El pasado miércoles 20 de febrero fue relanzado en el marco de la programación cultural de la Biblioteca Piloto del Caribe en Barranquilla el libro póstumo de relatos de Rafael Salcedo Castañeda titulado Digamos que cuentos.
El libro, publicado por Collage Editores en su colección Caribe adentro tuvo en esta ocasión los abordajes del poeta y narrador Joaquín Mattos Omar, del periodista y escritor Sigifredo Eusse Marino y de este columnista, y constituye una interesante noticia literaria en el panorama de nuestra narrativa reciente en el Caribe colombiano, no importa que se hubiera estado escribiendo durante largos años en Paris, en México y en Barranquilla, pero en el que es poderosamente sensible la unidad referencial de una atmósfera y un ethos decididamente caribes.
Salcedo Castañeda fue en vida un destacado periodista que militó en importantes medios nacionales e internacionales en Colombia, México y Francia, y fue gestor de una de las más interesantes experiencias del periodismo independiente y creativo que hemos tenido en nuestra región que se concretó en el desaparecido periódico llamado Última Página que circuló gratuitamente durante varios años. Y este libro de cuentos, publicado en el segundo semestre del año anterior y lanzado en primicia en la Feria del Libro de Barranquilla LIBRAQ, reúne 26 textos en el que aparece revelada una dimensión del talento de Rafael Salcedo Castañeda que apenas se sugería en su vida periodística: la de creador literario, que se expresa aquí en una grata sorpresa de un estilo seco y controlado pero en el que encantan su dominio del relato, su construcción de las atmósferas y la economía de los recursos.
Fue gestor de una de las más interesantes experiencias del periodismo
independiente y creativo que hemos tenido en nuestra región
que se concretó en el desaparecido periódico llamado Última Página
Luego de estar trajinando en estos textos desde varios años antes de su muerte Salcedo Castañeda solo esperaba que el ejercicio permanente del periodismo le diera un espacio para dedicarse a trabajar en ellos y ponerlos a circular, pero esto no ocurre y se quedan guardados en una vieja caja, en la que reposaban también dos novelas inéditas, en una carpeta marcada a mano precisamente con el título de Digamos que cuentos. A su muerte fueron rescatados entonces por la cineasta Sara Harb, su compañera de los últimos años, con la intención de darles ese destino editorial que esperaban; y para ello pasaron primero por la manos de su amigo el poeta, actor, editor y periodista Aníbal Tobón (con quien había trabajado en periódico El Nacional, de Barranquilla) quien hizo las primeras labores de revisión y edición, para luego pasar por el trabajo de transcripción del periodista y escritor Sigifredo Eusse, y finalmente quedar a cargo del editor y corrector Alfredo Marcos quien dejó el libro listo para su publicación final.
El libro trae una nota de Sara Harb como prefacio en el que cuenta detalles de esta edición y un prólogo de Julio Olaciregui (con quien trabajó en la agencia France-Presse en Paris), en el que cierra asegurando que “los estudiosos de la literatura del Caribe colombiano descubrirán a un autor cercano al grupo de Barranquilla, con un gran dominio del oficio – sobre todo los diálogos y las descripciones – y un generoso don para ‘echar el cuento’ ”. Por su parte, Sigifredo Eusse, amigo y colega en las lides periodísticas, en una breve nota de contracarátula dice que “Hay un algo indefinible y seductor en los cuentos cronicados de Rafael Salcedo Castañeda, cuyas narrativas campean a discreción por territorios y atmósferas que uno racionalmente pensara de latitudes diversas y vagamente exóticas, pero que hondamente se intuyen a la vez – se saben, más bien – como de estas mismas geografías que compartimos”.
La nota de solapa del libro nos informa que su autor había nacido el 25 de enero de 1945 en Ciénaga, Magdalena, y fallecido el 15 de enero de 2008, que era nieto del gran poeta samario Gregorio Castañeda Aragón, conocido como el poeta del mar, de quien heredó no la escritura de la poesía pero sí un gusto especial por este género. Inició estudios de derecho en la Universidad Externado de Colombia en Bogotá, donde fue condiscípulo del poeta y teatrero, Raúl Gómez Jattin, quien lo inmortalizaría en esos versos en que lo llama “…el gran amigo de mi vida entera / el viejo Rafa / El cienaguero ilustre, bello y trágico / como un pájaro en medio de la tormenta”.
También nos dice que después de viajar a Nueva York regresó a Barranquilla y trabajó en el Diario del Caribe con Julio Roca en la subdirección y Álvaro Cepeda Samudio de director. También fue periodista del vespertino El Nacional. Luego vivió durante cerca de diez años en México, trabajando como corresponsal de El Tiempo y redactor de Radio Educación. En 1988 se trasladó a París donde fue redactor de la Agencia France-Presse. Volvió a su ciudad natal en 1992 y allí fundó Última página. Y entre 2001 y 2006 fue editor regional de El Tiempo.
Además de este libro de cuentos, se preparan también las ediciones de sus novelas El sueño del mar perdido y Recuerdos del son.