Desde que en 2013 se dio inicio a los diálogos de paz entre el gobierno de Tailandia con el “Barisan Revolusi Nasional”, uno de los grupos separatistas del sur de Tailandia, las bombas no han dejado de estallar. El escaso control que han demostrado tener los líderes del Barisan exiliados en Malasia sobre las milicias en el sur profundo, aunado a los excesos cometidos por militares han hecho que los diálogos avancen a paso de Tortuga.
Es importante resaltar la voluntad por parte de ambos actores de continuar en las negociaciones, pese a las acciones de spoilers que han tratado de sabotear el proceso. Ambos se necesitan. De un lado, los viejos líderes del Barisan saben que están ante un momento histórico para llevar a cabo las negociaciones. La flexibilidad y disposición ofrecida desde Bangkok -pese a la inestabilidad política que ya depuso en abril de este año a la Primer Ministra- para sentarse a negociar no es asunto menor, teniendo en cuenta la mano dura con la que el gobierno central ha enfrentado a los separatistas desde que el conflicto detonó.
Este proceso, ha contado con la participación de Malasia como país facilitador. Tras la reelección de Najib Tun Razak como Primer Ministro, el respaldo al proceso ha sido total, incluso en los momentos en que los diálogos han estado a punto de caerse. Ejemplo de ello fue la intensa presión ejercida por el gobierno facilitador para alcanzar un acuerdo de entendimiento para reducir los niveles de violencia durante los 40 días del Ramadán.
El gobierno tailandés tiene muy en claro que las posibilidades de llegar a un acuerdo con los viejos líderes del Barisan es más factible que hacerlo con las nuevas generaciones. Quienes se encuentran exiliados hoy en Malasia tienen una comprensión política sobre el asunto de la autonomía y la autodeterminación, mientras que en los otros predomina una visión militar sobre el conflicto. Un grupo significativo de ellos combatió en Afganistán y recibió entrenamiento militar en Pakistán; los cuales se han encargado de preparar militarmente a los militantes separatistas en el jihad armado y son quienes ponen las bombas hoy en día.
Al momento que escribo estas líneas han estallado dos bombas en menos de 72 horas. El 11 de agosto una bomba estalló en frente del Mayo Hospital en la ciudad de Pattani, y el 14 de agosto, en la provincial de Yala, otra bomba detonó dejando sin vida a dos miembros de la contrainsurgencia.
Breve línea del tiempo del conflicto
Las raíces del conflicto tienen su origen en 1902 cuando el antiguo reino de Siam (nombre histórico de Tailandia) anexó a su territorio el espacio geográfico que equivale hoy a Pattani. El nombre de esta región proviene del extinto sultanato independiente de Pattani fundado en 1390 y que compone las provincias de Narathiwat, Yala y Pattani, ubicadas en el sur profundo de Tailandia, justo en la frontera con Malasia.
Tras el anexo, comenzó una imposición sistemática de la cultura Thai que intervino en las bases de la comunidad islámica. La Sharia (leyes del Islam), y el Adat Melayu (código de vestir), que son parte de la práctica islámica en el día a día fueron abolidas.
El masjid, o mezquita en arábigo y los podonks (escuelas religiosas), ambas instituciones fundamentales para la cultura e identidad musulmana, fueron intervenidas y remplazadas por las leyes locales y nacionales regidas desde Bangkok. La férrea imposición proveniente desde el gobierno central determinó un sentimiento anti-thai en esta comunidad. Hubo rebeliones dirigidas por líderes religiosos que exigían respeto por su cultura, la más determinante y aun recordada fue en 1922 liderada por el raja de Pattani (Raja: Rey), y el Raja Abdul Kadir. El principio de la rebelión clamaba por la independencia del Pattani.
Desde ese momento no ha parado el malestar entre los musulmanes del sur profundo de Tailandia frente al centralismo desbocado de Bangkok. Aunque el gobierno central ha aceptado cierta libertad religiosa para los musulmanes, la autonomía y pluralidad para esta cultura nunca ha sido aceptada. Según Thanet Aphornsuvan, experto en asuntos islámicos de la Universidad de Thammasat en Bangkok, para las autoridades no es un problema la asimilación de los musulmanes desde una perspectiva individual, pero cuando el Islam es identificado como una corriente en contra de la cultura thai, como sucede en el sur, el conflicto se vuelve inevitable.
