En un país que piense en la gente un muchacho como Dilan Cruz no estaría un sábado en la calle protestando porque lo dejen estudiar. Pero a Dilan le tocó ponerle el pecho a las balas y una de esas le cayó en la cabeza y lo mató. Tenía 18 años y una sonrisa que nunca se le borraba de la cara. El país lo conoció solo en las fotos y en las breves pinceladas que nos entrega en cada trino Denis, su adorable hermana. Ahora ninguno de nosotros podrá abrazarlo ni le podrá invitar a un café y preguntarle qué es para un muchacho como él crecer en un país en donde todo aquel que intente exigirle al estado ayuda para poder estudiar, para tener una salud digna, es considerado un guerrillero.
Esa mezquindad le quitó la vida a Dilan Cruz. Esa sordera del presidente Iván Duque y esa sorbebia es la que bloquea las vías cada hora pico en Bogotá y es la que también está matando estudiantes. Dilan, perdón por la clase de país en el que te tocó nacer, un país adicto a la guerra que nunca se podrá acostumbrar a la paz, un país que tiene como estandarte a un expresidente capaz de justifica todos los abusos de la fuerza pública, incluida la patada de un agente del Esmad a una joven estudiante. Y a esta misma hora Dilan, con tu cuerpo aún tibio, hay gente que te llama en redes vándalo, guerrillero y justifica tu muerte porque recuerda que en este país los pobres deben ser sumisos, lambones y si es posible uribistas como Miguel Polo Polo.
Tu entierro se debe convertir en el símbolo de la protesta social. Marcharemos con tu rostro en el pecho. El único consuelo de tu partida temprana es que no vas a morir, es que le diste un motivo más a los pelados como tú a salir a protestar para que las cosas cambien de una buena vez. Y ya nadie va a tener miedo Dilan, ya nadie va a tener miedo porque ya lo peor pasó, ya te moriste Dilan y no te conocimos.