Vereda la Elvira, Buenos Aires, Cauca. A cuatro horas de toda civilización, existe escondida en las nubes, la zona de concentración de los desmovilizados de las FARC. A lo largo de un camino que impide el acceso al que no quiera verdaderamente llegar, las casas son de madera, la mayoría colgadas encima del vacío y sus habitantes dicen que sólo fue hace poco que se mejoró la vía, propensa a derrumbes frecuentes. Desde Timba, Cauca empieza la ascensión al paraíso guerrillero, primero pasando por casas que sirvieron de techo a los secuestrados de la María, luego observando las innumerables hectáreas sembradas de coca que desafían impunemente y fortalecen la belleza del paisaje natural caucano. Una vez pasado el primer puesto de control, una pequeña aglomeración aparece: El Cerál. “Para subir es en chiva!” dicen los locales, y sin otra opción nos ejecutamos rápidamente. El presidente Santos, que quiere personalmente marcar este día simbólico de entrega de las armas de las FARC ya está por llegar, y sus helicópteros sobrevuelan las lomas de Buenos Aires frenéticamente desde ya un rato.
Por radio, la única onda que llega a esta zona totalmente rural del país, nos enteramos que el mandatario, junto a Pepe Mujica y Felipe González no podrá aterrizar por la neblina que protege a los guerrilleros de cualquier tipo de voyeurismo. Una vez terminado el recorrido en chiva por los senderos de los cuales la estrechez solo es igualada por la profundidad de los precipicios que los bordean, nos montamos en una moto y a la vuelta de una cancha de futbol recién terminada, llegamos finalmente al Edén de la paz, la zona de concentración de la Elvira.
Allí se reunieron todos los que quieren la paz, y desde Timba, Cauca la joven población afro-indígena subió para ver de cerca al Presidente Juan Manuel Santos, el que ayudó a darle fin a la violencia letal que desangró a las comunidades del Cauca. Sin embargo luego de unas horas de espera, se confirma que el mandatario y su comitiva no llegaran por las condiciones del tiempo y presenciarán la entrega de armas desde la base militar en Cali. Nosotros, presentes en la vereda, también asistiremos al acto desde lejos, pues la verdadera entrega se está realizando a un kilómetro de nuestra ubicación, lugar al cual la prensa no tiene acceso probablemente porque el aire se hace aún más enrarecido allá.
Al final de un día entero de odisea por el monte, los campesinos no entendieron si el héroe prometido existía o vivía a través de una pantalla, pero como cada noche las chivas volvieron a bajar y la niebla volvió a envolver la paz.