Todo tiene su final/ Nada dura para siempre… Has como yo nunca eche pa' tras, (todo tiene su final)/ Ni pa' coger impulso que va, (todo tiene su final)… y del mismo modo como suena la canción del gran Héctor, le llegó el final a las corridas de toros.
Ya era tiempo: un caudal de sangre había corrido y tenía modos de seguir corriendo entre soles y sombras en nombre del Eros y el Tánatos simbolizado el mundo taurino. De estos, definitivamente y para siempre me quedo por ahora con el Eros, y celebro a gritos la prohibición de las tardes de toros en Colombia, una buena, muy buena decisión del Congreso de la República de vez en cuando para aplaudir, con una ley que pronto deberá pasar a firma presidencial.
Para ser sincero, no comparto de modo alguno que los toreros, los ganaderos y la gente del mundo del toro de lidia sea criminal o desalmada, de lo cual los acusan a rabiar los antitaurinos. Son personas que en todo su derecho creen y viven de algo que consideran arte, un arte en el que la muerte y el deseo y todas sus sangres andan mostrándose y tentando la suerte.
Este espectáculo no estiraba más, no aguantaba más, en un momento en el que es ineludible estar del lado de toda forma de no violencia, de no maltrato
Pero este espectáculo que un día fue bienaventurado y casi santificado, no estiraba más, no aguantaba más, no daba otro poco de tiempo para seguir divirtiendo al escaso público taurino en el lucrativo negocio de empresarios, en un momento en el que es ineludible estar del lado de toda forma de no violencia, de no maltrato.
No hay opción, nada, ni la discusión sobre el arte, sobre el carácter de patrimonio histórico, sobre los empleos y cuentas generados por el espectáculo (lo cual, ya se sabe, serán los argumentos de quienes demandarán la ley una vez se firme) eran suficientes para seguir tolerando un espectáculo que sin duda alguna representa y ejerce un brutal maltrato a los animales.
Como aquí nada se cierra, lo más seguro es que la Corte Constitucional, frecuentemente acomodaticia, fallará declarando inconstitucional la ley de manera condicionada cuando la demanden; dirá a través de una sentencia ilegible de 200 páginas que esto es patrimonio cultural de la Nación, dirá que debe valorarse el derecho al trabajo de toreros y cuadrillas y empresarios y ganaderos; que el toro de lidia se extinguirá y hay que protegerlo como especie única (desde luego para que lo maltraten), y dirá, ténganlo por seguro, que lo mejor es que se prohíban no en tres (como dice la ley), sino en diez años, para acomodar todo.
Y la discusión seguirá. Pero por ahora, en hora buena, las corridas de toros estarán prohibidas y eso está muy bien.
Quien escribe fue taurino en la infancia, ha disfrutado siempre del Eros y el Tánatos, cree en la libertad irrestricta del arte, no como cuento a las correcciones ni a las tendencias cuando solo hacen parte de la moda, y, desde luego, hace tiempo cree y trabaja para que no sea admisible ningún maltrato animal en nombre del arte o de la cultura.
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