Muchos años después frente a la entrada de Corferias no sabía si preocuparme o sentirme orgulloso por este evento tan importante. Esa ambivalencia radica principalmente en varios aspectos que observé durante mi presencia un día festivo en la Feria del Libro.
Creo que un día como este no es muy aconsejable asistir a este tipo de eventos por la gran cantidad de personas, las interminables filas que hay para “disfrutar” la distinta programación dentro de la feria, los altos precios de los libros, la venta de licor y escasez de rutas de Transmilenio. Todo esto hace que un día donde se busca un momento de relajación se convierta en una odisea al caer la noche, ya que el dolor de pies, de bolsillo y de sentimiento, se nota cuando uno llega al hogar sin un centavo, con escasamente con un libro debajo del brazo y con la impotencia de no haber podido asistir a los eventos que quería.
Me parece adecuado resaltar aspectos positivos como el tipo de conferencias y eventos que se realizan en el trascurso del día, la cantidad de libros para el gusto más extraño, pasando de esoterismo a novelas de Makoto Shinkai. Teniendo una preferencia por las actividades para niños, disfruté de un momento recorriendo los distintos pabellones y gocé un poco de la feria entre olores extraños y trancones de gente. Con estos elementos pude llegar a una conclusión, un poco general, cuando iba caminando en fila india por los distintos pabellones, “se aumentaron los indices de lectores en el país”. Aunque sería sacar índices tan falsos como el DANE con la disminución del desempleo en Colombia contando a los trabajadores informales.
No sé cómo es la afluencia de gente en un día entre semana. Seguramente se puede disfrutar mucho más de la feria y no salir con el rabo entre las piernas como me pasó. Llegué con la expectativa de asistir a los eventos programados del día, pero al ver las interminables filas y escuchar a los presentes que iban a entrar a una conferencia que llevaban más de dos horas esperando, se me arrugó el ánimo como a cualquiera. No me sorprenden mucho los precios de los libros, ya que en todas las librerías manejan cifras similares. No obstante, aprovechan el sentimiento que desprende un niño para arrancarle a un adulto un libro de ilustraciones de 4 animales por más de setenta mil pesos, eso sí me parece un poco exagerado.
Algo que me preocupó muchísimo fue la cantidad de padres de familia con sus hijos en brazo caminando por la feria. No los critico por asistir, ni más faltaba, pero la cara de cansancio que mostraban al público era un reflejo de su situación festiva. Además, la falta de espacios de relajación creaba por fuera y dentro de los pabellones cantidades de personas sentadas en los rincones mirando a su alrededor sin saber qué hacer, dejando a estos padres primerizos sin ganas de volver.
Otra cuestión importante es la falta de adecuación de los espacios para la movilización de personas con algún tipo de discapacidad, más que todo física. Me percataba de cómo estas personas se perdían entre los gigantes caminantes y muchas veces se quedaban a la entrada de los pabellones porque era imposible entrar.
Más que una crítica a la Feria del libro es una reflexión que saco a partir de lo observado durante unas horas que estuve en Corferias. Espero que se tomen algunas medidas logísticas para poder prestar un mejor servicio a la ciudadanía que está interesada a participar en este tipo de eventos y poder pasar un rato agradable y que no se convierta en un mal rato, especialmente en día festivos donde hay mayor cantidad de personas que asisten a la Feria.