A los de los establecimientos comerciales les preocupa mucho que les pasen billetes de 100 mil pesos falsos, como si el dinero auténtico fuera verdadero. 1/3 o más del dinero auténtico que circula por el mundo es falso. Lo hemos podido corroborar con la reciente devaluación del peso en Colombia. Cada uno de los billetes que usted tiene en los bolsillos de curso legal lleva dentro de sí un 30 % de falsedad.
Da pena descubrir que lo genuino puede ser ficticio, pero es así de toda la vida. El mismo Picasso pintaba picassos falsos. Si le hacemos caso a lo que nos enseñaron en el colegio, los billetes serían verdaderos, pero la economía financiera ha puesto todo al revés. Rolex, Lewis o Loewe deberían tomar ejemplo del estado y comenzar, si no lo han hecho ya, a fabricar sus propias imitaciones. Los bancos son los pioneros de ese auténtico cheque al portador falso conocido como participaciones preferentes.
Al Capone decía: “Es extraño que los hombres cometan delitos y actos ilícitos cuando hay tantas formas legales de cometer el crimen”. Los falsificadores profesionales tienen mucho mérito porque creen que aún es posible hacer dinero falso, cuando el dinero falso lo fabrican los bancos del planeta y los principales especuladores autorizados del mundo. Hace un par de años el peso colombiano se fue al carajo por la caída del petróleo.
Estamos hablando de pesos colombianos verdaderos que, como algunos cuadros del propio Picasso, resultaron ser una burda copia de sí mismos. A veces me pregunto si escribir novelas hoy en día no tiene algo de ese afán inservible del viejo falsificador de dólares. Para qué inventar historias cuando la historia se convierte en una invención. El dinero verdadero no sabe que es falso. El falso, en cambio, tiene serias dudas acerca de sí mismo, dudas que lo hacen más original, más limpio, más deseable incluso que el que imprimen en el Banco de la República.