Muchos jóvenes cristianos hemos visto la película o leído el libro Dios no está muerto, tanto la primera parte como la segunda. En la primera, vemos cómo los universitarios tienen que defender nuestra fe ante planteamientos de ciencias como el humanismo y la filosofía. Y en la segunda, cómo una maestra entra en un juicio por nombrar a Dios en una escuela.
Películas como estas nos dan motivación para defender nuestra creencia en Dios. Podemos decir que cada vez que las vemos, salimos confortados y alegres, pero al día siguiente todo se queda en la película.
No podemos olvidar que estas son nuestras batallas en la realidad, y más en este país, que en muchos momentos no parece laico, sino ateo; y lo decimos de esta manera porque no podemos hablar de Dios y si lo hacemos, somos marcados o rechazados. Lo que hace que en vez de defender una creencia, muchos quieran camuflarse y esconderse en el mundo, y lo decimos de esta manera porque también lo hemos hecho, pero ¿realmente es eso lo que Dios quiere para sus hijos?
Creo que todos sabemos la respuesta, y es por eso que escribimos este artículo como invitación y apoyo para que todos salgamos a la luz. Defendamos nuestros principios y nuestros derechos y vivamos nuestra fe con libertad y autoridad.
Tenemos la misión de bajar el reino de Dios a la tierra, cada día de nuestra vida. Seamos la sal del mundo en todos los lugares en donde estamos por medio de nuestros actos, decisiones, roles y responsabilidades.
No debemos escondernos más. Por el contrario es el momento de salir y cambiar este país y en especial los jóvenes, que tienen pruebas todos los días. Los invitamos a unirnos para ser ejemplo, hasta en la forma en la que asumimos obligaciones civiles como el voto.
No más odio, ni acusación y mucho menos rencor. Por el contrario, seamos agentes de amor y de paz para cambiar este país que se está desintegrando y necesita jóvenes fuertes y con el corazón de Dios para lograr sus sueños. Juntos podemos cambiar el mundo.
¡Dios salve a Colombia!