Dignidad, esa dichosa palabra que algunos indignos pretenden olvidar

Dignidad, esa dichosa palabra que algunos indignos pretenden olvidar

Aunque nunca se sabrá con certeza la cantidad de muertos en la masacre de las bananeras, lo que sí es un hecho es que esta ocurrió

Por: Luis Servando González Ayala
diciembre 06, 2017
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Dignidad, esa dichosa palabra que algunos indignos pretenden olvidar

Transcurría tranquila la noche entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928 en la plaza de Ciénaga (Magdalena) y una muchedumbre de personas, la inmensa mayoría eran trabajadores de la industria bananera, empleados de la poderosa United Fruit Company, que para el momento poseía en América Latina cerca de un millón y medio de hectáreas de tierra y que solo en Colombia y por Santa Marta exportaba anualmente diez millones de racimos de plátano. Dueña de 90 buques, 1.207 tranvías, 207 locomotoras, 6.598 vagones, 13.488 caballos , 18. 849 cabezas de ganado, y muchas riquezas más, estaba en un problema con sus trabajadores, pues el inconformismo era creciente porque las condiciones laborales existentes consideraban no eran las adecuadas y su lucha de varios años se reducía a un pliego de 9 peticiones en el que:

1. Se exigía seguro colectivo obligatorio, tal como lo establecía la ley 37 de 1.922, pues eran incontables los accidentes de los cortadores o puyeros con sus machetes afilados o chambelonas, accidentes de los que fumigaban con ácidos que quemaban ojos y piel, de los carreteros que en vehículos llamados góndolas tiradas por bueyes con toneladas de banano muchas veces quedaban debajo de ellas con múltiples fracturas o en el mejor de los casos muertos.

2. Reparación por accidentes de trabajo para cumplir con la ley 57 de 1.915, porque nadie respondía por las mutilaciones, quemaduras, enfermedades o infecciones adquiridas en esas adversas condiciones climáticas, y al contrario quien fuese infortunada victima de alguna de estas desgracias era despedido sin ninguna consideración o indemnización.

3. Adquirir habitaciones higiénicas y descanso dominical remunerado atendiendo las leyes 15, 76 y 46 de 1 925, 1 926 y 1 928 respectivamente. Los trabajadores llegaban ya anocheciendo a guindar sus hamacas en unos insalubres campamentos llamados ranchones sin baños ni servicios sanitarios protegidos de la intemperie solo por los techos de palma y separados por unos palos horizontales cada tres metros.

4. Aumento del 50 por ciento para jornaleros que ganaran menos de 100 pesos al mes. A todos ojos los jornales eran injustos pues se iniciaba desde las cinco de la mañana y trabajando a destajo se terminaba cuando empezaba a anochecer y cada trabajador ganaba entre 1,5 y 2 pesos, dependiendo de la producción hecha en el día.

5. Cesación de los comisariatos, que no eran otra cosa que almacenes de la compañía en los que se vendía toda clase de artículos necesarios para la subsistencia traídos de Estados Unidos en los buques de la compañía que se iban repletos de banano y llegaban repletos de abarrotes haciendo así el negocio redondo para la misma.

6. Cesación de prestamos por vales. Este sistema implementado para que el trabajador no pudiera comprar en otro sitio distinto a los comisariatos, pues no se entregaban monedas o billetes circulantes, sino que se daban vales que únicamente tenían valor en los sitios previamente establecidos sin que con estos vales se pudiera comprar en otros almacenes, lo que aseguraba el monopolio comercial de la United Fruit.

7. Pago por semanas y no por quincenas. Por el bajo salario, la carestía de los productos en los comisariatos y el sistema de vales, los trabajadores vivían en un constante e interminable estado de miseria y necesidad, que obligaba a tener a diario el sustento propio y de la familia y no daba lugar a esperar mas de una semana el pago de su trabajo, a pesar de que era también una constante el aguantar hambre e incluso era también una constante echar en su mochila media panela y una docena de tabaco para con eso aguantar el día.

8. Cesación de contratos individuales de trabajo y creación de contratos colectivos. Mediante estos contratos se garantizaría la protección de los derechos laborales amparados en la legislación vigente con las consabidas fortalezas que esto implicaría.

9. Construcción de 1 hospital con drogas e instrumental quirúrgico por cada cuatrocientos trabajadores y contratación de un medico por cada fracción de 200 trabajadores, pues hasta el momento en toda la zona bananera, sólo había tres remedos de hospital, mal dotados de instrumental y peor aún de medicamentos. Para las enfermedades mas comunes que eran el paludismo y la tuberculosis se recetaban purgas de sal de epson y quinina que se daba como droga común para todos los males. No conformes con esto, esos servicios médicos eran financiados por cada trabajador al cual en el momento del pago se le quitaba una parte de su salario.

Nueve fueron los puntos de peticiones y nueve los muertos que dejaron en la plaza de Ciénaga después de esa fatídica noche del miércoles 6 de diciembre, luego de que tropas de nuestro ejército colombiano, obedeciendo las ordenes del general Carlos Cortéz Vargas, abrieran fuego contra la multitud por no dispersarse, por reclamar sus justos derechos, por reclamar condiciones laborales dignas y por no querer seguir sintiéndose extranjeros en su propia tierra. Fueron tres mil o tal vez más los muertos, eso jamás se sabrá, porque nunca se pudo saber cuántos camiones salieron repletos de cuerpos yertos después de la masacre y se tiraron al mar, nunca se supo en qué lugar se cavaron las zanjas en las que tiraron a otros después de rematarlos con heridas de bayonetas y en muchos casos enterrarlos vivos aún. La cifra no se sabrá, pero de lo que se tiene certeza es del informe oficial que el presidente Miguel Abadía Méndez presentó al Congreso en 1929, en el que hablaba de 25.000 obreros de la United Fruit. Eso sí, de lo que sí se tendrá certeza por siempre y para siempre es de que la plaza estaba repleta de trabajadores de el Reten, Tucurinca, Sevilla, Guamachito, Riofrio, Guacamayal, Cienaga, Fundación y Aracataca. De este último pueblo nació una historia de realismo mágico que denunció la locura de un país que aún adeuda la verdad, justicia y reparación a las familias y a la historia, y que a pesar de las evidencias recogidas con rigor científico, algunos personajes hoy, tal vez por ignorancia o por mala fe quieren desconocer.

Jamás, pero jamás debemos permitir que se repita y mucho menos que se borre de nuestra memoria colectiva esta masacre perpetrada en contra de una población inerme, vulnerable, contra unos campesinos que a costa de su explotación solo exigían un trato con dignidad… la dignidad, esa dichosa palabra que algunos indignos pretenden olvidar.

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