Le pido a Dios que guíe mis palabras. Sería bueno escribir una serie de cuentos sobre lo electoral en Colombia. Los títulos serían muy elocuentes: "En tus manos ponemos mi nombramiento", "Huevitos en todas las canastas", "Ni capitalista ni comunista, oportunista" y uno, que puede ser vanguardista, "Un año en el paracaídas", que puede tener una secuela: "Mientras, nombren a mi marido".
Esperemos que el equipo de Petro haya considerado como a un factor de daño no despreciable a los zalameros y manzanillos. Los hay famosos, muy famosos. De esos que quedan bien las fotos. ¡Todo Benetton! Y que saben más de alfombra roja que el saliente presidente -siempre elocuente nunca elegante, cero candente al cien demente- Duque.
Los hay que tienen su propio ejército de terracota, pero con estatuillas de premios pomposos. Y son hasta chéveres. Vienen en combo. Esos suelen ser muy destacados. Con altas calificaciones, pues en varios seminarios alcanzaron la nota perfecta: "Cinco en llevar maletas", "Cinco en nunca decir nada incómodo", "Cinco en colarse en las mesas". En ese campo llevan años ensayando el salto triple mortal del atril a la mesa.
Siempre caen parados. Y sonrientes. Disimulando que odian a todo el que piense. Y ganan espacio. Dan asesoría de vestuario. Y convencen a todos de que lo mejor de Maya Angelou era la pinta. Y siempre lo logran. Porque el atavismo del hada madrina es muy fuerte. "Lleve las zapatillas, lleve el carruaje, lleve el traje, el príncipe se lo encimamos, es consorte, ¿las ratas? Vienen por aparte y a un altísimo costo".
Su llegada se da en litera y se marca con fanfarria y/o con cabezote o cortinilla de noticiero. Se roban las miradas. Lo demás lo perfeccionan como emprendimiento. Y los dejan ser. Estar ahí en el centro de la discusión diciendo: "¡mmmmm! ¡Ujúm! ¡Ajá!". No necesitan más. Porque todo para ellos es cuestión de competencia. Y siguen la cartilla al dedillo: 1) hablar de último y hacerlo siempre con énfasis ( esto es similar al camina siempre con una carpeta entre los brazos),
2) A todos reduce el nombre, a los jefes hazlo con gracia, con los subalternos usa el diminutivo (a Dilian le dicen Gober; a Santos, Juanma; a Duque le dicen "Ivancho" -zafarrancho, zafarrancho, se lleva el bolsillo ancho, le da hasta pa comprarle a la cucha un rancho-).
Ellos son de los que piden una cita, se van media hora antes, entran a un café Internet, se meten a las redes, imprimen unas hojas, pasan la recepcionista y dicen: "jefe, estos están hablando mal de nosotros". Porque el "nosotros" es lo de ellos. A toda costa y en todo lar. Un nosotros que se aprovecha del hecho de que hoy hay más fascinación con lo famoso que con lo desconocido. En el futuro las películas de terror tendrán escenas en las que una mujer se cepilla y en el espejo ve pasar rauda "ahhhhhh, la del clima". Un hombre baja por la escalera y se encuentra en el fondo del sótano en un sillón "ahhhhh, al de los deportes".
Un par de niños juegan al lado de la cama, sienten ruidos y se asoman debajo de ella "ahhhhhh, Gina Calderón, Epa Colombia y... cómo es que se llama el que se puso senos...". Los manzanillos de hoy son la pretensión de la eternidad de las poses. Son como el éxito de las películas de Dago García. Muy buenas como negocio, pero
"¿Y el contenido?". Eso es lo de menos, "ya somos una trai... digo, una tradición". Y no se les puede culpar, en sus universidades -factorías del brinco social- les decían: "en los eventos no hagan preguntas, pidan autógrafos". Les tocó ver al moderador limitándose a organizar la fila para las fotos. "¿Y esos libros para que son? Pues para hacerlos firmar. Les dieron de mamar la palabra "ilustre", por eso ellos hoy donde se sientan dejan la cuenta de cobro. En sus programas de mano decía: "Foro: nuevas formas del periodismo digital. Homenaje a Vicky Dávila".
"Coloquio historia del periodismo colombiano. Homenaje a Yamid Amad". "Simposio Gracias y desgracias del periodismo local. Homenaje a "Martillo"... ". Y así, por ahí homenajearon a Gatillo, a Loquillo, a Narquillo, a Pillo y al Manzanillo. En esos eventos desde el público le hacían: "uno, dos, tres" a la mesa principal. "¿Y la ñapa?", preguntaba algún calandraco que se coló al bufete. Otros ensayaban las palabras "urgente, increíble, sorprendente".
Unos más se jugaban la esperanza y la hoja de vida. A sabiendas de que la formación que recibían era más para ser famosos que para ser periodistas. En esos entornos, los que "la hicieron" empezaron a manejar la noción VIP. Y se convencieron de que no hay libro más sacro que el anuario. Se convirtieron en una especie. De esas que se crían en el cautiverio.
"De los públicos y de las gentes". Porque, se tiende a pensar, ¿quién no gusta de decir que tiene amigos influyentes y de conocer a alguien de la farándula? Lo que asegura que el bellaco y el berraco sean los que firmen por lo menos una nómina.
La necesidad y el convencimiento hacen a lo admirable. Por eso, cuando los ejemplares de esta especie vienen de a dos desde el desayuno ya se sabe cómo será el almuerzo: "cómo amaneció señora ministra", "Muy bien, estimado embajador". "Hay que disponer todo para que la Alta Consejera encargada de las relaciones con la tienda disponga un almuerzo presidenciable". Y lo que dicen, pues se hace. ¡No ve que se tienen confianza! Hay evidencias del como se creen. Ay, como se crecen. Ahí como se cuecen.
¡Son contactos, son contactos, son contactos! Y todos les deben. La rompen, la sacan del estadio, se ponen la 10. Vienen del "cuatuhay" al "cuánto hay". Vienen al mecho, en el mercho manejado por Fercho. Es un hecho. Entendieron que ellos estaban destinados a "hacer grandes aportes" con pocas luces. "¡Basta con parecer! ¿Eso de ser? Ya nos encargaremos de negar la opción a quienes le hagan ruido a nuestra carrera".
Son los suficientes, esos que ocupan los lugares de los munificentes. Siempre será mejor negocio aplaudir las ideas del poderoso que tener ideas propias. Ya escucho a los de siempre decir: "total admiración por ellos". Su destino era hacer grandes cosas. Envejecieron bien en medio del "nadie sabe lo de nadie". Hoy se ven, se les mira, como dicen mis amigos caucanos, son parte de otro nivel del espectáculo.
Serán el índice para leer si el gran acuerdo nacional es una cosa seria, muy seria, extremadamente seria o un experiencia más de la cosmética política. En el que la preocupación por los muchos y las muchas quede por debajo del gusto y regusto por los poderosos de unos cuantos. Hasta aquí esta catarsis, la preocupación es sincera, nunca vil, por eso le pido al señor que me permita permanecer en la gracia más que en el resentimiento.