Medidas como los toque de queda nocturnos, los pico y cédula o las restricciones de movilidad se han vuelto cada vez más cotidianas, justificándose en el bienestar de la población, sobre todo de aquellos que pueden ser más vulnerables a esta estrepitosa enfermedad que nos ha quitado tanto a todos.
En los primeros días del año, burgomaestres de ciudades como Bogotá o Medellín decidieron decretar toques de queda durante algunos fines de semana. Mientras ciudades como Cartagena, Barranquilla o Santa Marta recuperaban su actividad económica, los habitantes de las principales ciudades del país veían desvanecer sus ilusiones de iniciar un año con mejores ingresos. De esta manera los paisas y bogotanos (incluidos los gobernantes) que cuentan con algunos recursos pudieron escapar el fin de semana a reactivar la economía de otras zonas del país.
Aún con lo anterior, las medidas no parecen haber sido las más eficientes, pues recientemente la ocupación de UCI en Bogotá superó el 90%, mientras que Barranquilla apenas superó el 60%, por lo que en los últimos días se ha decidido trasladar pacientes de Bogotá a Barranquilla, Cartagena y a Santa Marta.
Recientemente, se han presentado protestas en Bogotá y Medellín exigiendo al gobierno lo que en los últimos años no se había exigido en Colombia: ¡libertad!. Las protestas de 2018, 2019 y 2020 se caracterizaron por solicitarle a los gobernantes de turno más intervención estatal, ya sea en el mercado laboral, en servicios de salud o educativos, incluso pidiendo nuevas reglamentaciones sobre las formas de relacionarnos los unos a los otros.
No obstante, los listados de requerimientos anteriores (aunque bastante extensa en requerimientos) no consideraban solicitar mayor libertad individual para los ciudadanos; pero en el caso de las protestas de este inicio de año se exigía libertad de asociación, de circulación, de ejercicio de la profesión u oficio, de aprendizaje, etcétera, argumentando que se han vulnerado estos derechos constitucionales con las medidas impuestas.
De esta forma se pueden comparar los acontecimientos expresados que tuvieron lugar en Bogotá y Medellín iniciando el 2021 como una apología al socialismo o progresismo, donde los dirigentes y personas acaudaladas pueden huir de las reglamentaciones impuestas y quienes quedan encerrados asumen las consecuencias, que por lo general desembocan en pobreza y represión.