No voy a abundar en más argumentos. Ya todos están dados. El que entendió, entendió. Y el que no quiso entender, ya no entendió.
Lo que acaban de hacer esos magistrados es un crimen de lesa humanidad y, además, un crimen de lesa democracia.
Nadie con dos dedos de frente y un milímetro de conciencia puede sostener que abortar a un bebé de seis meses es algo distinto a cometer un asesinato. Nunca dejará de ser un asesinato por el solo hecho de que quien decida asesinarlo sea su propia madre.
—¿Qué más quieren que diga?
— ¿Qué más necesitan que diga?
Pero además, es un crimen de lesa democracia.
Nadie, absolutamente nadie, puede aducir que ignora que la inmensa mayoría de las colombianas y los colombianos somos provida. Y, menos aún, pueden aducirlo los magistrados de una alta corte.
Siendo así,
—¿De dónde sacaron esos magistrados que cinco de ellos podían darse el lujo de decidir en contra de las convicciones, los principios y los valores de las inmensas mayorías de la nación?
—¿No entendieron, acaso, que por más que se incrusten en la cabeza todas las togas del mundo, decisiones tan trascendentales como las que tienen que ver con la vida y la muerte de los bebés que crecen en los vientres de las madres de una sociedad requieren de algo tan imprescindible en una democracia como la legitimidad?
Doctor :
-—¿Sabiendo que su votico definiría un fallo de esa trascendencia, con base en qué sentido de las proporciones llegó usted a creerse con el derecho de imponerle a nuestra nación su opinión personal?
—¿Sabiéndose un conjuez destinado exclusivamente para este caso -por lo tanto tan episódico, tan fugaz, tan fútil, tan sin legitimidad-, de dónde sacó usted que esa “palomita” podía darle para determinar algo tan grave y doloroso como lo que hizo?
Señores magistrados de las minorías abortistas:
—¿No consideraron ustedes, ni tan solo por un segundo, que confeccionar la más precaria de las mayorías posibles, con la complicidad de un conjuez anónimo, no les daba para desmandarse tomando una decisión tan repulsiva para la inmensa mayoría de nuestra nación?
-—¿No consideraron ustedes que la investidura institucional que portan los obligaba a considerar que, más allá de sus opiniones personales, debían de tener en cuenta aspectos tales como el respeto por las creencias ajenas o la prudencia para no prender más incendios en un momento de tanta polarización o el cuidado de no seguir aumentando el desprestigio de la justicia?
—¿Están ustedes seguros de que con la sentencia energúmena no solo se llevaron de calle el sentimiento nacional y la Constitución Política sino que también estaban pisoteando algunos artículos del Código Penal?
El minoritarismo energúmeno de la Corte Constitucional la convirtió una corte dictatorial.
—Sí, tal cual: El minoritarismo energúmeno de la Corte Constitucional la convirtió en una corte dictatorial.
Una Corte Constitucional que no cumple con su deber de velar por la Constitución y que, por el contrario, se dedicó a hacerle los mandados a una minoría ideológica, es una corte dictatorial.
Esto, para no hablar de otros oscuros intereses comerciales con tejidos humanos de los bebés abortados que también pudieron estar metidos en el meollo del asunto.
A estas alturas, ya han surgido diversas propuestas por parte de la Colombia provida. Hay quienes han propuesto un referendo para tumbar la sentencia, hay quienes plantean que los magistrados incurrieron en delitos y formulan un camino penal. Así mismo, seguirán surgiendo propuestas que debemos estar dispuestos a estudiarlas y apoyarlas.
-—¡Tengan la absoluta seguridad de que esa energúmena sentencia será derribada!
No obstante, por los años que llevo observando lo que son la política y las dinámicas institucionales de este país, me atrevo a sugerir que la única vía cierta que tenemos consiste en que llegue a la Presidencia de la República una persona con la convicción, el liderazgo y el conocimiento suficientes para conducir la decisión que tenemos de tumbar ese esperpento llamado sentencia.
—La mejor garantía consiste en elegir a un presidente cuya decisión indeclinable sea defender la vida y la democracia.
Por experiencia sé que cualquiera de las alternativas corre un altísimo riesgo de terminar convirtiéndose en una nueva frustración si quien llega a la presidencia es alguno de los candidatos de las minorías abortistas.
Históricamente, el poder presidencial en Colombia es tan grande que cuando se opone a algo resulta casi que imposible sacarlo adelante y, cuando se compromete con algo, es prácticamente imposible que lo derroten.
Luego quienes defendemos la vida de los bebés en los vientres de sus madres tenemos que ser conscientes de que el único camino cierto consiste en llevar a la Presidencia de la República a quien más se comprometa con la causa y que, a su vez, sea quien cuente con las mejores condiciones de convicción, liderazgo y capacidad política para sacarlo adelante.
—No basta con protestar. Es imprescindible ganar.
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En medio de esta conflagración que prendió la Corte, David Barguil es el candidato que se le ha opuesto con mayor convicción, valentía y lucidez
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En medio de esta conflagración que prendió la Corte, David Barguil es el candidato que se le ha opuesto con mayor convicción, valentía y lucidez. Nadie como él ha salido a defender la vida en todos los debates, en todas las entrevistas, en todos los escenarios, por su propia iniciativa y sin que ningún periodista tenga que preguntárselo. Se le ve que lo ha hecho por pura convicción. Se ve que le ha dolido en el alma.
En esta campaña electoral, me cuento entre la inmensa mayoría que no habíamos podido hacer otra cosa que dudar y dudar. El estándar ha estado bajito y la preocupación ha sido muy grande, sobre todo porque somos conscientes del peligro que existe de que llegue alguien que acabe con el acumulado democrático y económico que hemos construido a lo largo de nuestra historia.
Ya se me quitaron las dudas.
Conozco la trayectoria de Barguil y sé que ha sido un hombre de bien, un parlamentario brillante y un líder capaz. En los debates se le nota que tiene experiencia y es quien despliega el sentido político más robusto. Me da la sensación de que es quien mejor comprende la complejidad del momento que vivimos.
—Yo no voto tanto por lo que los candidatos dicen sino por la confianza que me despiertan, y eso se logra con hechos más que con palabras.
A la hora de decidir por quién votar es mucho más importante tener en cuenta las conductas que los discursos.
Barguil ha demostrado que no le tiene miedo a los poderosos cuando se trata de defender sus convicciones sociales y democráticas. Nadie puede negar que es el parlamentario que ha enfrentado con la mayor valentía y los mejores argumentos al todopoderoso sector financiero. El hecho de que no lo haga escupiéndole la cara a nadie ni con la obsesión de arrojarle más bultos de leña a la hoguera del odio de clases, no quiere decir que no lo haya hecho con la mayor valentía y la mayor inteligencia.
—Por eso estoy seguro de que no flaqueará al enfrentar los desafueros de la corte dictatorial.
La primera cualidad que debe tener un presidente es la confiabilidad. Algo tan sencillo pero que resulta tan escaso en la actualidad política colombiana.
No hay que dudarlo más. Ya apareció el líder que estábamos esperando para que nos gobierne los próximos cuatro años.
—Votaré por David Barguil en la consulta de Equipo Colombia el próximo 13 de marzo.