El año apenas empieza, pero los tales candidatos “alternativos” ya pelaron el cobre, mostraron su verdadera condición. El colmo fue el protocolo ideado por Daniel Quintero (Movimiento Independientes) en el que se da el permiso para que agentes del ESMAD entren a las universidades públicas a intervenir y “controlar” la situación provocada por explosivos dentro las mismas.
Las últimas campañas electorales, celebradas en el 2019, dieron a la gente un aire de cierta esperanza, de posibles cambios en el panorama social. Candidatos como Daniel Quintero y Claudia López (Partido Verde) representaban aquel advenimiento de la “izquierda” en el que se recogían diferentes sectores sociales como estudiantes, trabajadores y movimientos feministas, entre otros. De igual forma, provocaron entre estos mismos sectores reclamantes de cambios sociales una sensación de “más de lo mismo” debido a la experiencia histórica sobre la incapacidad del Estado de brindar mejores condiciones de vida. De hecho, aluden a que ningunas elecciones, partidos y políticos han podido cambiar algo de su situación; de la única forma en que el Estado les responde es a través del pie de fuerza policial, de la represión.
Al principio fue Claudia López y su medida de mandar a las madres de los estudiantes y el ESMAD a intervenir las protestas con las consignas de “soy su mamá y punto”, “no se dice qué, se dice señora”, “algún día de me lo agradecerá”. Por conservadora e infantilizadora esta medida no funcionó, debido a que en últimas envió a los de los gases y el bolillo a intervenir las movilizaciones, contando ya 9 civiles heridos y cientos de detenidos en lo que va del año solamente en la ciudad de Bogotá. De hecho, agudizó más la indignación de los protestantes asegurando que las protestas estaban infiltradas por grupos guerrilleros, lo mismo que dijo el año pasado el ex-ministro de defensa Guillermo Botero (Centro Democrático), afirmación que, aunque carezca de pruebas o no, es una perfecta justificación para darle tratamiento de guerra a las protestas, deslegitimarlas y atropellar cada vez más los derechos de la gente.
Luego, en Medellín, a Daniel Quintero, egresado del Alma Mater y con cara de buena gente, ya se le nota un poco alterado. En lo que va del año ya metió al ESMAD a la Universidad de Antioquia a través de un protocolo que permite el ingreso de las fuerzas del Estado cuando se presenten explosivos. La gran mayoría de sus votantes, recogidos en las universidades, nunca se imaginaron tal cosa; lo que pensaron que era un aliado en las próximas jornadas de paro nacional, por ser “alternativo”, resultó siendo un obstáculo más inmediato en la lucha contra las reformas del gobierno.
El punto es que lo que develó la entrada del ESMAD es el desconocimiento, no tanto de la autonomía universitaria consagrada en el artículo 69 de la constitución política de Colombia, sino de las dinámicas de las universidades, en este caso públicas. Las universidades son aquel lugar donde se reflejan y se ven nítidamente las contradicciones de la sociedad como, por ejemplo: la creciente desigualdad, la informalidad laboral, el desempleo, los bajos salarios, el conflicto armado, entre muchas otras. Más conservadora que la medida de Claudia López es la de Quintero, porque se basa en la idea, caduca ya, de que esas problemáticas, que se exteriorizan en diferentes formas de lucha (el tropel, por ejemplo), se resuelven a través del pie de fuerza policial del ESMAD, el cual lleva a cuestas 34 muertos y unos cuantos (o unos muchos) ojos desde hace 20 años de su creación. Parece que Quintero pasó por la universidad con los ojos cerrados.
Entre mismos politiqueros se injurian. Claudia López asegura que “jamás violaría un campus universitario”, como también Gustavo Petro dice que “Ingresar a una universidad con la fuerza bruta es como quemar en las hogueras los libros”. De hecho, con respecto a la presencia del ESMAD frente a manifestaciones contra el gobierno Duque, dijo “¿acaso esto es defender el derecho a la reunión y a la manifestación? Bajo qué delito detienen a esos muchachos estudiantes, ¿por el delito de no estar de acuerdo con el gobierno?”. Se le olvidará a este señor que, en el año 2012, durante su alcaldía, le mandó el ESMAD a gente que protestaba contra el pésimo servicio de Transmilenio. Por otra parte, la Claudia aumentará el pasaje de este sin garantías de que el servicio mejore.
Parece que estuviésemos asistiendo al fracaso electoral, al llamado a desconfiar de los políticos y gobernantes de turno. Las desigualdades sociales siguen aumentando, el empleo es cada vez más precario, la tierra está cada vez más concentrada en unos pocos, el pasaje cada vez más caro, además de que parece más transporte de ganado que de pasajeros, mientras el Estado y los politiqueros están ahí, repartiendo bolillo al descontento social y deslegitimando la protesta por los medios antes que dando soluciones reales y concretas. ¿Será que el mismo carácter del Estado se los impide?
En fin, hay que abogar por el fortalecimiento de figuras realmente democráticas (o que al menos han sido, en la práctica, más democráticas que la tal “democracia” representativa) como las asambleas, los encuentros populares, los comités nacionales donde se encuentran campesinos, indígenas, estudiantes y trabajadores. De igual forma, debe fortalecerse la organización dentro del pueblo, esto es, organizarse para defenderse ante la represión, lo que no implica, como muchos suelen decir, “vandalizar” y acabar con todo. No, no es esa la idea. Es el uso de la violencia como defensa de la vida, la libertad y la dignidad. Que los medios del Estado lo muestren como la peor afrenta a la “democracia” es otro asunto. Por todo esto, hay que preguntarnos: ¿Son necesariamente las formas institucionalizadas de democracia que nos da el Estado por las que debemos seguir abogando? ¿Realmente estas formas siguen funcionando en la actualidad para solucionar la cada vez más creciente precarización de la vida?, por lo menos mi perspectiva se recoge en la siguiente consigna que ha ido brotando en el movimiento social: “¡ni el Estado ni los politiqueros, solo el pueblo salva al pueblo!”