“La primera vez que vi aquellas imágenes me sentí un tanto extraño: la bandera del arcoíris -que identifica la comunidad gay-, en varias pantallas de Times Square. Caminé un poco más allá en el barrio Chelsea, y en cada cuadra ondulaba igualmente el emblema de múltiples colores en restaurantes, tiendas, supermercados, gimnasios, peluquerías y hasta en edificios de entidades públicas. Y en las calles transitaban parejas homosexuales -de hombres y mujeres- agarrados de la mano, y notaba que nadie volteaba a verlos ni se escuchaba algún murmullo recriminando esos afectos”.
El recuerdo es de Sebastián Rodríguez, un arquitecto gay colombiano (39 años), quien en junio de 2023 llegó a Nueva York y tropezó con las festividades de todo un mes cuando se celebra el ‘Orgullo gay’. Hoy, un año después, entiende por qué se dice que Nueva York es una de las ciudades del mundo más friendly con los homosexuales. “Literalmente es una ‘locura’, en el buen sentido de la palabra, gays de todas las latitudes mezclados, la mayoría sin importar el qué dirán. Es verdad que en Manhattan está el epicentro gay con Chelsea, Village y Hell’s Kitchen a la cabeza, pero igual en los bares gays de Queens me sentí como en Chapinero; en Brooklyn, la población afrodescendiente es numerosa, y en el Bronx, Long Island e incluso en la vecina New Jersey, también pulula gente gay”.
| Vea también: ¡Que no solo junio sea mes del orgullo gay!
En otras palabras, la cultura queer se filtra por todos los rincones de los cinco distritos que conforman la ciudad de Nueva York: Manhattan, Queens, Brooklyn, Bronx y Stanten Island. Y es que las cifras hablan por sí solas. En Gran Manzana habita una de las poblaciones gays más numerosas del mundo, con un estimativo de 800 mil personas de la comunidad LGBTQ+, y cada año llegan millones de turistas gays de los cinco continentes, muchos de los cuales atraídos por el Pride Parade o Desfile del Orgullo Gay que se lleva a cabo el último domingo del mes por calles de Manhattan después del mediodía. Está previsto que marchen unas 60 mil personas, y asistan más de un millón de espectadores que en seis horas apreciará 700 carrozas y comparsas que se inscribieron para participar de esta marcha, considerada la más grande de su naturaleza en todo el planeta.
Esta población tan numerosa de gays en New York hace que no existan unos cuantos ‘modelos’ de gays sino que por el contrario, los públicos son muy heterogéneos, en los que están los amantes de la vida nocturna, pero igualmente los que prefieren otro tipo de actividades culturales o deportivas, alejados de la diversión. No obstante, las ‘categorizaciones’ no suelen faltar y hace que se hable en el argot popular que no es lo mismo un oso -como se identifican a los hombres gays de pelo en pecho y generalmente barrigones- que visten leather y asisten a la rumba dura de Eagle, que un joven chic oficinista que le gusta ir a Industry a bailar un rato, o aquel que disfruta de un bar al estilo ‘coyote ugly’ como en Flaming Saddles para los que les atraen los vaqueros y la música country y western, o los maduros que prefieren The Monster. La oferta es amplia y hay cabida para los underground, los bear, los fashionables, los chics, los amantes de gym, los de closet y hasta los nerds, en relación con los hombres; y las femme y las butcher (masculinas), en el caso de las mujeres, aunque como enfatiza ‘Ange’, “una comunidad a la que toda la vida se les ha estigmatizado y la que ha luchado contra eso, lo que menos desea es este tipo de encasillamientos que en algunos casos solo son superfluos y llenos de clichés”.
| Le puede interesar: El mayor activista gay de Colombia también coronó en Washington
Precisamente ‘Ange’’ es una joven lesbiana de Pereira (33 anos), quien pide que solo se le nombre de esa manera, quien llegó en 2018 a Nueva York, y dice que éste es el tercer Pride al que asistirá, y al que califica de ‘impresionante’: “Quizás los medios solo publican lo más sensacionalista, no se cansan de repetir imágenes de modelos absurdos de estereotipos de gays pero es una fiesta que trasciende los bailes y el colorido de las vestimentas. Ahí desfilan miles de organizaciones que luchan por causas LGBTQ+, pero también los que están en contra de la guerra de Ucrania, lo que piden que pare la masacre de palestinos en Gaza, las mujeres por el derecho abortar, los negros para que la policía no los acosen ni los acusen de sospechosos; allí igual van los que no han salido del closet y miran desde las aceras, los fans políticos de Biden o Trump, y hasta padres de familia pidiendo leyes para proteger a menores de las redes sociales. Todo está permitido”.
