El dinero público no es mío
Opinión

El dinero público no es mío

¿Por qué el ladrón sale corriendo y cuando lo cogen le espera La Modelo, mientras el hombre público ante el robo de lo de todos sigue como si nada?

Por:
julio 07, 2017
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“Cuando el tipo le roba el celular a la señora que parecía muy distraída, se dieron dos acciones en forma simultánea. La primera, el grito alarmista y para algunos histérico de la pobre dama pidiendo ayuda e informando a todos que hay un ladrón, un hampón, que lo cojan, que lo agarren, allá va corriendo el desgraciado, urge llamar a las autoridades. La segunda fue más rápida y efectiva, la corrida calle abajo de ese muchacho con el objeto robado en una mano y cuya velocidad bien envidiarían varios plusmarquistas jamaiquinos especialistas en lo que llaman los cien metros obstáculos.

Los dos hechos se dan en forma simultánea por una razón muy lógica:

Todos saben que el objeto es robado, le pertenece a la señora y el joven está haciendo suyo algo recientemente hurtado, y de ahí que una grite como loca para defender su propiedad, mientras el otro hará cincuenta mil jugadas para jamás ser agarrado corriendo como gacela por todo tipo de callejones.

Pero, cuando una senadora de apellido Wilches parece que desocupa su “oficina” y se lleva, junto con otras cositas, el lavamanos y el tapete, la pregunta que sale a relucir es: ¿por qué razón no ha salido corriendo con los objetos calle abajo, siendo perseguida por los demás congresistas al grito unánime  hay un ladrón, un hampón, que la cojan, que la cojan.

Nada ocurrió. Ni ella corrió por la octava intentando escabullirse con “sus” cosas por los callejones del Pasaje  Rivas, ni sus excompañeros de pupitre se bajaron de sus narconetas para con sus guardaespaldas perseguir las sombras.

“Hacienda somos todos” es la muletilla del Ministerio de Hacienda español tendiente a responsabilizar con lo del pago de impuestos ya que en lo público, lo de todos, es de todos. Eso dicen. Y parece que la muletilla ha sido tomada muy en serio por nuestra exsenadora diciéndose que, si el lavamanos y el tapete son de todos, pues también son míos. Y un poco más míos que de todos.

Y es tal vez ahí donde radica el tema que pueda inquietar.

¿Por qué el ladrón vulgar sale corriendo como un demente y cuando lo cogen, en el caso lejanísimo de ser arrestado, no tiene solución diferente a poner cara de ternero degollado con los grilletes puestos y en espera de una estancia larga en La Modelo,  mientras el hombre público ante el robo de lo de todos sigue como si nada, y si llega a ser solicitado, pondrá cara de ofendido a la vez que todos sus abogados dirán que más inocente que él no puede haber, que si nadie se da cuenta cómo ha dado su vida por el bien público, por todos nosotros?

Son temas sin solución. El agua y el aceite, y si las ciencias penales y la criminología no han acertado en el manejo del asunto, no puede pretenderse que en pocas líneas se pase de simples brochazos.

El carterista es un hampón y punto, todos vimos el raponeo y pensamos que lo que menos se merece es la horca, cuando el hombre público es un ser al cual debemos consideración y sobre quien pesa la famosa presunción de inocencia.

 

¿No será que el manejo de la cosa pública es tan delicada
que solo debería ser encargada a gente muy delicada?

 

Pero…, ¿no será que el manejo de la cosa pública es tan delicada que solo debería ser encargada a gente muy delicada?

Tal vez, como ocurre en muchas situaciones, es la literatura la encargada de dar con el punto, y por ello traigo acá unos pensamientos del presidente en el relato “Buen viaje, señor Presidente” de nuestro (¿de todos?) gran Gabriel García Márquez que así dice sobre los dignatarios: “…usurpando un honor que no merecíamos con un oficio que no sabíamos hacer. Algunos persiguen solo el poder, pero la mayoría busca todavía menos: el empleo”.

Y sí, usurpan con nuestro voto un honor que no merecen y durante ese empleo deben acaparar lo máximo posible nuestros hombres públicos, ya que bien dice Gabo en el mismo relato páginas después, “… no hay peor pobreza que la de un presidente pobre.”.

Pareciera que ser hombre público no es cosa fácil…”

 

Y hablando de…

Y hablando de cosas simples, he de admitir que el artículo transcrito lo publiqué el 26 de julio de 2014 en este mismo sitio, bajo otro título, y lo vuelvo a leer y parece escrito ayer.

La misma rata que se roba un celular corre calle abajo como un loco para que no lo cojan, que si lo cogen corre el riesgo que una viejita en mitad de la pateadera de la gente le llegue a sacar un ojo y a ver si tiene suerte en esa encrucijada que llaman justicia.

La misma rata que se roba el dinero público sigue allá, en su hueco público, camisa azul vestido raya de tiza, cagado de la risa mientras ve por la tele la noticia del ladronzuelo de celulares a quien una viejita lo dejó tuerto.

Y muchos años después, Gabito sigue. Y seguirá.

 

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