De manera tenue, sutil e imperceptible estamos siendo sometidos a especial cocción por parte de las fuerzas políticas de izquierda y el falaz populismo. La sociedad colombiana está siendo tomada escalonadamente y el sector educativo es el más importante en la labor de adoctrinamiento y alienación fundamentalista, toda vez que los jóvenes son materia prima por su prurito y comezón comunista y sed idílica de cambio y justicia.
Los nuevos sofistas (profesores), materialistas dialécticos, se lanzan ávidos a permear su mente y ellos, indefensos, sin formación política y madurez, caen en las redes del engaño de esta especial corriente política que solo tiene una especial virtud: multiplicar la pobreza, golpear con sus regímenes totalitaristas y restringir o abolir los derechos fundamentales, en especial las libertades en todas sus formas. Aquí toma vigencia la frase de Antonio Gramsci, teórico marxista: “La única forma que tenemos para hacernos al poder como comunistas, no como lo hizo Marx. Nosotros debemos infiltrarnos en la sociedad, infiltrarnos dentro de la iglesia, infiltrarnos dentro de la comunidad educativa, lentamente e ir transformando y ridiculizando las tradiciones que se han sostenido históricamente, a fin de ir destruyéndolas y formando la sociedad que nosotros queremos”.
Con ese panorama, el proyecto de ley que busca evitar el adoctrinamiento político es sano, no atenta contra la libertad de cátedra, no busca amordazar o trazar una línea oficial cual Estado fascista, más bien es un mecanismo de protección al cual tenemos derecho las mayorías, un instrumento de defensa contra una gran cantidad de revoltosos militantes de esas caóticas fuerzas, infiltrados en el magisterio, protegidos por su sindicato, para quienes todo está permitido en la conquista del poder: hasta utilizar a nuestros críos en sus paros y protestas como proyectiles de sus catapultas ideológicas y volverlos en nuestra contra.
Ya se escuchan airadas voces, gritos y estertores de furor de esta militancia, siempre pérfidos e hipócritas. Afortunadamente son pocos, pero no menos dañinos; no desconociendo la mayoría de abnegados docentes formados con fuertes valores, principios axiológicos y una gran responsabilidad en su sagrada misión de educar. ¡Dios fue sacado a empellones de las aulas de clase!, ¿por qué Marx y Lenin no?