A diario la trampa y los vivos deambulan por la Bogotá. Sonrisas descaradas e individuos desgarbados cometen a diario delitos que por la ineficacia de las autoridades y la indiferencia de la masa cada vez son más comunes.
Un paseo por Bogotá en TransMilenio es la oportunidad perfecta para ver a los vivos por todas partes, fauna silvestre que pareciera hacer parte ecosistema nativo, pues los transeúntes los ignoran y obvian al pasar. Están tan acostumbrados a ellos que ya se hace un suceso normal. Miles de personas a diario abusan de la ineficacia de las medidas que se han implantado para mitigar esta problemática y se burlan en la cara de quienes aún respetan al sistema y las autoridades.
Ni siquiera la policía ha podido frenar la horda de conchudos que a diario violan los derechos de quienes ejercen la ciudadanía con gallardía. Pagar un pasaje no debería ser una opción, debería ser una orden y el no hacerlo debería ser condenado como el delito que es, pero la laxitud de la justicia ha permitido que esta problemática se anide en la realidad de los bogotanos.
Hombres, mujeres, adultos mayores, indígenas, animales y todo lo que usted pueda imaginar entra abruptamente y a la fuerza a un sistema que cubre las necesidades de transporte de la clase media y baja. Pérdidas por miles de millones no han llamado la atención de las directivas y seguramente en un plazo corto será la ciudadanía de bien quien deberá subsanar esta problemática con nuevas tarifas y precios más altos, ¿acaso es justo que los honrados deban pagar por las acciones de los vivos?
La respuesta es un no rotundo, y es una agresión directa a la ciudadanía el tener que soportar esto sin medidas de control. La policía ha hecho presencia, pero son pocos los que ejercen su rol con orgullo. Se me hace que en la entrevista para trabajar como policía en TransMilenio es un requisito el hecho de ser adicto al celular o ser chateador compulsivo, porque aquellos que ejercen su labor se ven opacados por quienes se paran a chatear recostados en algún lugar del sistema, como si fueran parte del mobiliario urbanístico, ¿es eso válido? ¿Acaso la tarea no es cuidar a la ciudadanía? Policías profesionales dedicados a chatear compulsivamente dan ejemplo de profesionalismo a aquellos auxiliares de policía que recurren a esconderse en el fondo de las estaciones para evitar las confrontaciones o el irrespeto de los infractores. Más atractivo es el hecho de conversar plácidamente con el personal de Transmilenio o chatear y no ejercer una labor que puede traer riesgos, pero que si no ejercen quienes están para ello, ¿quién lo hará?
Han dado mejor ejemplo las mujeres de chaquetas azules, que trabajan para el sistema, oponiéndose a quienes buscan ingresar al sistema sin pagar, a quienes hacen un mal uso del sistema o a quienes infringen la ley. ¿En qué terminará esta situación, que permite que los “vivos” hagan trampa a sus anchas y se burlen de la ley y de los ciudadanos que cumplen sus deberes con el servicio?
Mi intención con esto es que puedan manifestarse sobre esta problemática, que deje de ser la indiferencia la ley de vida y la ineficiencia la costumbre al ejercer el rol de control en este medio. Como ciudadano estoy cansado de ver cómo se burlan de quienes pagan su pasaje, de quienes a pesar de sus condiciones dedican parte de sus sueldos a pagar por un servicio que los moviliza, mientras otros solamente optan por saltarse las normas y reír mientras lo hacen, sin autoridades que los limiten ni condenen, policías que por chat deben estar seguramente arreglando los problemas de Colombia y discutiendo en un grupo de WhatsApp cómo solucionar el problema de colados en la ciudad.