El día de la mujer ¿es un día para celebrar?

El día de la mujer ¿es un día para celebrar?

Un país que necesita igualdad de condiciones y evitar réplicas discriminatorias del siglo XIX

Por: JHON HANS VARGAS AMAYA
marzo 08, 2016
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El día de la mujer ¿es un día para celebrar?
Foto: ilustración archivo acnur.org

Se dan rosas, flores, chocolates y líricas; un día como hoy se declaman poemas en las oficinas y se preparan almuerzos, cenas, serenatas o abrazos, pero ¿es el 8 un de Marzo un día para celebrar?; la condición del género humano la ha discriminado; amas de casa, profesionales, hermanas, abuelas, tías, madres, sobrinas y hasta hijas; mujeres de todo tipo; saben coser, luchar, amar y cocinar, discriminadas desde antes de la aparición del esclavismo, esclavas antes de los negros, los pobres o los indios; la mujer ha sido testigo de la transformación de su papel en una sociedad patriarcal como esta; perseguidas por la iglesia, desde su primer día en el paraíso y como lo relataría Eduardo Galeano: “Si Eva hubiera escrito el Génesis,… hubiera empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla, ni conoció ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a nadie, y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu marido te dominara. Que todas esas historias son puras mentiras que Adán conto a la prensa.” Los elocuentes relatos sobre la mujer me llevan a resumir su condición de rebeldía elocuente y sensata valiendo rememorar a Laurel Thatcher que por allá en 1976 diría “Las mujeres que se portan bien, no hacen historia” y es bajo acciones de una progresiva pelea contra los sistemas de dominación desde donde se han puesto a la vanguardia, a pesar de las practicas dogmaticas que se le imponen.

Griegos, romanos, judíos ortodoxos y los padres la Iglesia Católica; la declaraban impura por la condición natural del flujo de sangre menstrual; de distintas maneras se hacía ver que dicha condición natural de su existencia profanaba lo más sagrado del templo; en el antiguo testamento; en Levítico 15: 19-30 se muestra de manera casi que pedante y machista la postura de la iglesia frente a la condición de la mujer en su etapa menstrual, dejando de manifiesto que todo lo que tocase una mujer durante este ciclo, seria impuro durante siete días, al igual que ella. Los romanos por su parte, tejieron todo un tabú en torno a esto, manifestando que mientras el flujo mensual de las mujeres persistiera, este tendría la capacidad de marchitar las frutas, las semillas y agriar el vino; asumían que si un perro bebía sangre del periodo menstrual se volvía loco y que su mordedura se haría venenosa; incluso llegaban a considerar tal y como lo haría Eustoquio; que el momento más repugnante que tuvo que soportar Jesucristo, fue el tiempo que duro en el vientre materno; cuan si se tratara de un acto indigno. Años más tarde; una abadesa rebelde a la que solo hasta el 2012 por parte del papa Benedicto XVI se le otorgaría el titulo de Doctora de la Iglesia, como lo fue Hildegarda Von Bingen diría en 1179  que: “la sangre verdaderamente sucia no es la sangre de la menstruación, sino la de las guerras”.

Se prohibió en su momento que las mujeres pudieran cantar en las capillas; esto en nombre de las palabras de San Pablo: “las mujeres deben guardar silencio en la iglesia”; solo hasta hace poco se levanto dicha condición, aun sin desaparecer otro tanto de sus reprimidas contiendas doctrinales. Juana de Arco por otra parte, constituye otro ejemplo de esas mujeres que contrariaron la historia; de guerra en guerra, lucho por la libertad de Francia que a manos de los Ingleses estaba siendo arrebatada; pero serian los mismos Franceses quienes cansados de escuchar que Juana hablaba con Dios, los que la entregarían en nombre de la iglesia católica para que fuera quemada viva; sin derecho a un abogado, con tan solo 19 años  y negándole su ultima demanda que fue la Santa Comunión; la lanzaron a la hoguera; años más tarde la Iglesia reconoció su falla y en 1920 la canonizo por haber contribuido a la libertad de su pueblo; esa misma Iglesia católica que la había asado viva por herejía.

Podríamos citar cientos y miles de ejemplos en este articulo, que sorprenderían aun mas los relatos de aquellas de las que los libros de historia no se acuerdan; los fundamentalistas islámicos les tapan el rostro y les motilan el sexo; aun un selecto grupo de hombres judíos, cada vez que aparece el sol en las mañanas mira al cielo y agradece a Dios por no haberlos hecho mujeres. En América Latina amplios sectores indígenas aun practican la ablación como parte de su cultura, aunque le dedican gran parte del cuidado universal a un ser femenino como lo es la Madre Tierra o la Pacha Mama; la historia de todos los grandes hombres de la humanidad siempre ha resguardado su apología al patriarcado cuando manifiesta: “Detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer”; otorgándole a ellas un segundo plano, un tanto discriminatorio y fugaz; todas estas conductas paradójicamente instauradas en el imaginario reciente de la sociedad han configurado un incipiente sentido emancipatorio que muchas veces se vincula a las corrientes políticas y económicas dañinas de un planeta en comunión con la globalización imperialista.

