De cara a las legislativas la alianza verde –unión entre el antiguo partido verde y el movimiento progresistas- se había convertido en un conglomerado de políticos e indignados sin partido y con necesidad de una personería jurídica para participar de los comicios.
Los resultados no fueron los esperados, Antonio Navarro, cabeza de lista al senado que hace doce años había tenido aproximadamente 210.000 votos, bajó a 55.000 votos. Por otro lado, los candidatos que arrastraron votos del Polo Democrático a la Alianza no lograron suficientes papeletas y quedaron ‘ad portas’ de una curul, como el caso de Witney Chávez, candidato de Luis Carlos Avellaneda. Misma suerte corrieron el militante del Partido Comunista –expulsado del Polo- Carlos Lozano que sólo alcanzó 23.000 votos y Jorge Guevara que estuvo por debajo de Lozano.
A poco más de un mes de la elección presidencial, ésta candidatura en manos de Enrique Peñalosa se torna bastante interesante.
El primer reto que ha tenido que enfrentar Enrique Peñalosa es en su partido, dónde genera demasiada desconfianza que pueda aliarse de nuevo con el ahora senador Álvaro Uribe y destruir la independencia que vienen liderando varios sectores dentro del partido, pero sin mayor resistencia deciden esperar y torelar. Por otro lado, el ala más cercana al Petrismo se resiste a considerar al anterior aliado del expresidente Álvaro Uribe como el candidato presidencial de su colectividad.
Históricamente los malos atributos que tiene Peñalosa como estratega político y por cada paso que ha dado en sus últimas campañas, que más bien parecen un sabotaje para derribarse en las urnas, hacen parecer de él, el primer enemigo de la campaña. Ambiguamente, éste punto puede interpretarse también como una fortaleza, Enrique Peñalosa representa, más allá de sus torpezas electorales, pocas cualidades de un político tradicional, acostumbrados al maniqueo de las dinámicas proselitistas.
La causa de los 2 millones de votos que obtuvo Peñalosa en la reciente consulta de la alianza para elegir su candidato es difícil de entender. La primera señal a la que se remite para justificar tal cantidad es que se debe a que el Uribismo, que lo reconoce como un candidato afín y factible para ir en bloque con Oscar Iván Zuluaga, lo apoyó a ciegas en las urnas. Además, influyeron también en el caudal electoral la identidad que representa de la destruida –paradójicamente por él- ‘Ola Verde’ y los réditos políticos que le generó lo que muchos consideran, una buena administración de Bogotá.
Una de las verdaderas incertidumbres será el comportamiento del presidente-candidato Santos frente al candidato verde. La primera etapa, en ejecución, no reviste mayor duda: Santos desde el domingo 9 de marzo ha borrado del mapa el caudal electoral de Peñalosa y ha preferido hacer referencia, antes que al urbanista, al Uribismo; esto sin mayor efectividad. La segunda etapa, en un ‘stand by’ sitúa al presidente frente a varias opciones: continuar con su iniciativa de no reconocer a Enrique Peñalosa como un contendedor fuerte, que tiene por piso –y no por techo- dos millones de votos, guiñarle el ojo para alinearlo juntó a la unidad nacional en la segunda vuelta o ubicarlo junto al Centro Democrático y el expresidente Uribe, para intentar desbaratar cualquier intención de mostrarse como independiente.
Todo depende de cómo sea capaz de moverse Enrique Peñalosa y esquivar los dardos que le tiren desde cualquier esquina.