“¿Dónde empiezan los derechos humanos? En pequeños lugares, cerca de casa, tan próximos que no aparecen en ningún mapa” (Eleanor Roosevelt, 1948).
Exactamente hace 72 años el mundo decidió erigir oficialmente una carta de derechos humanos que brindara garantías mínimas para la conservación de la especie humana en el mundo. Tuvimos que pasar por incontables confrontaciones bélicas que dejaron millones de seres humanos muertos en el mundo decantando el concepto más próximo de decadencia y tuvimos que evidenciar la destrucción exponencial del mundo para entender que los derechos humanos son el primer paso para lograr un equilibrio óptimo en la vida de todas las personas en el mundo.
Es necesario que Colombia destaque la importancia de los derechos humanos entre los temas que se deben atender con mayor seriedad por toda la ciudadana en la búsqueda de la superación de los principales problemas nacionales que nos han aquejado durante varias décadas. Sin embargo, los derechos humanos ostentan la característica principalísima de normas imperativas protegidas por el derecho internacional de los derechos humanos, razón por la cual los ordenamientos jurídicos internos tienen que introducir la protección y prevalencia de los derechos humanos en sus territorios.
Paradójicamente, desde la disertación nacional e internacional en ocasión al proceso de paz el discurso de los Derechos Humanos se ha limitado a las esferas de las elites intelectuales sin materializar el trasfondo que realza la condición de garantizar una norma universal en el diario vivir de los ciudadanos del mundo. Colombia se ha caracterizado por ser unos de los países de la región que más veces ha sido condenada internacionalmente por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por violar derechos humanos contenidos en la Convención Americana Sobre Derechos Humanos
Así las cosas, como primer análisis se puede inferir la grave crisis en el sistema judicial que posee Colombia al no investigar, juzgar y sancionar vehemente las graves violaciones a los derechos humanos, y como consecuencia de ello acudir al Sistema Interamericano de Derechos Humanos bajo el argumento de no encontrar justicia en las disposiciones contenidas en el derecho interno. El esfuerzo para transformar la justicia debe comenzar por la formación misma de los abogados. La profesión del jurista requiere de una especial formación, previa a la vida universitaria, con unas bases éticas y morales infalibles a toda prueba, pues se trata de un profesional que tendrá que decidir sobre la libertad, el patrimonio, el honor y, en general de la vida las personas.
Bajo un segundo análisis la ausencia de instituciones que sean reconocidas por todos los sectores para decidir los conflictos sociales y económicas es la razón principal para el establecimiento de una figura estatal omisiva y perpetradora de violaciones hacía los derechos humanos. Bajo el tenor del profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Externado de Colombia Néstor Osuna, los derechos humanos se convertían en sendas cápsulas de utopía que otorgaban el carácter de irrealizables en un Estado como el Colombia. Ese punto de partida expuesta por el maestro Osuna debe ser superado bajo una reforma que no solo se preocupe en responder a un problema jurídico de elaboración de textos constitucionales y normas legales, principalmente, nos encontramos en un asunto de cultura política, es decir, la adquisición de valores, el cambio de mentalidad y la formación crítica sobre los derechos y deberes propios del sistema democrático. Sin educación política muy difícilmente se puede avanzar en el cierre de la gran brecha entre la garantía, respeto y prevalencia de los derechos humanos que tanto necesita Colombia.