El 8 de Marzo de 1908, un grupo de mujeres que trabajaban en la fábrica Cotton de Nueva York se declaro en huelga; el dueño de la fábrica, como si hubiera sido poseído por los demonios de la Santa Inquisición las encerró con llave y le prendió fuego al edificio, provocando la muerte de 129 mujeres; fue cuestión de minutos para que las telas violeta de dicha fabrica quedaran hechas cenizas y se confundieran con los cuerpos calcinados; miles de estrategias mediáticas se han tejido para desaparecer y desvirtuar la realidad de lo que aconteció; burgueses de toda índole y de todos los sectores de la economía quisieran desaparecer del nicho social la memoria popular que se tejió desde entonces para que el color violeta cambie por el contoneo del consumismo, en otras palabras, quisieran que en esta fecha se celebre el día de la mujer, para reconocer su actual participación social; pero no quieren que se rememore, y es ese, precisamentente ese, el cáncer de una sociedad como la colombiana, que tiende a olvidar el origen o las causas iniciales de todos los hechos históricos que la configuran.

Las mujeres en la memoria de nuestro país no han sido consideradas íconos de la reivindicación femenina y social de las mayorías; Policarpa Salavarrieta o Manuela Beltrán, mártires asesinadas cada cual en formas y circunstancias distintas, fortalecieron épicas batallas contra los colonizadores y replicaron con su marcha y pulso inspiradores ejemplos a seguir que más tarde serian retomados por heroínas del pueblo; mujeres como Maria Cano quien se dio a conocer como “la flor del trabajo”, lucharía por reivindicar los derechos de la mujer en Colombia, incluso pasando sobre las cotidianas pugnas de un país Conservador y Católico como este, el cual impulso’ la discriminación desde diferentes manifestaciones leguleyas y doctrinarias tales como la supresión al uso del pantalón por parte de la mujeres, argumentando tal disyuntiva a través de la Biblia y el Deuteronomio 22:5, confirmando que si una mujer usaba pantalón se le considerara a este acto como abominación y otros tantos aspectos que parecen insensatos ante la apertura ideológica que se viene construyendo y de la que aun falta bastante por construir; no obstante, la ordenanza pública del país, prohibía en inicios del siglo XX, que una mujer accediera a un cargo público si no se encontraba casada por la iglesia.

Estos actos de manipulación religiosa, política, económica y social aun se encuentran en la cotidianidad de lo que es hoy un país como Colombia y es por tanto necesario remitirnos a las cifras para determinar los niveles de desigualdad que prevalecen en los campos de profesionalización al que son sometidas las mujeres a pesar de sus distintas formas de lucha: Según el DANE, aunque las mujeres tienen mayor nivel de preparación académica y mayor participación en el mercado laboral ganan un 20.2% menos que los hombres en comparación con cargos similares; tal vez esta circunstancia es proclive en gran parte, producto de los antecedentes sectarios que se nombraron con anterioridad a los que se le deben sumar otros tantos; como el ambiente cultural, que en la actualidad permea en buena medida a las nuevas generaciones de jóvenes que se agolpan de lleno como seguidores de géneros musicales como el reggaetón o la música ranchera popular que tiene incidencia en personas aparentemente más maduras en sectores de la población en estrato 1, 2 y 3; pero que como géneros musicales reproducen un alto nivel de legitimación a la violencia contra la mujer; los distintos estadios de comprensión social que prevalecen en la actualidad han propulsado una carrera por estereotipar y plastificar al género femenino, inculcando por medios televisivos y faranduleros prospectos de mujer inútil intelectualmente, pero estéticamente perfecta; el Observatorio Regional para la Mujer de América Latina y el Caribe realizo un estudio sobre el autoestima en las mujeres mexicanas, teniendo en cuenta que la falta de autoestima puede reducir la importancia y el cuidado de la salud de un individuo; los resultados que encontraron son preocupantes, en primera medida porque la falta de estudios de una mujer les hace perder confianza frente a sus hijos y familiares y en segunda medida porque el concepto de belleza en la actualidad al ser tan exigente ha llevado a que el 57% de las mujeres mexicanas se sientan inconformes con su cuerpo; situaciones como esta alternan a la consecuencia vil de una sociedad que arraigada a la sociedad de consumo y el desmedido símbolo de las apariencias produzca un daño psicológico de peligrosa envergadura, el mensaje que se envía diariamente a través de todos los mecanismos publicitarios a las mujeres es: “Si la mujer no se ve bien, entonces no vale”.

Reinventar la construcción de políticas inclusivas, que exterminen de una vez por todas el poder hegemónico de los hombres para que así se logre construir un país, un continente, un planeta; para ellas, con ellas, con igualdad de condiciones y oportunidades para todos y todas, es necesario; formular desde las enunciaciones académicas el reconocimientos de los errores históricos para evitar replicas pseudofascistas y discriminatorias es más que importante, es una tarea de todos, de todas, de los que tienen voz y los que no la tienen; debe ser parte de nuestro alcance civil y humanitario el comprender que la mujer en el marco de la grandeza que la caracteriza, nunca se dará por vencida y que seguirá caminando en vías triunfales por la equidad de género, contra el capital que la utiliza y contra el patriarcado que ha pretendido controlarla sin saber que su fracaso histórico, cada vez más la empodera de su conducta, de sus sueños y de sus intenciones claras de emancipación eterna, sui generis y insuperable.

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