Las dietas que las personas se proponen adoptar van y vienen como las modas. De salida quiero subrayar que ninguna va a curar por sí sola todas nuestras enfermedades, ninguna va a prevenirlas todas y ninguna ha sido seguida disciplinadamente por un grupo grande de personas por más de cinco años para llegar a conclusiones científicas válidas. Entonces las dietas no son recetas infalibles para la salud sino más bien sugerencias para una nutrición saludable. Lo que ocurre es que deseamos intensamente algo que nos asegure la ausencia de enfermedades, y eso no existe.
Dicho esto hay propuestas dietéticas que me parecen interesantes y quisiera intentarlas si tuviera el tiempo, el dinero y la voluntad para hacerlo. Como alguna vez dijo un paciente: “Doctor si estuviera en vacaciones y tuviera sueldo para mercar en Carulla seguiría la dieta que la nutricionista me mandó”. Soy entonces como esas señoras que compran libros de cocina pero nunca se acercan a la estufa y leo sobre dietas con el apetito de encontrar alguna buena, fácil y barata.
Hay dos propuestas que me llaman la atención. La primera es la Dieta simuladora de ayuno. Desde hace muchos años se sabe que reducir drásticamente la oferta calórica en la alimentación de muchas especies unicelulares y multicelulares aumenta significativamente el promedio de vida. En otras palabras si uno no se infecta con un germen patógeno o sufre heridas que hay que reparar es difícil morirse de hambre: un ayuno severo y prolongado lo lleva a uno a vivir año tras año, eso sí con mucha hambre. Por eso muy pocas personas lo han intentado y la gran mayoría de nosotros prefiere morir tarde o temprano, gordito y satisfecho.
¿Qué tal que se ideara una dieta que engañe a nuestro metabolismo haciéndole creer que ayunamos? Pues se le tiene, como dicen las marchantas en nuestras plazas de mercado. El Dr. Valter Longo (¡que apellido más apropiado!) profesor de gerontología en la University of Southern California-Davis ha estudiado metódicamente el problema y acaba de publicar sus resultados con sujetos de experimentación humanos en Cell Metabolism (junio 18, 2015). La Dieta Simuladora de Ayuno ha sido probada en levaduras, el hongo al que le debemos la cerveza, y ratones de experimentación: aumenta la resistencia al estrés bioquímico y la vida media de los organismos unicelulares, también disminuye el tejido adiposo, el cáncer y las enfermedades inflamatorias aumentando el promedio de vida en los organismos multicelulares. Ahora ha sido probada en sujetos humanos y disminuye los marcadores bioquímicos de enfermedad coronaria, cáncer, diabetes y envejecimiento.
¿Y cómo se sigue esa dieta tan prometedora? Facilito, dice el Dr. Longo. Separe cinco días al mes y ayune de seguido durante ese tiempo: 1090 calorías el primer día, 725 calorías los otros cuatros días consecutivos. Después durante el resto de mes coma su dieta habitual. Entiendo que esto se puede hacer tres o seis meses seguidos y hasta cada dos semanas para las personas que tenemos más perímetro abdominal (el marcador más útil para predecir enfermedad cardiovascular). Por supuesto, consulte a su médico o nutricionista antes de implementar la Dieta Simuladora de Ayuno.
Según el Dr. Longo los efectos benéficos de este régimen se fundamentan en la disminución de IGF-1 o somatomedina C que es un promotor del crecimiento y envejecimiento. No sé si todo esto sea otra promesa de aquella mítica fuente de la juventud que tanto tentó al explorador Ponce de León y a todos. Pero muchas culturas y religiones han juzgado que el ayuno es recomendable. Además la situación nutricional puede ser más parecida a la del hombre primitivo que cazaba con suerte o no y tenía períodos de ayuno frecuentes. Ciertamente nuestros congéneres prehistóricos no comían tres veces al día y abundantemente semana tras semana. Lo que me lleva a la segunda propuesta dietética que me parece interesante, las Dietas Paleolíticas.
En realidad una Dieta Paleo no es muy distinta a la célebre dieta mediterránea. La gran diferencia estaría en evitar vinos y bebidas alcohólicas que por supuesto el hombre primitivo aún no había inventado. La Dieta Paleolítica incluye carnes bajas en grasa como la de los animales no domesticados, pescado, moluscos, algunos vegetales, miel, frutas, nueces y semillas. No incluye productos lácteos, legumbres cultivadas ni cereales que aparecen en la dieta humana hace 10.000 años después de la Revolución Neolítica. Según sus defensores previene la obesidad, la diabetes y la aterosclerosis. Según sus opositores es un mito porque en realidad no sabemos que consumía el ser humano en aquella lejana época.
De todas formas, la Dieta Simuladora de Ayuno y la Dieta Paleolítica me parecen sugerencias dietéticas interesantes. Cuando compruebe sus efectos en mi persona les estaré informando.