Fenómenos como la masificación del uso del internet y la difusión hemorrágica de millones de mensajes, que pueden basarse en hechos reales o en mentiras -fabricadas a propósito, con el fin de que se vuelvan virales, buscado obtener beneficios personales, económicos y políticos- han puesto al orden del día el papel de los medios de comunicación, en este escenario saturado de toda clase de información.
Sin hablar de la inexistencia de prensa libre en los países que estuvieron encerrados en la ‘cortina de hierro’ y en la apropiación de los medios, especialmente la radio y audiovisuales, a partir del ascenso del fascismo en la Italia de Mussolini, Hitler en Alemania y de la presión de arbitrarios gobernantes con tendencias dictatoriales, en ‘democracias’ modernas como sucedió en Venezuela, Ecuador y ahora lo insinúa Trump en Estados Unidos, los periodistas y medios de nuestro país no la han tenido fácil para cumplir su labor en beneficio de los intereses de la comunidad como debe ser la función de la prensa responsable.
Diez y ocho meses de cárcel en Envigado pagó a finales del siglo XIX, Fidel Cano, el fundador de El Espectador, por oponerse a las arbitrariedades del gobierno ultra conservador de “La Regeneración” en cabeza de Rafael Núñez, cuando con la “Ley de los Caballos” persiguió a los periódicos de oposición. Setenta años después la dictadura de Rojas Pinilla estableció la censura para El Espectador y El Tiempo, alcahueteando la quema del primero, por hordas de chulavitas.
A partir de la década del 70, la mayoría de los periódicos colombianos que habían sido fundados como voceros de los partidos liberal y conservador, abrieron sus puertas a columnistas de diferentes partidos y deslindaron la información de la opinión, promoviendo las unidades investigativas, que también florecieron en la revista Alternativa, de tendencia de izquierda y donde confluyeron destacados periodistas e intelectuales como Orlando Falls Borda, Enrique Santos Calderón, Gabriel García Márquez, entre otros.
La nefasta relación entre los medios de comunicación y el poder económico y político cada vez se extiende más, al ser comprados los principales medios de comunicación, por poderosos grupos como: el Santodomingo, Ardilla Lulle y Sarmiento Angulo, quienes a pesar de no intervenir directamente en el manejo de la información, sutilmente pueden enfocarla según sus intereses económicos y políticos y debido a la autocensura de periodistas asalariados.
En el Cauca, el concubinato entre gobierno y política tuvo máxima expresión al destaparse el robo de cerca de $750 millones de pesos, en uno de los tantos contratos investigados en Indeportes, durante la gerencia de la abogada Ana Bolena García siendo gobernador Temistocles Ortega. El hecho de que Carlos Pito, esposo de la funcionaria detenida por orden de la Fiscalía, fuera cabeza de Notivisión, el medio de mayor audiencia en la televisión local y el noticiero profusamente beneficiado con publicidad de las distintas secretarías y empresas del departamento y que la amplia casa en que funcionaba, al igual que la residencia donde vivía la familia Pito García, fuera propiedad de una de las mayores financiadoras de la campaña de Temistocles Ortega y del actual gobernador del Cauca, Rodrigo Campo, y principal accionista de Coomotoristas del Cauca y otras empresas, desnudó la estrecha vinculación entre los poderes político, económico y medios de comunicación conjugados, en lo que puede desembocar en la corrupción, que profusamente se ha destapado en ministerios, gobernaciones y alcaldías, cuando las Farc, a punto de dejar las armas, dejaron de ser noticia y al fin nos dimos cuenta que desde hace años vivíamos en concubinatos consentidos por la sociedad, con visos de ‘tríos, cuartetos’ y hasta orgías entre políticos, ministros, gobernadores, alcaldes, sus gabinetes y los contratistas que financiaban sus campañas para cobrarse por derecha cuando ganaran las elecciones.
En el caso del Cauca, Popayán, Santander y otros municipios donde entidades oficiales como la gobernación, alcaldías, sus secretarías y empresas son los principales anunciadores que con sus pautas mantienen a la gran cantidad de periódicos y la hemorragia de noticieros que abundan en la radio abierta, por internet, televisión local y periódicos en papel y por la red, el condicionamiento de la información actúa directamente o indirectamente al coartar la libertad e inducirlos a ser voceros acríticos de las administraciones de turno. La situación se complica al casarse con un medio al que orientan la mayor tajada publicitaria para que magnifiquen sus obras, mientras los otros sólo destacan sus errores al no recibir zanahoria. Esa es la libertad de prensa y el periodismo que tenemos.