Por supuesto que me uno a los aplausos por los héroes de sistema de salud que arriesgan sus vidas en esta emergencia. Pero también pido un aplauso en vida por los héroes de las micros, pequeñas y medianas empresas, emprendedores independientes y demás generadores de empleo en Colombia, antes de que resuenen las trompetas tocando el minuto de silencio por su muerte empresarial, y quizá personal.
Si antes de la pandemia resultaba heroico crear y mantener empresa en Colombia, durante y después será misión imposible si el gobierno no deja de menear la cola ante la OMS y sus poderosos benefactores. Para no ir muy lejos, desde la apertura económica decretada por Cesar Gaviria en 1990 hemos visto crecer la sobrecarga de impuestos y obligaciones de toda índole, obedeciendo al pie de la letra las instrucciones de los organismos internacionales de turno como el Fondo Monetario Internacional y la OCDE. Instrucciones siempre en detrimento de los empresarios pequeños y la clase media y en favor de las grandes corporaciones. Y al interior del país, los emprendedores y propietarios de las micros, pequeñas y medianas empresas (la clase media) deben recurrir a créditos para atender las nuevas cargas del sistema. Entonces sufren el abuso de una banca que los ahoga con altas tasas de interés y plazos cortos mientras favorece a los grandes. Situación que se agudizó entre 2010 y 2018 a cambio de un Premio Nobel.
Obvio que ante la pandemia había que protegerse, pero el remedio no puede ser peor que la enfermedad. Vemos como el presidente Duque sigue a ojos cerrados el recetario de la OMS, una institución que a todas luces dejó en evidencia que solo conoce los pasillos y avenidas de sus poderosos benefactores. Si los burócratas de la OMS conocieran el mundo que dicen proteger entenderían que el 90% de los pises del mundo son como Colombia, donde el 95% de las empresas son de familia, generan cerca del 80% del empleo formal y más de la mitad de la población sobrevive con el diario que se rebusca en la calle.
El menú de la OMS es propio de restaurantes de lujo (cinco tenedores), no para restaurantes caseros como los nuestros donde no alcanzamos ni la cuarta clase (un tenedor). Escuchar al presidente y sus ministros decir que las alternativas como el teletrabajo y las ventas por plataformas digitales es la solución resulta desmoralizador. Tal vez ellos, cómodamente sentados en sus oficinas en Bogotá, pueden sentirse viviendo en el primer mundo. Pero no la mayoría. No se trata solo de que los emprendedores y pequeños empresarios en sus tiendas de abarrotes, misceláneas, papelerías, librerías, etc., no tienen la capacidad para hacerlo, si no que además los clientes habituales no lo hacen por razones culturales, idiosincrasia, tecnológicas. Eso sin contar con servicios como peluquerías, guarderías, barberías, pequeños restaurantes, etc. Que obviamente quedan fuera de esas alternativas. Esa distopía virtual al cien por cien solo existe, por ahora, en las novelas de ficción.
Si el presidente Duque y sus ministros persisten en su genuflexa actitud hacía la OMS para salvarse a sí mismos y a los responsables de crear un sistema de salud mendigo a nivel global donde solo las grandes corporaciones se lucran, entonces serán responsables de la muerte de miles de héroes generadores de empleo y cientos de miles de desempleados.