Previo al gran desfile de Manhattan, durante el mes de junio hay otras marchas en diferentes localidades de Nueva York, como la de Queens, donde la población latina, y especialmente muchos colombianos de Jackson Heights celebran al calor de ritmos y gastronomía de su tierra.
Cada quien da su propio significado a este día. Es el caso del bogotano, Alberto Virgüez, (53 años), administrador de empresas y actualmente desempleado, para quien, el desfile, “es un reconocimiento a la diversidad, un símbolo de aceptación, es un derroche de alegría, de color y de creatividad. Pero también es un grito por la necesidad de aceptación de muchos que aún no la sienten en Estados Unidos, Colombia y en el mundo en general; es, sin duda, una voz que se alza ante el mundo para que se eliminen los prejuicios y se valore a las personas por sus logros y no por sus elecciones de vida”.
En medio de la vida agitada de Nueva York, de los afanes laborales, de las carreras para no perder el metro, de los docenas de homeless o habitantes de calles que transitan como sin rumbo, y del ensordecedor ruido de las ambulancias y carros de policías y bomberos que pareciera que nunca se apagan, la comunidad gay se abre paso con paso firme en Manhattan, con una notoria e importante presencia, no solo por su estilo relajado o elegante al vestir, sino como amos y señores con poder adquisitivo a los que el comercio rinde cierta ‘pleitesía’, y la sociedad en términos generales, respeto. Un respeto que no ha sido regalado sino ganado a pulso, en ocasiones con sangre y lágrimas, durante un largo camino. Algunas batallas ganadas incluyen el matrimonio igualitario, el derecho a la adopción y beneficios de igualdad en materia de salud y trabajo.
El desfile de este 30 de junio es la edición del Pride número 54 que inició en 1970, justo un año después de los disturbios de Stonewall Inn de la calle Christopher, en el barrio Village en Manhattan, cuando en 1969 los asistentes a este bar cansados de las arbitrariedades de la policía que los golpeaban y tildaban de enfermos y pervertidos se revelaron, los enfrentaron durante seis días, y no acataron sus órdenes, dando inicio no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo a las reivindicaciones de los derechos civiles y humanos de la comunidad LGBTQ+.
Más de medio siglo después, los políticos y gobernantes siguen exaltando esa valentía de 1969, por lo que justo allí al frente del bar Stonewall sitio protagónico de esa lucha, en el Christopher Park, se instaló el que es considerado un símbolo a la liberación gay conocido como el Monumento Nacional Stonewall, declarado así por el entonces presidente Barack Obama en 2016, un área verde engalanada durante las festividades de junio con docenas de banderas del arcoíris, y en el que sobresalen las estatuas blancas del artista George Segal. Y ahora incluso, hasta el propio presidente Joe Biden se sumó a los tributos, cuando apenas el viernes anterior acompañado del cantante Elton John inauguró el Centro de Visitantes Stonewall donde rindió homenaje al 55 aniversario del levantamiento sucedido en este lugar, y en el que -según sus propias palabras-, “se cambió el curso de la historia de la comunidad LGBTQ+ para siempre”.
| Lea también: Algunas consideraciones sobre la homosexualidad
En los planes turísticos gays de New York, el bar y el monumento Stonewell son sitios obligados, y en ellos concluye el Pride Parade del 30 de junio, que este año tiene como lema “Reflexionar, empoderar y unir”, según explica Sandra Pérez, directora ejecutiva de la organización que realiza la marcha, y quien se siente preocupada por algunas voces de gobernadores de otros estados diferentes a Nueva York que recientemente han impulsado leyes antigay retrocediendo en conquistas adquiridas: “no nos quedaremos callados, por el contrario, ante las amenazas de leyes homofóbicas estamos en alerta y seguiremos dando la pelea para seguir avanzando”, dice.
Pero más allá de la celebración de la fecha más importante del año para la comunidad LGBTQ+ en el mundo, en el día a día, los colombianos gays residentes en la Gran Manzana se sienten más libres de vivir su orientación sexual sin el dedo inquisidor de la calle, la familia o los compañeros de clases o del trabajo como suele suceder en su tierra natal. Así lo expresa Andrés Felipe Bueno, un bogotano (30 años), y quien no se cohíbe exhibir su musculatura fabricada en el gimnasio por entre los rascacielos de Manhattan: “siento que en New York se puede ser más abierto con nuestra sexualidad y nadie va a querer juzgarte; aunque en Colombia se podría decir que en ciudades como Bogotá se están dando pasos y la gente es quizás ahora un poco mas comprensiva y tolerante frente al tema, aun falta y obviamente sigue siendo complicado cuando se trata de estar en las calles y ser abiertamente homosexual frente a gente heterosexual”.
