La realidad es algo externo a nosotros, que a pesar de que nos separemos de ella, continúa ahí. Tiene su característica física, cualidad o propiedad, lo que la hace medible y diferenciable. La vemos de manera abstracta como una realidad externa compartida (interpretada de manera igual o distinta), donde la percepción individual (realidad interna y subjetiva) juega un valor importante en la comunicación y entendimiento social de aquello externo al “nosotros”.
La otra forma es verla de manera real, concreta, tangible, comprobable y sometida a pruebas para corroborar su existencia. Esta realidad subjetiva y objetiva se debe fusionar para construir, sociológicamente, un excelente escenario o contexto social, con un diálogo humano transparente, sincero, sin engaños, ausente de las malas interpretaciones, donde lo racional como lo emotivo tienen un mismo peso y valor comunitario.
En este orden de ideas, cuando se habla de “aguacates”, al igual que de “tombos”, los colombianos, en nuestro raciocinio, asociamos esas palabras con un policía. Sin embargo, esos calificativos no son formas peyorativas, ofensivas, humillantes y despreciativas, sino que contienen un significado histórico, interpretativo o representativo de gran valor para la institución y su evolución.
Para la palabra “tombo”, su valor es histórico, por sus prendas de vestir. Con respecto al "aguacate", es la asociación interpretativa entre el color del uniforme (verde oliva) con el color y las virtudes nutricionales de una fruta llamada aguacate.
El aguacate es rico en ácidos grasos y omega tres, seis y nueve, que el cuerpo humano no puede producir o elaborar a partir de otras sustancias (de hecho, más del veinte por ciento de nuestro cerebro se compone de sustancias grasas). Además, medicinalmente, este fruto reduce el colesterol malo (grasa) en la sangre y mejora el sistema circulatorio (tensión arterial).
En consecuencia, la interpretación es muy digna para nuestros policiales, en el sentido de que su accionar está íntimamente relacionado con las virtudes medicinales de este fruto. El fin es reducir del cuerpo social colombiano, en la mayor parte posible, todas esas personas grasas (colesterol malo), que se identifican por ser groseras, sin modales, asociales, anómicas, delincuentes, corruptas, estafadoras, maltratadoras, homicidas, secuestradoras... que llaman la atención de manera descortés, usan tonos inadecuados y hacen mal uso de su poder, etc.
A su vez, el fin es lograr que el sistema social circulatorio, es decir, la sana convivencia, la comunicación transparente, la empatía, el amor por el otro y el altruismo, mejoren la atención y el compromiso por las buenas costumbres en los espacios familiares, laborales, sociales o comunitarios, que comparativamente serían los órganos importantes de nuestro cuerpo social, llamado Colombia, sin organismos grasientos.
Para finalizar, el saber portar este uniforme debe estar siempre acompañado de ética, moral, competencias profesionales y una buena toma de decisiones en el actuar, para impartir y dar ejemplo de comportamiento social y aplicación de la justicia.