Un día en la vida de mi riñón perdido

Un día en la vida de mi riñón perdido

Teresa, una mujer de 55 años, espera ansiosamente que alguien le done un riñón para salvar su vida. Esta es su historia

Por: Marcela Galvez Correa
mayo 31, 2016
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Un día en la vida de mi riñón perdido

Teresa es una mujer de 55 años que vive en Buga con su hija de 15 años. Es amorosa como cualquier otra madre, hermana y amiga. Sin embargo, algo la hace diferente: le dijo adiós a sus riñones.

Cuando Teresa tenía 20 años empezó a notar que sus infecciones urinarias eran constantes y el color de su orina era un tono coca cola o muy amarilla. Además sentía mucho sueño y cansancio físico. Teresa pensó que estos síntomas eran solo otra infección, pues nunca se imaginó que una parte de su cuerpo se estaba deteriorando lentamente.

Una mañana de lunes, Teresa decidió ir a su médico e investigar el porqué de sus anomalías urinarias, sin pensar que éste --después de muchos análisis-- le iba a decir  que sus riñones no se encontraban del todo bien, que no estaban funcionando como deberían y que ella debería iniciar su primer tratamiento médico. El tratamiento restringiría las comidas rápidas, los embutidos y el consumo en exceso de líquidos.

Esta fue la faceta más fácil de toda su enfermedad y la parte complicada llegó cuando se cumplió su deseo de ser madre. A sus 39 años, Teresa quedó embaraza de una hermosa niña y desde ese momento sus riñones empeoraron. Debido a su enfermedad, su bebé tuvo que nacer prematura por miedo a adquirir una preclamsia en el embarazo, por la retención de líquidos y sales en su organismo.

Después del nacimiento de su bebé, miles de sentimientos se cruzaron por Teresa, pues había tenido en sus brazos a su hija, pero también tenía que someterse desde ese momento a la diálisis, ya que sus riñones habían dejado de funcionar. Se sometió a un procesamiento que consiste en poner una manguera en la parte abdominal de su cuerpo y conectarse cada ocho horas a una máquina que trataba de hacer la función de sus riñones, procedimiento que fue sumamente traumático para Teresa, pues como ella lo expresa, " no es cómodo ni para ti ni para tu pareja ver que te sale un cable del estómago".

Esta enfermedad fue cambiando poco a poco la vida de Teresa, pues fue complicado asimilar que tenía que aprender a sobrevivir por medio de una máquina que era incómoda para dormir y vergonzosa para ella. Las restricciones en la alimentación de Teresa subían cada vez más, el no poder trasnochar y no poder comer muchos alimentos la hacían más fuerte, hasta que llegó su primer encuentro con la muerte: Teresa tenía una bacteria en su estómago, causada por la manguera que salía de su vientre para la diálisis.

Después de su grata recuperación, Teresa se tuvo que someter a otro procedimiento: un catéter en su brazo que filtra la sangre y también saca el exceso de líquidos. Tenía que ir cada dos días a la clínica acompañada de sacos, guantes y sombrero por el frío que hay en ese lugar. Sin embargo, ese procedimiento tiene un problema: hace que su corazón aumente de tamaño por el esfuerzo que hace para limpiar la sangre. Dichos catéteres producen una inflamación grande en forma de bolas que originan dolor y hematomas y también causan una gran angustia a los pacientes. Como el procedimiento se demora unas horas, los pacientes se quedan dormidos y muchas veces su corazón no aguanta, produciendo un infarto y mueren dormidos.

Por eso Teresa siempre lleva algo con qué entretenerse para no quedarse dormida. Ella asegura que le teme mucho a la muerte y dejar a su hija sola. Además, afirma que nunca se está preparado para la muerte, aunque se tenga una enfermedad tan grave como la que ella tiene.

Teresa no puede realizar mucha actividad física y relata que en ocasiones no quiere levantarse de su cama ni bañarse. Aunque sus hermanos se ofrecieron como donantes, ella negó esta posibilidad, pues sabe los posibles riesgos y las restricciones de vivir con un solo riñón, y no quiere que ellos vivan algo así. Además, afirma que ellos están muy jóvenes, que los ama demasiado para hacerlos tener una vida llena de restricciones y reglas que seguir.

Estar en una lista de espera es más complicado que necesitar el mismo riñón, pues las demoras en las EPS son infinitas, sin contar los miles de exámenes a los que se tiene que someter Teresa para poder entrar en la dicha lista.

Teresa sigue esperando el órgano que salve su vida al lado de su hija y su familia, que siempre han estado con ella apoyándola en el trascurso de su enfermedad. Aunque sus restricciones son cada vez más complicadas y sin saber qué puede comer, su esperanza y ganas de vivir sigue vigentes.

Con una persona que muere al día se pueden salvar más de 10 vidas. Sé un héroe y salva una vida después de tu muerte. SÉ DONANTE.

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