¿Será como llover sobre mojado? Pero lo sucedido o, catastróficamente padecido por el país, merece un comentario o una reflexión. En días pasados, cuando se conmemoraba el día del periodismo, la tinta corrió para enaltecer tan importante labor; por supuesto se señaló, como es debido, el ‘sabor agridulce’ de su ejercicio y la labor social que, en control al poder se había generado en Colombia. En Buena hora.
Acto seguido, los espectadores, anhelantes, esperanzados en las resultas de las diversas investigaciones que se llevaban a cabo –lo pongo en pasado, para que no quede en el pasado-, se sentían respaldados, en cuanto la verdad, por lo menos periodística, saliera a flote [un paréntesis: y, qué estoy diciendo?: la verdad periodística; pues sí…sí, señoras y señores, es un intento de fijar los hechos, confrontarlos e informarlos, frente al derecho, también fundamental, de información que posee la sociedad entera; no de la verdad, como valor supremo de que son dueños los dioses, ni la que le corresponde a los jueces]; y, cuando ello sucedía, se atravesó un video, un lamentable video que, al ser puesto en escena social, revelado, puesto en la web, todo trastornó y quién dijo miedo: todo se acabó. ¿Acabó con la información? Sí, parece ser… pero además, con quien había sido galardonada días antes con reconocimiento especial de sus colegas, precisamente con ocasión de la investigación. Qué paradójico.
Para hacer corto el examen, del reconocimiento se pasó al señalamiento familiar de la comunicadora, que nada tiene que ver con la investigación, ni con el video, ni con ella misma, se produjo una flagelación. Como espectadores nos preguntamos ¿cuál la razón para tan airada respuesta? ¿Fue el video tan fundamental que produjo dicha reacción? O, lo que se quiso fue ocultar lo inocultable: la verdad periodística… en donde iba… Qué pesar. Una flagelación, en procura de hacer catarsis.
Flagelación, al mejor estilo romano, pena, sanción y, sobre todo, prevención general: que la sociedad sepa; que en lo sucesivo quien se atreva, quien lo intente, conoce de antemano lo que le puede ocurrir. Ahhh, y la burla… así se evapora el centro de discusión: la verdad se está, como el humo, saliendo por las rendijas. Un pesar.
Catarsis: como que se presentó el ritual de purificación de las propias impurezas; como que se logre que el pasado libere el presente; esa fue la reacción. Pregunto: ¿hay tanta impureza, como para que por la flagelación se presente la catarsis? ¿Estamos así de mal?
Y, bajo el criterio de la supuesta protección de la familia del sujeto-objeto de la filmación, se produce la catarsis y, se lleva a la flagelación… Y, de ser cierto lo que reveló la investigación periodística —que no la formal del Estado—: la existencia de la denominada ‘comunidad del anillo’, expresión eufemística de una verdadera red de prostitución y proxenetismo organizada por unos, por algunos —subrayo— miembros de la policía, ¿quién responde o quién pone de presente la vulneración que a las familias de, esas sí, víctimas se realizó? Ese también es el punto.
¿La infracción entonces fue revelar el video o lo que se verbalizó por la investigación?
Que no pase lo del primoroso poema ‘En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira;/ todo es según el color/ del cristal con que se mira’.
Sigan las investigaciones, por lo menos periodísticas; que la libertad de prensa se ejerza con libertad —vale la expresión—; que los periodistas no sean objeto de flagelación; que se llegue a la verdad. Lo que sucedió es inenarrable, frente a una postura valiente; hoy, Doña Vicky Dávila; jamás a otro periodista.