El 26 noviembre de 2019, en Twitter, la cuenta de la Presidencia de la República habría publicado: “Colombia va a tener 3 días al año sin IVA. 3 días al año donde las familias podrán adquirir, con un monto que será definido por los ponentes, principalmente artículos como vestuario, calzado, útiles y también algunas tecnologías”, supuestamente “para aliviar el bolsillo de los colombianos”, cosa que finalmente era una de las estrategias puestas sobre la mesa para que no hubiese mucho descontento en la ciudadanía ante la propuesta de reforma tributaria que el Gobierno Nacional ponía en consideración del Congreso de la República, mayoritariamente aliado de aquel.
Adicionalmente, en esos días, la revista portafolio recogió palabras del Presidente Duque sobre ese tema: “Las familias podrán adquirir estos artículos con un monto que será definido en su momento, y principalmente para productos como vestuario, calzado, útiles, y también algunas tecnologías (…) Esto permite que en nuestro país se liquide[n] rápidamente inventarios, pero en favor de las familias de clase media”.
Ayer, en el afán de reactivar la economía ante la crisis generada por la pandemia del Covid 19, se llevó a cabo el primero de los 3 días sin IVA, con resultados al parecer muy positivos para algunos comerciantes (varios de los cuales aprovecharon para aumentar los precios de los artículos días antes de esa fecha, todo ello con la defensa cínica y absurda de Fenalco que se trataba de nuevos inventarios), pero seguramente con consecuencias nefastas para la salud y la vida de muchos colombianos.
Escoger el 19 de junio como una de las fechas para las compras (y por consiguiente ventas) sin IVA (seguramente también pensando en la cercanía del Día del Padre) fue otro gran desacierto del Presidente de la República y su Gabinete, especialmente porque esa fecha era la que hasta entonces mostraba la mayor cantidad de positivos y decesos por Coronavirus en un solo día, dentro de la tendencia ascendente de la curva de contagiados y muertos, que todavía no ha alcanzado su nivel más alto (“pico”).
El 19 de junio de 2020 fuimos testigos de cómo miles y miles de personas se volcaron a las calles y almacenes, no tanto a comprar “… vestuario, calzado, útiles…”; sino casi que en un 100% artículos eléctricos (neveras, televisores, equipos de sonido, etc.) o electrónicos (computadores, tablets, celulares), lo que a mi modo de ver demuestra, entre otras cosas, que:
- a) La medida sí era efectivamente para favorecer la clase media (y alta), ya que los pobres (y especialmente los pobres extremos), no tendrían para adquirir esos artículos (muchos difícilmente tendrán para adquirir comida y pagar arriendo, si es que acaso pueden hacerlo y no tener que aguantar hambre);
- b) El afán por el consumismo (y quizás también el cansancio del encierro) llevó a que oleadas de personas, por conseguir incluso elementos suntuarios y no de primera necesidad, arriesgaran su salud y hasta su vida (y las de personas cercanas), dejando de lado el miedo y el riesgo de contagiarse del peligroso virus;
- c) Muchos de los negocios y de las mismas autoridades no estaban debidamente preparados para enfrentar estas situaciones;
- d) Aunque es cierto que la responsabilidad es de todos frente a la pandemia, la principal es del Presidente de la República como Jefe del Estado y líder de las decisiones que impactan en toda la ciudadanía colombiana.
Ahora seguramente van a ser todavía más los días y las cifras de contagios y fallecimientos por Coronavirus, y posiblemente el pico de la pandemia ya no estará tan cerca, sin el país estar debidamente preparado para responder a los embates que se vienen. De esa manera “el remedio será peor que la enfermedad”, y como se dice coloquialmente “el tiro les salió por la culata”, porque si las cosas se agravan habrá que volver a recurrir a las medidas más drásticas de la cuarentena, lo que de manera directa o indirecta incidirá negativamente también en ese sector del comercio (y por consiguiente en el empleo y otras áreas de la vida nacional).
El Presidente de la República tiene todo el poder y los recursos para utilizar los medios de comunicación y las redes sociales, y tratar de desvirtuar lo que estoy sosteniendo; y seguramente los pocos que lean este artículo en unos días lo habrán olvidado, pero es innegable que el Gobierno Nacional aquí se equivocó, como lo hizo igualmente al iniciar de manera tardía las medidas para enfrentar el Coronavirus (como el cierre de los aeropuertos y las fronteras, reforzar el sistema de salud con más camas de cuidados intensivos –UCI- y elementos de bioseguridad, etc.) cuando ya se conocía qué estaba pasando con él en otros lugares del mundo; y también erró al intentar cumplir con otra de las estrategias que propuso el año anterior para que le aprobaran el Estatuto Tributario (específicamente la “devolución del IVA a los más pobres”), pues en la ejecución de su programa “Ingreso Solidario” se evidenció cómo se asignaron esos auxilios económicos a miles y miles de personas que no lo necesitaban o ni siquiera existían; en cambio, no lo recibieron millones de seres humanos que sí los necesitaban, así fuera para paliar un poco y por corto tiempo, el hambre que padecían, ahora exacerbada por el confinamiento obligatorio.
De allí el título de este escrito.
