Valery no le tiene miedo a nada... A sus escasos 21 años le ha tocado vivir mucho. Teniendo 3, cuando todavía se llamaba Álex, a su papá lo asesinaron grupos armados en uno de los muchos intentos y 250 bombardeos de las Farc por tomarse el pueblo de Caldono donde nació Alex y toda la familia Rodríguez.
De padres campesinos en este pueblo mayoritariamente indígena, Valery siempre se sintió en cuerpo ajeno desde que era un niño, al que bautizaron Alex Rodríguez. Así como muchos homosexuales y trans tuvieron que dejar sus pueblos incluso por la presión de la guerrilla o los paramilitares que manejaban unos códigos de guerra drásticos que terminaban involucrándose en las familias y la vida personal de la gente, Valery nunca quiso huir.
Inmune al prejuicio y al miedo, a los trece años le confesó a su mamá y a sus hermanas su gusto por los hombres y su decisión de darle vida a la mujer que siempre supo que era. El proceso ha sido largo y muy difícil. El tratamiento físico con hormonas y una cirugía incluida le dieron la posibilidad de vivir en sus términos.
Ella sonríe cuando menciona las tantas veces que recibió amenazas directas e indirectas por su condición sexual. Recuerda el número exacto de panfletos que le llegaron a su casa y los eventos a los que asistió en los que terminaba centro del morbo y la burla colectiva. También sonríe cuando cuenta las veces que le toco irse a Cali para evitar los peligros inminentes de la intolerancia. Aprendió a refugiarse en el silencio y en el anonimato hasta que decidió vencer el miedo y la pena para ir dejando mostrar quién era realmente.
Por supuesto hubo momentos de debilidad. Ella lamenta un poco su “tiempo de locura” en el que abandonó temporalmente el colegio y se dedicó a rumbear. Recuerda los meses carentes de preocupaciones y proyectos sin nostalgia. De ellos aprendió prudencia, humildad y perseverancia.
Sin rencor ni remordimiento ni revanchismo, Valery trabaja como estilista y organizadora de eventos en Caldono. Un oficio en que su mamá fue la primera en apoyarla, regalándole un kit de maquillaje. Sus hermanas le prestaron su primer vestido. Con esto, Valery hizo magia y con su decisión convirtió su casa en un lugar de encuentro de personas poderosas, resistentes, resilientes y libres.