La educación es una preocupación permanente de una sociedad democrática que se desee hacer llamar así. Para demostrar su eficiencia en Colombia, la entusiasta ministra propone métodos extranjeros, jornadas de revisión de calidad y alucinantes símiles para dichas jornadas (habla de calentamiento, camerinos, partidos de fútbol, en un vocabulario indulgente con nosotros, los poco letrados maestros. Otra indulgencia es la de no usar con nosotros el complejo lenguaje de los economistas, pues los docentes no lo comprenderíamos), entre otras iniciativas no menos hilarantes. Día “E” lo ha llamado, evocando el día “D” (Otro símil, qué linda y qué considerada) Reconoce la ministra que la susodicha jornada causó malestar entre los docentes, pero a ellos ni escucharlos, eso ni pensarlo; después de todo somos parte del problema que tiene a Colombia en bajos estándares de educación.
Parto de una realidad: El “día E” no es una reforma del sistema educativo; es simplemente un cambio accidental. Un pantallazo. Dice la ministra que Colombia debe ser la más educada de la región, y para ello debe superar a Chile. Cabe entonces la pregunta: ¿Qué significa en el complejo lenguaje de la ministra ser “educado”? ¿También en Chile los jóvenes se suicidan por el matoneo infligido una vez se conocen sus tendencias sexuales? ¿En Chile los magistrados también compran tierras a paramilitares? ¿Las señoritas de Chile agreden a los músicos aficionados que desean interpretar alguna pieza en un bus? ¿Atraviesa Chile un complejo proceso de paz? ¿Qué es entonces ser educado? Este es sin duda uno de los principales problemas que afronta realmente la educación en Colombia: la descontextualización. Creemos que superar a otros países en las pruebas es el objetivo de la educación y por tanto conducimos todos los esfuerzos pedagógicos a un solo objetivo: las pruebas de estado. Mas el objetivo verdadero de la educación (que debería ser un proceso de los hombres y las mujeres en proceso de permanente liberación) es puesto en un segundo plano. Como dice Freire: “el aprendizaje debe ir más allá del bla ble bli blo blu, porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el aprendiz”. Pero no, en Colombia buscamos copiar los modelos educativos de Finlandia y Singapur, sin tener en cuenta que las necesidades educativas de tales países son radicalmente diferentes a las nuestras. La educación en Colombia debe apuntar a una liberación integral del aprendiz y un reconocimiento de las necesidades de su contexto, el cual es distinto al contexto finlandés.
Si queremos hablar de calidad habría que empezar por el diseño de un modelo pedagógico propio, que atienda a las necesidades de la sociedad colombiana. Los estudiantes suelen enfrentarse con la realidad de que los conceptos aprendidos rara vez tienen aplicación en su vida cotidiana. Nuevamente con Freire, decimos que es necesario por tanto desarrollar una pedagogía de la pregunta y no de la respuesta, pues los docentes acostumbramos a responder a preguntas que los aprendices no han hecho, y los ministros suelen crear problemas donde los docentes vemos oportunidades. Pregunto ahora ¿Qué significa calidad para la ministra? ¿Pagar fuertes sumas a una empresa que acredite nuestra cualificación como institución? ¿O será el acto no de consumir ideas, sino de crearlas y ponerlas en práctica? La calidad en la educación debe trascender de los resultados de las pruebas, y traducirse en convivencia, tolerancia, honestidad y conciencia crítica, pues sólo así la institución educativa justificará su presencia en medio de la sociedad colombiana. En suma, el “Día E” no será un punto de inflexión, sino de genuflexión: la prueba de que nuestro modelo educativo continúa inclinado ante realidades ajenas a los verdaderos objetivos que debe buscar.
