viendo el grotesco desfile de la barbarie, que por más de cien años hemos tolerado, encabezado por el absurdo y adornado de extrañas alegorías de nuestro pasado.
Algunas veces el sueño como colombianos es invadido por los demonios feroces de una élite ultraconservadora que vuelven oscuros los dominios de los sueños más felices que nos han negado.