Por su parte, Virgüez siente que en Nueva York no hay un machismo tan marcado como en Colombia, lo que hace que ser gay no genera tanto rechazo por parte de la sociedad: “ser gay en Colombia es exponerse a toda clase de burlas y en ocasiones abusos por parte de personas que no aceptan tu orientación. Aquí en Estados Unidos puedes desarrollar tu personalidad, ser quien quieras ser de manera más libre, sin tanto prejuicio y sin sentirse juzgado. Es notable que en Estados Unidos hay un mayor avance en materia de beneficios y derechos para la población LGBTQ+”.
Mas pesimista es el paisa y cosmetólogo Mario Gómez, quien ha vivido mas de la mitad de sus 55 anos en Queens: “personalmente no he visto diferencias entre ser gay en Colombia o en New York, al igual que en nuestro país, aquí ser homosexual es una cruz que llevamos; la discriminación está a la orden del día, y en muchas ocasiones lo mas triste es que la intolerancia y el bullying viene por parte de los mismos latinos”.
Consultados algunos estadounidenses gays sobre qué tan libres viven su orientación sexual en New York, todos dijeron estar tranquilos y sentirse cómodos viviendo en la Gran Manzana, donde perciben que se les respetan sus derechos. Es el caso de Ash Knight (35 años), asistente de librería, quien dice que “los homosexuales no tenemos nada que temer en New York, es uno de los lugares más tolerantes del mundo, podemos amarnos libremente al aire libre y nadie se inmuta”. En igual sentido habla Kari Walker, (38 años) una afrodescendiente, para quien en esta urbe “puedes ser tú mismo en la mayoría de los espacios de New York”. Y como ejemplo de esa apertura, Jack David, un hombre que a sus 65 años, semi-retirado del negocio de los seguros, indica que, “aquí cada quien vive su mundo, en estos días ya nadie piensa quien es gay o no, hace 30 años me habría sentido incómodo salir del closet con todo el mundo, pero hoy solo me importa a mi”.
Un tanto diferente piensa Hollis Kam (37 años), un aficionado al canto, artista y experto en Recursos Humanos, quien estima que si bien New York tiene una tradición y una larga lucha por las reivindicaciones LGBTQ+, todavía hay un camino por recorrer: “estamos en una burbuja en la que ser gay está más aceptado que en otras ciudades estadounidenses, pero subsiste gente odiosa y de mente cerrada; por fortuna tenemos leyes municipales que nos protegen”.
Si bien, la aceptación a la comunidad gay en New York es reconocida por propios y extranjeros, en la glamorosa y cosmopolita ciudad que nunca duerme, con alguna frecuencia los crímenes de odio están a la orden del día, no sólo por consideraciones de orientación sexual, sino igualmente algunas veces por ser judío, negro, asiático o tan simple como por ser mujer o hablar en español.
Aunque ocurrió hace ocho años, precisamente en junio de 2016, no se olvida que un neoyorquino de 29 años de edad y de padres afganos, Omar Seddique Matten, mató a unas 50 personas de la comunidad LGBTQ+ -en su mayoría de origen hispano- en la discoteca Pulse de Orlando, en Florida, y dejó heridas a más de otras 50, en un hecho que se atribuyó el autodenominado Estado Islámico, el mismo al que, según las autoridades de New York, inteligencia le ha detectado que podría cometer acciones en contra del desfile de este 30 de junio, por lo que organismos de seguridad se encuentran en alerta.
Pero además de los ataques por razones de ideología o intolerancia, más allá de la New York gay sofisticada y posh, la de la intensa actividad nocturna, y de la vida en rosa, esta también una Gran Manzana excluyente, una ciudad que resulta altamente costosa para muchos gays que llegaron atraídos por el sueño americano, pero que se han estrellado contra la realidad al no encontrar trabajo, y peor aun sin hablar inglés y con problemas migratorios. Como dice Javier Guzmán, un caleño quien emigró a Estados Unidos hace 33 años, y ahora es uno de los líderes de la organización pro-inmigrante ‘Make the Road’ con sede en Queens, “el caso de las personas trans, por ejemplo, es muy difícil, salieron de Colombia u otros países latinoamericanos por el acoso y la violencia del que eran víctimas, incluso por parte de sus propias familias, y aquí se encuentran en iguales o peores condiciones ante la imposibilidad de encontrar un trabajo adecuado por cuenta de la estigmatización y discriminación, lo que las obliga muchas veces a trabajar en prostitución para poder sobrevivir”.
Es otro ángulo de la película para tener en cuenta, pero que igual, como aquellos que tienen más oportunidades, se dejaron seducir por la exuberante New York, y afortunadamente la ciudad cuenta con un sinnúmero de organizaciones que apoyan a poblaciones vulnerables que brindan servicios esenciales, asistencia comunitaria y programas de defensa tanto para jóvenes como adultos.