Las tensiones entre los separatistas, conocidos como malayos-musulmanes, durante el siglo XX fluctuaron entre la conciliación y la violencia armada. Los momentos de más alta tensión se dieron entre la década del 60 y el 70 del siglo pasado, con el surgimiento de varias organizaciones armadas separatistas. Las más influyentes fueron: El Barisan Revolusi Nasional (BRN) organizado en 1974; y el Bertubuhan Perpaduan Pembebasan Pattani (PPPP) o PULO fundado en 1968 y considerado el más importante grupo separatista armado en el sur profundo de Tailandia. Durante la década del 80 del siglo pasado, el gobierno de Prem Tinsulanond destinó recursos importantes para el desarrollo de la región, manteniendo lazos de cooperación con líderes musulmanes moderados en el sur profundo, de esta manera se consiguió cierta estabilidad política y detuvo por un tiempo relevante los enfrentamientos con los grupos separatistas.
Hasta el 2004 las acciones violentas armadas por parte de la insurgencia y del ejército tailandés mantuvieron niveles bajos, con excepción de 2 eventos que sirvieron de antesala para el escalonamiento del conflicto. En primer lugar, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001 y la con la llegada al poder del primer ministro Thaksin Shimawatra, el gobierno tailandés reformuló su legislación para unirse a la cruzada contra el terrorismo, persiguiendo a la población musulmana en Pattani por sus posibles vínculos con extremistas islámicos y grupos terroristas. En segundo lugar, en 2003 lanzó una política de mano dura contra las drogas que tuvo como efecto la desestabilización de la región tras los excesos de la policía, a quienes se les ha acusado por numerosas ejecuciones extrajudiciales y desaparición forzada de civiles, principalmente musulmanes. Al día de hoy, según el Centro de Investigación, Deep South Watch, radicado en Pattani, entre enero de 2004 y abril de 2014 las cifras de muertes llega a 6097 personas, de las cuales 3587 son musulmanes y 2359 son budistas. La mayoría han sido civiles.
Autonomía : Causa y solución del conflicto
El que Pattani pueda obtener cierto tipo de autonomía administrativa no es tan distante a la realidad. Ya en 2007, K. Makhota, portavoz de Bersatu -organización que cobija a los movimientos separatistas en el Sur de Tailandia- sugirió la posibilidad de darle a esa región el status de administración especial, tal como lo tiene la isla de Phuket, también al sur de Tailandia.
También en intentos de dialogo anterior, el gobierno central ya había propuesto la posibilidad de introducir algunos elementos de La Sharia en las tres provincias que componen la región de Pattani. El reconocimiento de los elementos tradicionales de la cultura musulmana por parte del gobierno central, podría ser el inicio de unos diálogos fructíferos.
La idea de constituir en Pattani un Estado independiente, es una posibilidad más que remota. En cambio, que el thai pueda alternarse con el malayo como lengua oficial en la región; reducir la presencia de las fuerzas armadas en el sur; descentralizar el poder y transformar las estructuras político-administrativas en la región; y reconocer e incluir la identidad cultural y religiosa de la comunidad musulmana en el sur, parecen ser demandas que pueden ser escuchadas y aceptadas por el gobierno central para ponerle fin al conflicto. Lo extraordinario, es que se tenga que llegar hasta esas instancias de violencia para hacer ese tipo de exigencias.
Los retos de los diálogos
Ambos actores deben demostrar que tanto las tropas como las milicias, están regularizadas y obedecen a un mando central. No hay nada más dañino para un diálogo de paz que la falta de confianza entre actores tras haber estado en fase exploratoria. Es difícil avanzar cuando desde las mesas se tiene la voluntad, pero en el terreno los niveles de violencia siguen siendo altos.
Adicionalmente, las partes, deben estar conscientes de sus exigencias y deben estar dispuestos a ceder en algunas de sus posiciones para que los diálogos marchen y lleguen a buen término. El Barisan Revolusi Nasional, debe tener claro que mediante la violencia armada no va a lograr autonomía para la región de Pattani, así como desde Bangkok se debe aceptar que a través de operativos militares no se va a detener a las milicias separatistas. La negociación es la única salida y ambos actores parecen tenerlo claro, sin embargo, durante el proceso los gestos conciliatorios entre las partes han sido mínimos, y es esto justamente lo que se deben replantear.
Finalmente, las acciones violentas recientes pueden ser una estrategia de las partes antes de sentarse a negociar, demostrando una posición fuerte en la mesa para acceder a mayores beneficios – por lo general se percibe que negociar con un actor, desde una posición de debilidad hace que los beneficios que se puedan obtener sean mínimos-. Sin embargo, si se trata más bien de milicias desregularizadas que no están controladas bajo un mando central, la influencia del Barisan en la mesa puede irse para abajo.
Amanecerá y veremos, mientras tanto que cesen las bombas.