Tengo un viejito chuchumeco y cascarrabias atrapado dentro de mí que me dice qué decir y cómo actuar, que a veces me domina por completo y me pone a escribir. Sé que para muchos las palabras que siguen pueden sonar a discurso repetido, pero de antemano me disculpo porque no todas son mías, muchas son de él.
Estoy más que seguro que esta clase de artículos han sido escritos más de una vez. Probablemente cuando el rock se dio a conocer, muchos críticos y religiosos catalogaron esa música como traída de la cabeza de un demente y puesta sobre nosotros como un aviso de lo que el infierno será. Pero me parece que a lo que ahora nos enfrentamos no tiene ningún precedente, no tiene una historia que merezca la pena recordar. El demonio que ahora nos acecha tiene un nombre paradojal que confunde. No es reggae, y ese tón del final parece ser una pista del sonido que vamos a escuchar. Tón-tón-tón: como los cavernícolas. Pero según su ortografía nominal es reguetón, como para que los simios que acostumbran a escuchar este tipo de música mientras se bañan, no se enreden con la doble g y la a antes que la e. Pero necesito mantener la calma. Quizá este sermón sea ya pan de cada día para los reguetoneros, pero es que a mí en verdad me da miedo, se me hielan los huesos de tener que pensar en qué se va a convertir todo esto.
De pronto el paso a seguir sea una masiva sobrepoblación de calvos gordos de cadenas de oro de fantasía, con sus mujeres en deuda con los cirujanos plásticos; o incluso a un brote de abortos en menores de edad y que definitivamente se suelten las riendas de esta ya tan frágil y tambaleante sociedad. No sé qué pueda pasar y, para dormir mejor, prefiero no imaginármelo.
Cali, Cali, Cali. Mi querido nicho caliente, mi adorada ciudad. ¿En qué clase de prostituta te estás convirtiendo? Prefiero hacer la vista a un lado, apretar nalgas y esperar a que todo esto sea una simple prueba a superar para que así vengan tiempos mejores. Dejemos de escudarnos y refugiarnos en slogans que pobremente nos describen. Cuál “Sucursal del cielo”, ni qué “Capital de la salsa”. Nuestras falencias y pecados no desaparecerán mágicamente disfrazándolas con frases seudopositivas y poco acertadas.
Habrá quienes sepan medir las consecuencias de la lujuria exacerbada de estos bailes, pero por ahora la in"mensa" mayoría no lo hace. Estamos al borde del apocalipsis de un solo beat, que arrasará con todos nuestros jóvenes prospectos y nuestras “damas de sociedad”; muy pronto vendrán los siete jinetes montados en mulas carretilleras, oyendo reguetón y destruyendo todo a su paso:Don Omar con su armadura de papel aluminio, tal como sale en su famoso video en donde con un increíble poder de observación anuncia la llegada del Sol; delante de él Daddy Yankee que lo lleva a cabestro,y cinco payasos más —todos con nombre abreviado o de una sola letra— vendrán pregonando la transformación de las niñas de casa en putas de burdel.
Solo traeré a una niña al mundo cuando sepa que definitivamente se han quemado todos los discos de reguetón y borrado todas las listas de los computadores, ipods, iphones, bases de datos… creo que nunca voy a tener hijas. Es que verlas como bailan con esas falditas y chorsitos, pareciera como si una escena hubiese sido sacada de una película porno, solo que en una discoteca y todos tienen ropa. Claro que con oír la letra de una de esas bellas melodías —Dale papi dale, dale sin parar, dale como a rata que mi esposo va a llegar… metelo papi, metelo— no creo que sea mucho el tiempo que permanezcan vestidas ni unidas esas parejas. Es el reguetón la causa de muchos corazones rotos, de muchas relaciones basadas simplemente en el sexo. Y luego se emberracan que uno las tilde de perras. Eso si no les gusta para nada. Sigan así, jugando a sus ruletas sexuales inofensivas y verán que nada pasa. Tranquilas regresen a sus casas e imprequen a los cielos para que el Espíritu Santo les haga llegar la menstruación.
Y así me quedo, impotente ante el nubarrón de estiércol que llueve sobre mi amada ciudad natal. Entren a sus niños, encierren a sus niñas y busquen en cada rincón de sus habitaciones pues si encuentran un disco con un nombre impronunciable, un afiche con gordos haciendo alarde de sus riquezas rodeado de mujeres en poses provocadoras… ya es muy tarde, el bicho ya les picó y ese virus se esparce más rápido que una venérea.
