Los intereses que se presentan a lo largo de la vida de las personas, tiene cómo labor guiar su devenir laboral como social, en donde se ven envueltos al momento en el que arriban a un mundo regido por pensamientos individuales hacia el crecimiento fundamentalmente económico; en la mayoría de casos éste interés particular provoca que adapten comportamientos acordes con las necesidades creadas a partir de la demanda global del consumismo, que tiene como principio, la obtención de lo material como referencia de la satisfacción emocional . Ahora bien, el fin monetario llega a ser un factor que anime la poca colectividad entre una sociedad, pero más que éste, es el beneficio afectivo el trasfondo de todos aquellos intereses que buscan complacer una falencia de obtención anímica en sus vidas; recurriendo en la gran mayoría de veces a la comunicación implícita de las mismas inclinaciones, dadas por los comportamientos presentes en la cotidianidad de los sujetos que componen la sociedad.
Desde el comienzo de la devenir académico, como laboral, se impartido una permanente competitividad entre las personas, en donde el más capaz es aquel que obtiene el mejor promedio escolar dentro de la institución educativa; pero ésta perspectiva errada también se presenta en el lugar de trabajo: el empleado “modelo” es el sujeto que sacrifica su vida personal por cumplir con las obligaciones de una entidad que sólo le interesa el crecimiento económico –en la mayoría de los casos existe éste fundamento-. Si bien, puede pensarse que ese tipo de comportamiento es el acertado en la normalidad de la actual sociedad, pero qué hay de aquellos individuos rezagados por dicha pauta colectiva que impulsa la competitividad entre los mismos; será que los intereses de éstas personas a quienes no les interesa encajar intelectualmente, son unos simples espejismo por no seguir el camino del escalonamiento crematístico.
Ahora bien, el tema económico puede llegar a ser una las cuestiones que conlleven a la desmesurada recopilación de pensamientos, representados en la mayoría de veces como intereses; pero el verdadero trasfondo de toda iniciativa, es la aceptación social a la que se han hecho participes las personas por medio de la tradición emocional arraigada a través de los años por el núcleo familiar. Aún así, estás costumbres se han venido perdiendo debido a la llegada de nuevos intereses, como son: las inclinaciones sexuales o, la poligamia, que aparentemente se ha convertido en el auge de las relaciones sentimentales no oficiales, también conocida como infidelidad. Las anteriores conceptualizaciones, son las causantes de las interpretaciones que les han dado las personas costumbristas –arraigadas a lo habitual-, a los comportamientos que no siguen la normalidad de lo establecido. Pero aún siguiendo lo lineal, los reproches no terminarán allí, pues si eres de las personas que siguen creyendo en el círculo familiar, serás tildado de moralista; pero si al contrario, posee una existencia de libertinaje sentimental, te definirán cómo un ser pecaminoso.
En definitiva, la posición negativa frente al comportamiento de las personas basado en los roles de interés; tiende a ser una perspectiva sínica de la realidad a la que nos hemos adaptado a través de los años, pues la conducta anteriormente mencionada, es la capacidad reflexiva que ha llevado al hombre a los actuales avances sociales –muchos dirían que al retroceso cultural-, procesados alrededor de la historia. Aquellos que se ensañan en llevar el diario vivir, fundamentado en la norma de lo moral, como de lo ético frente a las decisiones que absorben su pensamiento, han de caer en la mentira permanente al negar el instinto de conservación que llevan consigo los seres humanos.
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