Pensando en tantos y tan variados acontecimientos que suceden en nuestro país, me tomo el atrevimiento de compartir con ustedes, con la intención de que sea "útil y construya, o deconstruya, según sea el lector y el caso", la siguiente reflexión que surgió en mí después de constatar la grave contradicción argumentativa en la que incurrió el señor presidente al propiciar la salida masiva de los ciudadanos, para que al calor de lo que dispone el Decreto 682 de 2020 (norma que establece una exención especial del impuesto sobre las ventas IVA buscando la reactivación económica y el estímulo al consumo) se tome a la ligera la obligación de proteger la vida y la salud de los ciudadanos en este contexto de la pandemia generada por la COVID-19. Contexto en el que se nos ha dicho, hasta la saciedad, que una de las estrategias más eficaces para hacerle frente a la pandemia (término que viene del griego πανδημια = para todo el pueblo) es el distanciamiento social.
La cuarentena, que desde hace ya más de cien días decretó la administración Duque, apuntaba precisamente a eso, a implementar un distanciamiento social que tenía y tiene, según el discurso oficial, un carácter preventivo y obligatorio. Debo decir que la cuarentena (está probado) es buena para desacelerar el contagio, pero de nada sirve si no se aprovecha para instalar Unidades de Cuidados Intensivos (especializadas en pacientes críticos de COVID-19). A la larga, si de algo podemos estar seguros es de que la expansión del contagio llegará, como ya pasa en ciudades como Cartagena, Barranquilla, Leticia y otras, al crítico 60% de ocupación, que obligará, más temprano que tarde, a retornar al punto cero de la cuarentena.
La contradicción
El señor presidente se contradice al interpretar la conveniencia de las aglomeraciones, en el contexto de lo que estamos viviendo. El 15 de junio pasado, a propósito de un movimiento de protesta que se generó en las calles, dijo en su cuenta de Twitter que: "Condeno vandalismo en manifestaciones hoy. Como país, estamos enfrentando una pandemia y no es momento para aglomeraciones que pueden causar contagios y poner en riesgo salud de colombianos. Respetamos la protesta pacífica, pero cero tolerancia con actos de violencia".
Debo mencionar que estoy de acuerdo con el señor presidente en el rechazo al vandalismo (si se apeló al expediente de la violencia, si hubo vandalismo debe condenarse viniere de donde viniere) porque soy civilista y creo en la fuerza de las ideas y no en la violencia. Sin embargo, en lo que tengo que disentir del primer magistrado de esta nación es en la perspectiva muy particular de entender que en ciertos casos las aglomeraciones son malas porque podrían causar contagios (por ejemplo, cuando los ciudadanos ejercen el derecho fundamental a la protesta consagrado en nuestra Constitución), pero que en otros casos son buenas, es decir que no propiciarían el contagio (como son las que se causan cuando los ciudadanos acuden en tropel, aprovechando el día sin IVA, que llenará más las arcas de las grandes superficies).
Francamente, me declaro en estado de asombro y preocupación permanente por la manera muy sui generis que tiene para razonar el primer mandatario y le pregunto: ¿cuál es la entidad de la aglomeraciones?, ¿son malas per se?, ¿contribuyen con el distanciamiento social? Como soy consciente de que el señor presidente no me va a responder, porque, entre otras razones, debe estar muy ocupado aprendiéndose el libreto para poder presentar el programa de las seis de la tarde, yo mismo me respondo: Depende, depende.