El pasado 1 de diciembre, justamente el mismo día que Donald Trump y Xi Jinping acordaron una tregua comercial, Canadá (a petición de Estados Unidos) arrestó en Vancouver a Meng Wanzhou, directora financiera y vicepresidente de Huawei. Meng es la hija del fundador del grupo de telecomunicaciones chino y la posible heredera de todo el negocio. Las autoridades canadienses la arrestaron para que respondiera en nombre de su papá, a las supuestas violaciones de las sanciones de Estados Unidos sobre Irán.
¿Más lento?
Los estadounidenses quieren que la vicepresidente de la compañía sea extraditada a su país porque supuestamente Huawei envió tecnología y productos elaborados en territorio estadounidense a Irán, algo que está prohibido por su ley. ¡Ups! Lo grave es que el arresto abre un nuevo frente en el tenso conflicto entre Pekín y Washington, pues el Gobierno chino está criticando la detención y pidiendo que liberen a Meng Wanzhou. ¿Lo interesante? Esta no es la primera vez que Estados Unidos investiga los negocios de Huawei por cuestiones de seguridad nacional. De hecho, ya la había acusado de usar sus dispositivos para espiar, junto con las autoridades chinas.
¿Y qué pasa realmente?
Aunque Huawei ha dicho que no trabaja con el Gobierno chino, tiene tanto poder (es el segundo fabricante de teléfonos inteligentes del mundo, solo por detrás de Samsung) que algunos gobiernos occidentales tienen miedo. ¿De qué o qué? Temen que la empresa permita que el Gobierno chino obtenga acceso a las redes de comunicación móviles de sus ciudadanos con su tecnología. Además, esta compañía es financiada con capital privado y sus accionistas y estructura corporativa, permanecen en secreto para muchos.